lunes, 4 de agosto de 2008

EL POSIBLE GIRO HACIA LA IZQUIERDA EN LOS ESTADOS UNIDOS: Y LOS PROBABLES IMPACTOS PARA LA SOCIEDAD CHILENA.

F. Duque Ph.D.*

Noviembre de 2007

RESUMEN:

Este ensayo tiene varios propósitos. Primero, analizar y rechazar la idea de que la política exterior estadounidense consiste en lo que se ha denominado política bipartidista o política de un consenso mínimo compartido, tanto por el partido demócrata como por el republicano. Segundo, discutir y defender la tesis de la política partisana, haciendo referencia al periodo histórico que va desde el presidente Truman al actual presidente Bush. Tercero, presentar un escenario donde se proyecta el triunfo del partido demócrata en las elecciones del 2008. Cuarto, identificar el tipo de política exterior que probablemente adoptarán los demócratas después de su triunfo electoral. Quinto, analizar el impacto que este viraje a la izquierda tendría sobre el proceso de globalización. Finalmente, discutir las posibles consecuencias que estos eventos tendrán para la economía y la sociedad chilena. Se concluye señalando que para enfrentar esta crisis, Chile debería reinventar el Estado de Bienestar y luego, integrarse estrechamente al bloque económico de la civilización latinoamericana. La metodología utilizada incluye el análisis de contenido de libros y revistas extranjeras especializadas en las relaciones internacionales.

Palabras claves: Política Bipartidista, Política Partisana, Globalización, Estado de Bienestar, Civilización Latinoamericana.

Abstract:

This essay has various objectives. First to discuss and reject the idea that American foreign policy is bipartisan and hence it is based in a broad consensus among Republicans and Democrats. Second, document this thesis describing some key events that took place between the presidencies that goes from Truman to Bush. Third, to predict a landslide victory for the democrats in 2008. Forth, to delineate the Democrat’s foreign policy after 2009. Fifth, to analyze the impact of this turn to the left on the globalization process. And finally to discuss the probable consequences of all this on Chile’s economy and society. It is concluded that Chile should face these probable events with objectivity and rationality. The country should reinvent the welfare and interventionist state and also closely integrate its economy with the Latin-American economic block. The methodology used includes content analysis of several Foreign publicities specialized in international relations.

Key Words: Bipartisan Politics, Partisan Politics, Globalization, Welfare State, Latin-American Civilization.




EL GIRO HACIA LA IZQUIERDA EN LOS ESTADOS UNIDOS: SU PROBABLE IMPACTO EN EL DESARROLLO CHILENO.


Fernando Duque Ph.D.

Profesor Titular Ciencia Política

Universidad de Los Lagos

Noviembre 2007


Introducción


Se ha argumentado que el 11 de septiembre del 2001 cambió el mundo y que con esa fecha se dio verdaderamente inicio al siglo XXI. En verdad parece ser que ese día definitivamente indica un cambio paradigmático en las relaciones internacionales. Esta es la primera vez en su historia que los Estados Unidos son atacados en su territorio continental, produciendo la muerte de más de 3.000 personas y pérdidas materiales por sobre los 500 mil millones de dólares. Aquel día los estadounidenses descubrieron que su país era vulnerable a ataques terroristas y, se concluyó, que esta situación intolerable debía ser resuelta a la brevedad posible. La estrategia seleccionada fue llevar la guerra a los territorios y centros de operaciones que daban abrigo a los terroristas y es por ello que se invadió a Afganistán y luego a Irak.

Ahora, varios años después, existe la opinión generalizada de que esta estrategia fracasó. La guerra en Afganistán está en serias dificultades y la guerra en Irak va de mal en peor y esto, a pesar del aumento considerable de tropas estadounidenses en ese país. Por su parte, Israel, el aliado principal de los Estados Unidos en el medio oriente, ha sufrido un importante traspiés en el Líbano. La lucha en Palestina continúa sin resultados positivos para Estados Unidos y hace pocos días, Israel, una vez más violando la carta de la ONU, atacó a Siria. Se supone que se destruyeron instalaciones nucleares construidas con el apoyo y asesoría de Corea del Norte. Por su parte, Irán interviene abiertamente contra las fuerzas estadounidenses en Irak y continúa aceleradamente con su programa para obtener armas nucleares.

Finalmente, otros dos frentes antiestadounidenses se están abriendo en la región. Por un lado Turquía y por otro Pakistán. Turquía, con un gobierno moderadamente musulmán y en contra de sus principios fundamentales, se ha visto obligado a entrar en conflicto con poderosas fuerzas pro musulmanas y antiestadounidenses como son grandes sectores del fundamentalismo islámico en el medio oriente. Por otro lado, los aliados kurdos de Estados Unidos en Irak, son enemigos de los turcos y ahí radica el dilema de las relaciones internacionales de Turquía con los Estados Unidos. Turquía tiene un ejercito de más de 100 mil soldados listos para invadir Irak y con ello eliminar las bases terroristas kurdas en el norte del país y, tal vez, eliminar también el gobierno semi autónomo kurdo en Irak. Finalmente, Turquía tiene planes para terminar con el apoyo logístico que actualmente le presta a Estados Unidos en su lucha contra los fundamentalistas musulmanes en Irak y Afganistán. El interés nacional de los turcos está así, en directa contradicción con los intereses estadounidenses, y es probable que el gobierno del primer ministro turco, Erdogan no tenga otra alternativa sino que terminar por defender dichos intereses nacionales y civilizacionales, aunque ello signifique iniciar una controversia potencialmente difícil con los Estados Unidos.

Pakistán por su parte, tiene un conflicto de intereses parecido. El gobierno paquistaní, en contradicción con uno de los objetivos básicos de su interés nacional (reconquista de Cachemira y alianza con los Talibanes en Afganistán), se ha visto obligado a aliarse con los Estados Unidos en su lucha contra los terroristas islámicos. Esta contradicción ha minado las bases populares del gobierno paquistaní y pareciera ser sólo cuestión de tiempo, para que el actual régimen pro estadounidense del General Musharraf sea derrocado y reemplazado por uno más congruente con los intereses de la civilización islámica. Es así como dos Estados musulmanes, probablemente dejarán de ser aliados de los Estados Unidos y podrían constituirse en dos bases importantes de la emergente civilización islámica. El peso de la historia y la movilización popular son demasiado poderosos como para permitir que las elites pro-occidentales en los países musulmanes sobrevivan por más tiempo. Algo similar les espera eventualmente y a más largo plazo, a países tales como Argelia, Túnez, Arabia Saudita, Egipto y Jordania. Como lo señala Huntington, el peso civilizacional es demasiado poderoso. (Huntington, 1996)

Estos eventos, sucesos y tendencias negativos para la causa estadounidense, han despertado un intenso debate en los círculos intelectuales y académicos de los Estados Unidos. Particularmente en sus universidades más prestigiosas y sus numerosos “tanques de pensamiento” especializado en estudios de seguridad nacional. Revistas especializadas como: Foreign Affairs y Foreign Policy, están llenas de artículos escritos por académicos críticos de la actual intervención norteamericana en el medio oriente. Estas preocupaciones y opiniones han saltado a la arena política y el partido demócrata ha decidido hacer su próxima campaña presidencial, bajo la premisa que la estrategia neoconservadora ha fracasado y que es necesario cambiarla radicalmente. Con esta bandera de lucha ganaron las elecciones parlamentarias pasadas.

Existe una idea más o menos generalizada que en los asuntos de paz interna, de seguridad nacional y política exterior, siempre ha existido un consensus bipartidista y esto ha sido así particularmente a partir de la segunda guerra mundial. La política partidista se asume que termina hasta donde llega el territorio a las orillas del mar o en el límite fronterizo. Todo se puede debatir y cuestionar internamente, pero hacia el mundo exterior, la política internacional del país, particularmente la relacionada con la guerra y la paz, tiene un consenso tanto en el partido demócrata como en el republicano. Naturalmente este consenso esta inspirado en los valores nacionales mas profundos y respetados.

Se argumenta también que con gran pragmatismo e inteligencia racional, el sistema político ha sabido resolver hasta ahora pacíficamente todos los conflictos de clase. La única excepción a esto fue la guerra civil de los años 60 del siglo XIX, donde el capitalismo industrial moderno del norte, aliado con la clase obrera industrial, se entrabó en mortal conflicto con el capitalismo salvaje, primitivo y esclavista del sur. Fuera de esta excepción, el conflicto político entre ricos (hombres de negocios, capitalistas, banqueros, rentistas, profesionales y otros elementos de la burguesía) y pobres (empleados administrativos, asalariados industriales, trabajadores del campo y otros sectores del proletariado), se ha resuelto pacíficamente. Esto gracias a políticas inteligentes y racionales como la democracia jacksoniana y el progresismo del siglo XIX y luego, gracias a la política inteligente y racional del Nuevo Trato (New Deal) del presidente Roosevelt y otros líderes del partido demócrata que siguieron políticas similares a lo largo del siglo XX. Se argumenta que tal proceso de resolución y acomodación social recibió también el apoyo importante de sectores del partido opositor. Por lo tanto, se produjo una solución racional y bipartidista al conflicto social. Se concluye argumentando que en los Estados Unidos existe una vigorosa cohesión social.

Esta idea comúnmente aceptada del cambio social racional y consensuado, está detrás del último libro escrito por el ex-vicepresidente Al Gore. El argumento central es precisamente que este consenso bipartidista, permitió el cambio pacífico en el proceso de modernización de los Estados Unidos. No obstante, el ex- vicepresidente ahora ve con preocupación como toda esta racionalidad consensuada esta desapareciendo rápidamente. Con extrema claridad y lucidez en su libro titulado: “El asalto a la razón”, señala que el movimiento conservador (neoconservadores) representa un ataque sistemático al debate razonable de los asuntos públicos; indica que en los últimos años se ha desarrollado una alianza perniciosa y nefasta entre los grandes intereses capitalistas, un fundamentalismo religioso altamente peligroso y otros villanos enemigos de la justicia, la igualdad de oportunidades, la libertad y la verdad. Concluye argumentando que la decepción, el engaño, y la polarización de la política es un fenómeno nuevo y sin precedente en la historia de los Estados Unidos. Naturalmente indica que este tipo de política irracional pone en peligro la convivencia civilizada y pacífica del país. (Gore, 2007)

Sin embargo, la tesis central del trabajo que se presenta en las líneas que siguen a continuación, es que todo lo anterior pareciera ser poesía política y ello por cierto, no esta basado en conocimiento empírico. El conflicto partidista (partisan politics) es tan americano como el pastel de manzanas.

El propósito central de este ensayo es tratar de demostrar que esta idea un tanto generalizada (la de la racionalidad pragmática) esta equivocada. La lucha de clases en los Estados Unidos ha sido cruenta e infiltrada por una política contestataria y partidista (party politics). La política exterior particularmente la relacionada con la guerra y la paz, lejos de ser consensuada ha sido, por tradición, extremadamente partidista y sectaria.

La historia de las relaciones bélicas de los Estados Unidos en los últimos 60 años, muestra claramente que tal consenso es un mito y en verdad este no ha existido. Muy por el contrario, las políticas bélicas han sido tratadas con un espíritu confrontacional o también llamado “partisan-politics”, o traducido como política de partido. Aquí, el partido que domina el congreso se opone a las políticas bélicas del presidente, en particular si este presidente es débil, esta desacreditado y pertenece al partido contrario. Un considerable número de académicos mantiene la posición de que la política estadounidense siempre ha sido partisan politics y el consenso ha sido la excepción. Entre los más destacados se pueden mencionar a Linda Fowler y Douglas Kriner. No obstante, la base empírica de la historia de esta política partisana (1950-2007) está fundamentada en los trabajos de William Howell y Jon Pevehouse cuyos resultados fueron publicados en un artículo de la revista Foreign Affairs denominado “Cuando el Congreso para las Guerras: Política Partidaria y el Poder Presidencial”, (Foreign Affairs, septiembre-octubre 2007).

Este trabajo, basándose en las conclusiones de Howell y Pevehouse, discute con algún detalle esta dinámica partidaria y que se da desde la administración del presidente Truman a la del presidente Clinton. En él se continúa analizando el fenómeno que hoy día se está dando entre un congreso dominado por el partido demócrata y el presidente Bush. Este análisis de la lucha partidista, sigue con un escenario que pronostica la derrota del partido republicano en las próximas elecciones del 2008, tanto en la contienda presidencial como en la contienda parlamentaria. El trabajo continua con una prognosis que discute las posibles repercusiones de una probable victoria demócrata sobre el actual proceso de globalización. Se predice que es probable que los demócratas decidan reemplazar la actual política de libre mercado por una política mas congruente con el Estado de Bienestar y el proteccionismo económico. Similarmente también se predice que la futura administración demócrata probablemente va a optar por una política exterior menos intervensionista y mas inspirada en principios aislacionistas y autárquicos. La política imperial del presidente Bush y su afán por ser el policía mundial, podría sí ser reemplazada por una política de fortalecimiento de las defensas continentales de Estados Unidos y Canadá, concepto estratégico llamado “Fortress América”. Esto implicaría un gradual retiro de las tropas estacionadas en Europa, Medio Oriente y Asia. En otras palabras, una vuelta en la política externa que se practicó durante casi todo el siglo XIX y particularmente entre 1918-1941. Se continúa argumentando que si ambas políticas, política económica y política exterior, se implementan en la forma señalada, ello podría significar un cambio paradigmático que iniciaría un proceso de gradual debilitamiento de la actual globalización y que este proceso eventualmente terminaría con la globalización neoliberal. El trabajo finaliza con un breve análisis sobre las repercusiones que para Chile tendría el hecho que la actual globalización sea reemplazada por un mundo donde enormes bloques civilizacionales compiten furiosamente por el predominio económico mundial.

DESARROLLO

Victoria en la Elección del 2008: Es altamente probable que el partido Demócrata gane las próximas elecciones presidenciales. También es probable que gane una sustancial mayoría en ambas cámaras del congreso estadounidense. Las causas o factores que determinarían este resultado serian las siguientes.

El ciudadano promedio estadounidense es por lo general un individuo razonablemente pragmático y utilitario. Además cree fervientemente en la justicia y el juego limpio (fair play). Los dos valores capitales del carácter nacional son la protección de la libertad individual y la igualdad de oportunidades. Aplaude a aquellos individuos u organizaciones que tienen legítimo éxito y desprecia y castiga políticamente a aquellos individuos u organizaciones que fracasan debido a ignorancia, estupidez o ética defectuosa. Estas características básicas del carácter nacional estadounidense han sido examinadas y estudiadas por muchos observadores extranjeros siendo Alexis de Tocqueville uno de los más destacados. Este noble francés visitó los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX y publicó el famoso libro titulado “Democracia en América”. (De Tocqueville, 2003)

Ahora, si examinamos la historia de los conflictos bélicos de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX, veremos que estas características también se aplican a la evaluación que los ciudadanos hacen de sus presidentes en tiempo de guerra. La constitución del país asume que el ser humano es corruptible y que el poder es un factor importante en esta corrupción. La frase “El Poder Absoluto Corrompe Absolutamente” es uno de los principios elementales de dicha constitución. Y es por eso que siguiendo a Locke, los padres fundadores dividieron el poder del Estado en tres poderes cuidadosamente equilibrados e independientes entre si. (Wootton, 1993). Una vez más, la idea central aquí era preservar las libertades individuales. Esta sofisticada división de poderes constitucionales (balances y contrapesos), hace que el poder presidencial sea realmente bastante escaso y limitado. Se trataba de evitar por todos los medios posibles al sistema hobbesiano donde el gobernante es absoluto y totalitario. Y todo esto con el fin de preservar la libertad individual. El presidente para tener éxito y poder cumplir con los objetivos de su programa electoral, debe ser un maestro en el arte del compromiso y de la negociación política. Esto a fin de atraer y seducir a distintos focos de poder, particularmente aquellos ubicados en el congreso. Esta seducción o encantamiento se consigue cuando demuestra su capacidad politológica para diseñar políticas y programas racionales (es decir, que ellos tienen congruencia entre objetivos y medios) y, de esta manera, hábilmente obtiene suficiente apoyo popular y simultáneamente, logra conseguir el necesario apoyo de la elite política del país, para que así pueda implementar con éxito estas propuestas.(Neustadt, 1960)

En otras palabras, un buen presidente es capaz de hacer crecer su escaso poder real y legal gracias a su extraordinario liderazgo, legitimidad, estatus y prestigio como estadista. Richard Neustadt, ilustra este fenómeno usando la metáfora de una red de centrales eléctricas interconectadas. Originalmente el poder presidencial, sólo tiene una pequeña proporción de la totalidad del poder para tomar decisiones en el sistema político estadounidense, digamos tal vez menos de un 10%. El otro 90% está distribuido entre un gran grupo de actores pertenecientes a la elite política nacional. Los más importantes son entre otros: senadores, diputados, miembros de la Corte Suprema, algunos gobernadores de Estados importantes y Alcaldes de las grandes metrópolis. Para tener gobernabilidad adecuada, el presidente debe formar una coalición ganadora que tenga al menos la mayoría de la energía del sistema interconectado. Sólo así podrá hacer andar y movilizar con éxito al sistema político nacional. (Neustadt, 1960)

Un presidente eficiente usa con sumo cuidado su escasa cuota de poder. Presta su apoyo a distintos individuos claves de su coalición para que estos puedan sacar adelante sus legítimos proyectos e intereses. Así por ejemplo, a un senador importante, el presidente le da todo su apoyo para que éste logre la instalación de una importante industria que le de miles de empleos para los ciudadanos de su Estado. Estos en agradecimiento, seguirán votando por dicho senador. Así mismo a otro Gobernador importante le presta su apoyo para que los productos de exportación de ese Estado entren con facilidad en los mercados de un país amigo. Todos estos legítimos favores y servicios son cuidadosamente anotados y contabilizados y por supuesto, ellos son hábilmente utilizados cuando el presidente solicita que los servicios previamente prestados sean ahora retribuidos. Y este es el caso cuando el presidente envía al congreso un proyecto de ley. La acumulación de éxitos en la aprobación de los proyectos legislativos presidenciales va paulatinamente haciendo crecer el status, prestigio y reputación del presidente. Esto es como un poderoso imán que atrae a elementos claves de la elite política y ellos paulatinamente, se van subiendo al carro de la victoria. (Neustadt, 1960)

Por el contrario, presidentes que han demostrado incapacidad para formular proyectos racionales, o si lo ha hecho han sido incapaces de conseguir apoyo popular, así como el apoyo de otros centros de poder de la elite gobernante, invariablemente terminan con el llamado síndrome “del pato cojo”. Esto quiere decir que el presidente ya casi no manda, y el escaso poder legal que efectivamente tiene, no lo puede utilizar con facilidad. El presidente termina con un bajo apoyo popular y por lo general lleva a su partido a una gran derrota electoral. Esto fue lo que le pasó al presidente Bush en las elecciones parlamentarias pasadas, donde el partido Republicano perdió la mayoría del congreso. La causante principal de este fracaso presidencial fue el conflicto del medio oriente, particularmente la desastrosa guerra de Irak.(Wilentz, 2006)

En la segunda mitad del Siglo XX, hay al menos 8 instancias en que algunos presidentes se han visto afectados al menos temporalmente por el síndrome del “pato cojo”. El primero fue el presidente Truman del partido demócrata, que debido a su relativa incapacidad politológica no pudo ejercer suficiente liderazgo durante la guerra de Corea y entró en conflicto con el Comandante de las fuerzas estadounidenses luchando en dicho país. Allí, a pesar del enorme y abrumador poder militar estadounidense, Truman no logró la victoria. En castigo, el congreso le negó vital cooperación. Su popularidad cayó a menos de un 20% en las encuestas de opinión y todo terminó con la victoria del partido republicano en las elecciones de 1952. (Howell y Pevehouse, 2007)

El segundo caso fue el del presidente Johnson del partido demócrata, a finales de la década de los 60. Mientras la guerra de Vietnam se arrastraba agonizando, y las bajas subían constantemente, el congreso y el público se desencantaron con el conflicto, por lo tanto le quitaron su apoyo. El presidente, incapaz de gobernar adecuadamente se vio obligado a renunciar a la reelección y fue así elegido Richard Nixon del partido republicano. (Howell y Pevehouse, 2007)

No obstante, las cosas no fueron mejor para este presidente. En 1970 el congreso demócrata anuló la resolución del Golfo de Tonkin y luego pasó legislación destinada a terminar con la guerra. En 1973, el congreso demócrata cortó los fondos destinados a la lucha del sudeste de Asia incluyendo Cambodia, Laos, Vietman del Norte y Vietnam del Sur. Gracias a Watergate, poco tiempo después el presidente Nixon fue obligado a renunciar, debido a la fuerte presión del congreso bajo mayoría demócrata. Finalmente, cuando Vietnam del Sur cayó derrotado en 1975, el congreso con mayoría demócrata, prohibió que las tropas estadounidenses se involucraran en hacer cumplir los acuerdos de París. Todo esto a pesar de los reclamos y lamentaciones del presidente republicano Gerald Ford de su ministro Henry Kissinger. (Howell y Pevehouse, 2007)

Johson, Nixon y Ford debido a políticas pocos racionales, abusos de poder o incompetencia administrativa, perdieron status, prestigio y legitimidad, y terminaron sus mandatos en contundentes derrotas electorales. En 1976, el congreso, con mayoría demócrata, prohibió el uso de recursos militares en Angola y el presidente Ford se vio obligado a suspender la ayuda militar a las fuerzas pro occidentales de ese país. La guerra de Angola fue ganada por los izquierdistas con la fundamental participación del ejército cubano. (Howell y Pevehouse, 2007)

En 1983 el congreso demócrata inició la cuenta regresiva de los 60 días que exige la ley, que regula los poderes presidenciales durante tiempo de guerra. El congreso le prohibió al presidente Reagan que unilateralmente cambiara la misión de las tropas estadounidenses en el Líbano. Esto significó el fin de la participación de Estados Unidos en la misión de paz de Naciones Unidas en ese país. En 1984 la Cámara de Diputados controlada por los demócratas, le prohibió al presidente Reagan que diera apoyo a las fuerzas antisandinistas en Nicaragua. El presidente entonces, cayó en el escándalo Irán-contras, donde se vio obligado a prestar ayuda ilegal a los rebeldes nicaragüenses. Este escándalo le impidió intervenir directamente en Centro América tal como él deseaba. (Howell y Pevehouse, 2007)

En 1993, el presidente demócrata Bill Clinton, debido a la oposición del congreso republicano, no pudo seguir la asistencia humanitaria para Somalia. La orden del congreso fue que las tropas debían de salir de dicho país para marzo de 1994. Finalmente, a finales de los años 90, el congreso dominado por los republicanos, impidió que el presidente Clinton introdujera tropas en Kosovo. En esa oportunidad, un congresista demócrata, reclamó amargamente que los republicanos habían abandonado las tropas en el medio de una guerra y que habían demostrado una hostilidad viceral contra el comandante en jefe. (Howell y Pevehouse, 2007)

Justamente, para evitar que un presidente que aparentemente ha perdido la cordura dejándose llevar por la ambición de alcanzar objetivos inalcanzables (tales como por ejemplo: aspirar que el mundo Árabe en algunos años adopte los procedimientos y prácticas democráticas que a los países anglosajones le ha tomado más de mil difíciles años de entrenamiento; o lograr que esos mismos árabes acepten graciosa y pacíficamente la recolonización de sus territorios y particularmente la expropiación de su petróleo); es que la Constitución le da al congreso enormes poderes para enfrentar los importantes problemas de la guerra y la paz. Bajo el alero de la Constitución estadounidense el congreso tiene el deber y el derecho para detener guerras pocos razonables o francamente estúpidas.

Los congresistas pueden dictar leyes que señalen cuanto tiempo pueden durar las campañas militares. También pueden controlar los presupuestos bélicos y como esos presupuestos deben gastarse. Así mismo, pueden convocar a reuniones públicas de investigación y evaluación de la guerra en curso. Pueden entregar opiniones a la prensa sobre asuntos de política exterior y más aún, pueden moldear poderosamente a la opinión pública. Sus poderes constitucionales le permiten también, cortar de raíz los fondos a aquellas aventuras militares irracionales. Pueden establecer cronogramas para el retiro de las tropas y pueden cerrar las oportunidades para expandir el conflicto hacia nuevas regiones o países. Finalmente, también pueden demandar informes de evaluación sobre el conflicto y tomar medidas en base a dichas evaluaciones. En conclusión, los miembros del congreso pueden parar una guerra a través de legislación específica, corte de asignaciones presupuestarias, audiencias públicas y evaluación y control legislativo. (Howell y Pevehouse, 2007)

Esto es precisamente lo que el actual congreso dominado por los demócratas esta hoy día empezando a hacer. Por lo tanto, es probable que los republicanos pierdan el poder. En forma gradual pero inexorable, el partido demócrata ha decidido terminar con la guerra de Irak y ahora tiene la mayoría suficiente para hacerlo. Además, tiene el precedente de más de medio siglo de maquiavélica política partidaria, donde el partido dominante en el congreso termina por ahogar y liquidar una guerra iniciada por un presidente perteneciente al partido opuesto, que ya no tiene prestigio dentro de la elite ni apoyo popular en la ciudadanía.

Los demócratas no repararán en ninguna estrategia o táctica por muy maquiavélica que ella sea para conseguir sus objetivos. Siguiendo por cierto, la tradición de la llamada “partisan politics”, o sea, la política que busca el poder para el partido por sobre todos los otros intereses (el fin justifica los medios), ellos acabarán con la actual guerra. La guerra política contra los republicanos, explicaría con claridad, el curioso deseo de la dirigencia demócrata de pasar en estos días una resolución relacionada con Turquía. La idea por cierto, es conseguir que Turquía se enfurezca con Estados Unidos y eventualmente cierre las instalaciones militares estadounidenses en ese país. Ellas son vitales para proseguir la guerra en Irak y en Afganistán. En este caso, la idea es conseguir una declaración del congreso estadounidense, que señale que Turquía cometió genocidio contra los armenios durante la primera guerra mundial.

Si esto ocurre, Turquía no sólo cerrará estas bases de apoyo sino que, probablemente, también invadirá el norte de Irak a fin de tratar de destruir las guerrillas kurdas y probablemente, destruir también el gobierno Kurdo en el Norte de Irak. Naturalmente que estos acontecimientos darían un impulso importante al proceso de desintegración política de Irak y por supuesto, esto ayudaría a conseguir los objetivos del partido demócrata. Es precisamente este proceso el que facilitaría las presiones para terminar con la presencia estadounidense en ese país y tal vez en todo el medio oriente. El sería tan imporante como el que décadas atrás sucedió en Vietnam. Ahora, el partido republicano bajo la dirección del presidente Bush, con su intervención en el medio oriente al invadir Irak, luego, mal administrar la ocupación y finalmente, sufrir una humillante derrota, obviamente será severamente castigado en las próximas elecciones. El ciudadano promedio de los Estados Unidos, no tolera torpezas en la formulación y ejecución de políticas importantes para la ciudadanía. Su cultura política desarrollada y su vigorosa participación en la sociedad civil lo obligan a tomar medidas correctivas siginificativas. Esta característica es la que más impactó a de Toqueville en el siglo XIX y naturalmente, ella sigue viva y robusta en el siglo XXI. La mayoría del pueblo estadounidense rechaza el oscurantismo medieval e irracional de los fundamentalistas evangélicos que cuestionan la ciencia y el progreso científico. Sin duda este sector minoritario tendrá un fracaso en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. Con esto, la era inaugurada por el presidente Reagan habrá llegado a su fin[AC1] .


Refiriéndose a George Bush, un prestigioso historiador escribió lo siguiente: “Ningún presidente que halla administrado al país por dos periodos consecutivos, ha caído tanto en su popularidad. Desde un 90% de popularidad en los meses posteriores al 11 de septiembre del 2001, a menos del 33% en abril del 2006”. Esto lo dijo Sean Wilentz, quien es profesor hemérito de historia y Director del programa de Estudios Americanos de la Universidad de Princeton. Wilentz en su análisis histórico, señala que presidentes calamitosos enfrentaron enormes dificultades (Buchanan, Andrew Jonson, Hoover y ahora Bush), y estas dificultades terminaron por dividir la nación. Estos presidentes gobernaron erráticamente y dejaron al país en peores condiciones que cuando asumieron su mandato. En cada caso, diferentes factores contribuyeron al fracaso. Entre estos, políticas domesticas desastrosas, equivocaciones y errores garrafales en política exterior, derrotas militares, conducta ejecutiva impropia, crisis de credibilidad y pérdida de la confianza del público estadounidense. Bush sin embargo es una rareza en la historia de los presidentes. No solamente ha tropezado malamente en cada una de las áreas críticas, sino que también ha demostrado una debilidad común a todos los fracasos presidenciales. Es decir, una adherencia a una ideología retrograda y simplista que rehúsa cualquier desviación del dogma y estas desviaciones las considera como herejías no tolerables. Este dogmatismo extremo ha impedido los necesarios ajustes pragmáticos a las realidades cambiantes. Repetidamente Bush se ha derrotado a sí mismo y esto es una debilidad que se observa en cada una de sus conductas presidenciales. Ningún presidente previo ha dilapidado la confianza pública como lo ha hecho el actual presidente. El castigo que la nación americana les ha dado a presidentes como Bush, radica en el hecho que invariablemente el partido del presidente pierde las próximas elecciones presidenciales. (Wilentz, 2007).

Varias encuestas y estudios electorales realizados durante el 2006 y 2007, señalan que los demócratas probablemente ganarán las elecciones de finales del 2008. Cuarenta por ciento de los electores republicanos piensan que los demócratas ganarán, mientras que sólo un 12% de los electores demócratas piensan que los republicanos ganaran. Por otro lado, los demócratas están mucho mas motivados que los republicanos. En el segundo trimestre de 2007, los dos candidatos punteros en las primarias demócratas, juntaron 60 millones de dólares contra sólo 32 millones que juntaron los dos punteros del partido republicano. Las manifestaciones políticas de los demócratas juntan enormes muchedumbres, muchas veces superiores al número de ciudadanos que asisten a las manifestaciones republicanas. El 61% de los demócratas están contentos con los candidatos del partido. Esto se compara con el hecho que sólo el 36% de los republicanos están contentos con sus candidatos. Encuestas genéricas señalan que votantes que expresan preferencias por un presidente demócrata ganan por un margen de 24 puntos a votantes que expresan preferencias por un presidente republicano. Esta enorme brecha en las preferencias no se había visto desde la era de Watergate. (The Economist, August 11, 2007; pag. 20).

Los demócratas probablemente también mantendrán el control sobre el congreso. La ola o tsunami que le permitió al partido demócrata capturar a costa de los republicanos 31 congresistas, 6 senadores, 6 gobernadores y 321 congresistas de las legislaturas estatales en el 2006, está aún avanzando poderosamente. A esto hay que agregar que los republicanos estarán en el 2008, defendiendo puestos parlamentarios mucho más vulnerables. Además, y esto es sumamente importante, los republicanos siguen perdiendo la carrera para obtener fondos destinados a financiar las campañas electorales. El público que desea que el congreso caiga bajo el control demócrata, les gana por 15 puntos a aquellos ciudadanos que prefieren el control republicano en el poder legislativo. Como consecuencia de estos estudios electorales, líderes del partido republicano usan en privado palabras tales como “catástrofe” y “armagedón”, cuando se refieren a lo que probablemente ocurrirá a finales del 2008. (The Economist, August 11, 2007, pag 20)

Los temas y tópicos que más preocupan a la gente también ayudan al partido demócrata. Una encuesta del Centro de Investigación Pew, hecho en marzo de 2007, descubrió una creciente preocupación con los temas económicos y particularmente, con la desigualdad del ingreso y un creciente apoyo a la idea de recrear una malla protectora, para prevenir caídas económicas y sociales de la población. La proporción de estadounidenses que creen que el gobierno debería ayudar a los mas necesitados, aún cuando éste aumente la deuda pública del país, ha subido del 41% en 1994 (año que señala el punto mas alto de la revolución republicana) al 54% en el presente. La encuesta Pew también revela una declinación del apoyo a los temas y causas republicanas dominantes a mediados de los años 90. Tales como la mantención de valores morales tradicionales. Como por ejemplo, la idea de que la mejor manera de asegurar la paz es mediante la fortaleza militar, descendió del 63% en el 2001 a 49% en el 2007. La creencia en la existencia de Dios bajó de 75% en 1994 al 60% en el año 2007. (The Economist, August 11, 2007, pag 21)

Según el Centro de Investigacion Pew, en el año 2002 el electorado estaba igualmente dividido entre demócratas y republicanos o sea, 43% para cada partido. Hoy día (julio 2007), sólo el 35% de los encuestados se alinean con los republicanos y el 50%, con los demócratas. Los republicanos fallan en capturar particularmente a los independientes que es el grupo que crece más rápido. Y también les va mal con los jóvenes. La proporción de jóvenes (18 a 25 años), que se identifican con el partido republicano, ha declinado de 55% en 1991 a 35% en el 2006 y sigue cayendo. T. Fabricio, un investigador republicano, señala que en sólo un año (2007), la participación de jóvenes republicanos ha caído de un 25% a un 17%. Ken Mehlman, un líder en investigaciones electorales republicano y que manejó la victoria de Bush en el 2004, ha renunciado a su trabajo y ahora esta asesorando a grupos de grandes inversores, sobre la manera de cómo lidiar con una América dominada por el ala izquierda del partido demócrata. (The Economist, August 11, 2007, pag. 21)

Los republicanos han alienado a los afro americanos y también al grupo de votantes de más alto crecimiento como son los hispanos. Este último grupo, debido a la política de inmigración del partido, se ha vuelto radicalmente antirrepublicano. Cerca del 70% de los hispanos votaron por los demócratas en las carreras electorales para el congreso federal para el año 2006, cuando sólo el 54% lo hicieron el año 2004. Esta tendencia seguramente aumentará aún más, debido a la oposición que los republicanos han hecho al proyecto de ley que propone una reforma inmigratoria y presentado por los senadores Kennedy y McCain. Esta oposición puede que le cueste al partido el voto hispánico por al menos una generación. Los republicanos también han creado gran oposición a sus políticas sociales de parte de votantes de centro e independientes. La derecha religiosa con su oposición al aborto, siempre ha sido un punto negativo desde el punto de vista electoral. Sólo el 30% de los votantes estadounidenses, favorece la eliminación del aborto legal y el 70% se opone a cambiar la decisión de la corte suprema en el caso de Roe versus Wade. En años recientes, los conservadores sociales han estirado la paciencia de la mayoría aún más, insistiendo en temas tales como enmiendas sobre el matrimonio y el tema de la eutanasia. Es preciso enfatizar que el 72% de los votantes republicanos, se opusieron al intento del partido republicano de usar el poder del gobierno federal para mantener viva a Terri Schiavo. Ante la obstinación de Bush, los votantes tuvieron su venganza en el año 2006 (elección de medio tiempo) en el llamado “martes sangriento”, donde muchos candidatos republicanos perdieron sus sillones parlamentarios y sus cargos de gobernadores. Lo que es más significativo, los conservadores sociales perdieron todas sus iniciativas y propuestas reaccionarias, desde el aborto, hasta los matrimonios entre homosexuales. Esta poderosa tendencia antiderechista de la opinión pública, en vez de disminuir, sigue aumentando. (The Economist, August 11, 2007. Pag. 21)

La causa más importante de la declinación del previamente potente movimiento conservador, es el desmoronamiento de la presidencia Bush. El presidente Bush tiene una tasa de aprobación del 29% de acuerdo con Newsweek y del 31% de acuerdo con NBC News. Sólo el 19% de los norteamericanos piensan que el país va en la dirección adecuada bajo la actual administración. Un alto porcentaje de estadounidenses, incluyendo 13% de republicanos, apoyan la idea de hacerle un juicio político a Bush, todo esto de acuerdo al American Research Group. La causa más importante de la implosión de la presidencia Bush, es el desastre de Irak. La mayor ventaja del partido republicano siempre ha sido su política exterior y su política de defensa. La gente vota por los demócratas si está interesada en la educación y en la salud. Pero el ciudadano vota por lo republicanos si éste se interesa más por la seguridad nacional y los peligros del mundo hostil. Los sucesos del 11 de septiembre del 2001 sobrecargaron esta ventaja. Los republicanos usaron la guerra contra el terrorismo para aplastar a los demócratas en las elecciones del 2002 y 2004. Pero la guerra de Irak sepultó esta ventaja vital bajo una montaña de incompetencias. Una encuesta de CBS News/New York Times, encontró que sólo el 25% de los ciudadanos aprobaba el manejo de Bush en Irak. Otra encuesta de ABC News/Washington Post encontró que el 63% de los encuestados no confiaba que la administración Bush dijera la verdad sobre posibles peligros externos. El daño no sólo se remitió a la administración, la encuesta Rasmusen de Julio 25-26 del 2007 encontró que la señora Clinton le gana de lejos al Señor Giuliani en el tema de la seguridad nacional. (The Economist, August 11, 2007. Pag. 21)

La administración Bush también ha ofendido a la mayoría conservadora del partido republicano con su política de expansión del gasto público. Los beneficios otorgados por Bush y relacionado con los medicamentos recetados se han transformado en el más grande aumento del gasto público en 40 años. Bush también ha aumentado los gastos en educación federal en un 60% y ha agregado 7.000 páginas de regulaciones federales a los estatutos ya existentes. Por lo tanto, la base conservadora del partido, está enormemente disgustada con esta tendencia que señala un evidente abandono de la idea del gobierno pequeño y limitado. Este disgusto se extiende también contra el Senador McCain, que como candidato presidencial, tiene una política de seguridad y gasto público idénticos a la de Bush. Pero todo esto no es sólo culpa de Bush. La debacle del partido republicano también se debe a la gestión de los congresistas y senadores del partido. La anterior mayoría republicana, rutinariamente otorgó mayores presupuestos a los que pedía el presidente. También aprobó proyectos que contenían gastos destinados a satisfacer demandas de grupos de interés particularistas. Es decir, con suficiente grasa para satisfacer demandas espurias. El número de proyectos financiados con este tipo de gastos relativamente corruptos subió de 1.300 [AC2] en 1994 (Cuando los republicanos se apoderaron del congreso) a 14.000 el año 2005. (The Economist, August 11, 2007.Pag. 21)

La mayoría republicana en el congreso apoyó en masa la invasión a Irak. A esto hay que agregar la corrupción de varios líderes republicanos tales como Tom Delay y otros. También es preciso mencionar la relación corrupta, que congresistas republicanos desarrollaron con una gran cantidad de “lobbistas” involucrados en el programa de privatización de la guerra de Irak y la reconstrucción de infraestructura en el medio oriente. Por lo tanto, Bush es sólo una parte de un problema muchísimo mayor. Bush ha sido un presidente activista que le ha dado a su base conservadora todo lo que ésta le ha pedido. Invadió Irak para dejar contentos a los neoconservadores que pedían esta invasión mucho antes del 11 de septiembre de 2001. Redujo los impuestos para las corporaciones para satisfacer al sector empresarial. Redujo el gasto federal para investigaciones en células madres para satisfacer a los conservadores sociales y nombró jueces conservadores para satisfacer a todas las corrientes del partido. El deseo de satisfacer las demandas del movimiento conservador, es responsable por la incompetencia de la administración. Bush superó a todos los otros presidentes republicanos en su tarea de reclutar a altos ejecutivos públicos, provenientes de las filas del conservadurismo; se eligió a los más puros ideológicamente y no a los más competentes o inteligentes. Más de 150 altos funcionarios públicos son graduados de una Universidad mediocre como es la Universidad Regent, que dirige Pat Robertson. Un presidente más pragmático y menos ideologizado, hubiera despedido a todo el personal incompetente que ha causado tanto daño a la política exterior estadounidense. (The Economist, August 11, 2007. Pag. 22).

Todos estos antecedentes forman la base empírica utilizada para argumentar que las próximas elecciones de a fines del 2008 implicarán una contundente derrota para el partido republicano. El desencanto psicológico, político y económico con los republicanos también se ilustra con magistral precisión en otro articulo titulado “American Politics Is American Turning Left”. (The Economist, August 11, 2007, pag 9).

Por supuesto que el escenario presentado aquí, podría tener un resultado diferente. Los republicanos podrían ganar la próxima elección si Osama decide realizar una masacre parecida a la del 11 de septiembre, o si los republicanos hábilmente utilizan en el futuro, eventos que en el pasado cambiaron la historia de los Estados Unidos, tales como el Álamo, la destrucción del acorazado Maine, el hundimiento del Lusitania, Pearl Harbor o el Golfo de Tonkín.

Las probables políticas socioeconómicas que se implantarán a partir del 2009. El actual partido demócrata esta hastiado con las políticas socioeconómicas impuestas por lo republicanos en los últimos 30 años. El neoliberalismo, el neoconservadurismo y el imperialismo, y todo lo que huela a ideologías contrarias a las bases socialdemócratas y populares del partido, serán naturalmente remplazadas por políticas públicas favorables a los asalariados y a la pequeña y mediana empresa. El libre cambio y el mercado probablemente serán reemplazados por el proteccionismo, Adam Smith será sustituido por Alexander Hamilton y necesariamente tendría que surgir un nuevo trato (New Deal), parecido al formulado y ejecutado por el presidente Roosevelt a partir de los años 30 del siglo pasado.

Todo esto debido a que el estándar de vida de las grandes mayorías, que constituyen las bases del partido demócrata se ha estancado y en muchos casos ha declinado en los últimos años. Por el contrario, el estándar de vida de los ricos, particularmente la de los súper ricos, se ha elevado enormemente, muy parecidos a los que se tenían antes de la depresión de 1929. La clase media también ha visto disminuir la calidad de servicios tales como: vivienda, salud, empleo, educación, transporte, seguridad social, seguridad pública, y en el general todos los bienes y servicios que en años anteriores entregaba el Estado de Bienestar. Los impuestos son regresivos y a los trabajadores se les descuenta por planilla una gran cantidad de tasas e imposiciones mientras que los ricos, con la asesoría de contadores y abogados especializados se las arreglan para pagar muy poco.

La lista de autores que reclama esta injusticia y el peligro que ella representa para la salud del sistema político estadounidense es significativa. En la década de los 80 del siglo pasado, el más destacado de ellos fue William Domhoff, quien publicó una gran cantidad de libros sobre el peligro de la creciente plutocracia.( Domhoff, 1978), (Domhoff, 1983), (Domhoff, 2000). En la década de los 90 el más prolífero de estos autores fue Kevin Phillips, y publicó varios libros tales como: “La política de ricos y pobres”, “ El punto de ebullición”, “Capital arrogante”, “ La guerra de los primos” y finalmente a comienzos del siglo XXI, su famoso libro titulado, “Riqueza y Democracia”.

En este último libro, Phillips (Phillips, 2002) concuerda con Joseph Stiglitz, (Stiglitz,2002) en el punto de que la actual globalización ha beneficiado enormemente a los ricos y perjudicado a los pobres. No sólo a nivel planetario sino particularmente a los estadounidenses. Algunos de los argumentos de Phillips, vale aquí la pena recordar. Señala por ejemplo que la porción de la riqueza del país en manos del 1% más rico de la población, subió de 22% a 40% entre 1979 y 1989. Indica también que para mediados de los años 90 este 1% más rico de la población había capturado el 70% de todas las ganancias producidas entre 1975 y 1995. En el otro lado de la medalla estaba la creciente pobreza de la mayoría de la población. El ingreso real promedio ha bajado[1]. Los salarios se han estancado, se ha reducido drásticamente el sentido de comunidad, los servicios gubernamentales se han deteriorado, la salud física y mental de la mayoría ha declinado drásticamente. Para enfatizar su argumento, Phillips cita al Senador Bradley quien señala que “Cuando la política es secuestrada por el dinero, tal como ocurrió en la última parte del siglo XIX y tal como ocurre hoy día, el pueblo sufre. Ni la oportunidad económica, ni la seguridad económica reciben el lugar que merecen en nuestras ambiciones nacionales. Hay por cierto una relación estrecha y directa entre el nivel de oportunidad y seguridad disponible para toda familia americana y el hecho que mantengamos nuestra democracia separada de las fuerzas del dinero”. (Phillips, 2002 xiv)

Phillips continúa señalando que a comienzos del siglo XXI, Estados Unidos nuevamente se transforma en plutocracia, similar a la plutocracia de la edad Gilded. El año 2000 las fortunas más grandes del país eran cuatro veces más grandes que en 1990, y que estas fortunas deciden los destinos del país. La esencia de un sistema plutocrático es la habilidad que la riqueza tiene para salir del ambiente económico e invadir el ambiente político, y así logran controlar el gobierno del país. Phillips prosigue su análisis señalando que en los Estados Unidos tal como lo explica Samuel Huntington, el dinero se transforma en demoníaco, no porque puede comprar bienes, servicios, sino que cuando compra el poder político. Las desigualdades económicas se transforman en demoníacas y malignas, cuando ellas se traducen en desigualdades políticas. La desigualdad política a su vez lleva a una mayor desigualdad económica. Phillips agrega que la avalancha de libros que discuten esta conversión de la política es abundante. Destacándose entre estos se pueden mencionar los trabajos de Elizabeth Drew, relacionado con la compra de la presidencia, la compra del congreso, y la corrupción de la política americana. Phillips continúa argumentando que muchos observadores han criticado que la recolección de fondos para la campaña presidencial del año 2000 fue una “Primaria de la riqueza” o “un remate de la Nación”. Por su parte el Senador McCain argumenta, que el sistema de financiamiento de las campañas electorales, es sólo un sofisticado mecanismo que asegura que el país se venda al mejor postor. Phillips luego cita al historiador Arthur Shlesinger, señalando que America se ha transformando en una perversión irónica de las palabras del Lincoln en Gettysburg. El gobierno se ha transformado en el gobierno de las corporaciones multinacionales, por las corporaciones y sólo para las corporaciones. (Phillips, 2002)

Phillips continúa su análisis señalando que el comentarista de televisión Bill Moyers, ha dicho que la edad Gilded ha vuelto sólo dos meses después de la inaguración del presidente Bush. Moyers señala que los que gobiernan son los grandes capitalistas, las grandes corporaciones y el gran comercio. Ellos son los grandes señores (los nuevos nobles) que supervisan las acciones del gobierno. La Casa Blanca, el congreso, y el poder judicial reflejan y protegen sus intereses. Parece que el gobierno se maneja por control remoto desde la Cámara de Comercio, la Asociación Nacional de Manufacturas y el Instituto Americano del Petróleo. Naturalmente el pueblo entiende esta situación. En una encuesta de opinión realizado en el 2001 por el New York Times, casi el 60% de los estadounidenses señalaron que la administración favorecía a los ricos y sólo el 10% señala que favorecía a la clase media y a los pobres.

Phillips continúa su análisis señalando que La Organización Ciudadana Por la Justicia Tributaria, sólo analizando la riqueza a 6 funcionarios del Estado, (el presidente, el vicepresidente, y los secretarios de Estado, tesoro, defensa y comercio), tienen ingreso anual de casi 200 millones y una riqueza total de casi 630 millones de dólares. Phillips argumenta que todo esto ocurre mientras la clase media y el proletariado, experimentan drásticas reducciones en ingreso y riqueza. El aumento del ingreso real de la enorme mayoría de los trabajadores estadounidenses (más del 60% de la población) alcanzó su nivel más alto a fines de los años 60 y de allí para adelante se estancó y empezó a declinar. El estándar de consumo de los años 60 se ha mantenido a costa de un enorme aumento del endeudamiento individual. La riqueza total de la mayoría de la población hoy día ha caído bajo los niveles alcanzados en 1973. La enorme mayoría de los ciudadanos sobreviven pesadamente endeudados. Más aún, para mantener los niveles de vida de fines de los años 60, ahora es preciso que marido y mujer trabajen. Esto ha aumentado las presiones de la vida cotidiana. Se trabaja largas horas, los hijos están solos, se viaja al trabajo por largos periodos de tiempo, los beneficios del trabajo se han deteriorado y el empleo temporal e inseguro crea enormes problemas sicológicos. A finales de los años 70, aún cuando el producto bruto siguió creciendo, muchos indicadores señalaban un deterioro significativo en la salud social y política de los Estados Unidos durante los años 80 y 90. Phillips concluye argumentando que ahora, a comienzos del siglo XXI, la declinación relativa de los Estados Unidos como un súper poder económico ha creado la política del resentimiento. Mientras un gran poder económico comienza a decaer, los ciudadanos comunes y corrientes son por lo general los canarios de la mina de carbón. Esto ya que las elites financieras siguen ganando fortunas por dos o tres décadas, la política popular tiende a la frustración. En su comienzo se da lo que los historiadores llaman un “despertar reaccionario”, tal como se dio en el imperialismo popular que dominó a la Gran Bretaña en la década de los años 80 del siglo 19. Sin embargo todo esto cambia cuando el abismo entre la elite y la masa (dos tercios de la población), llega a ser inflamatorio. Es aquí, en este punto, donde la política toma una pronunciada tendencia hacia una confrontación y as una economía antielite. Esto se intensifica enormemente si se produce una recesión económica acompañada de una explosión especulativa. (Phillips, 2002)

Phillips termina su análisis con un anexo sumamente preocupante. El apéndice B se refiere a estadísticas que llevaron a la gran crisis de 1929. El autor señala en una tabla que la proporción del ingreso que es capturado por el 1% más rico de la población llegó a 13,1% en 1914, a 12,8% en 1919, a 14,94% en 1928, a 8,38 en 1948 a 9.3% en 1979 a 12,5% en 1989 y a 15,8% en 1997. En otras palabras, en opinión de Phillips, la distribución regresiva del ingreso a fines de la década de los 90 era peor que la que precedió a la catástrofe de 1929. (Phillips, 2002, 427)

Las predicciones de Phillips escritas a comienzos del año 2002 han resultado acertadas. Un poderoso movimiento político está cuestionando toda la política neoliberal impuesta desde el tiempo de Reagan. El problema ha adquirido características tan dramáticas que incluso el bastión del neoliberalismo fundamentalista, como es la revista “The Economist”, ha publicado diversos artículos señalando peligros políticos que si no son resueltos podrían destruir la actual globalización. A vía sólo de ejemplo, basta mencionar dos artículos publicados en “The Economist” en enero del 2007, y que son indicativos de esta preocupación. El primero se titula “La globalización y el surgimiento de la desigualdad”. Aquí se indica que una venenosa mezcla de desigualdad y salarios estancados en los Estados Unidos pone en peligro la globalización. Textualmente se señala que:

“Desde el año 2001 el salario del obrero típico en Estados Unidos esta detenido, los salarios reales están creciendo menos de la mitad del crecimiento de la productividad. En contraste los ingresos de los altos ejecutivos como aquellos que se juntarán en el Foro Económico Mundial, en Davos Suiza la próxima semana, están gozando de una bonanza. Si se mira 20 años atrás, el ingreso total de un gerente superior ha subido de aproximadamente 40 veces el salario promedio de sus empleados (nivel mantenido por 4 décadas), a 110 veces hoy día”. (Autores más objetivos que el The Economist, señalan que el ingreso de los gerentes es más de 200 veces el ingreso de los salarios promedio). Por el contrario, se señala que la participación del factor trabajo en el producto bruto ha caído a niveles históricos mientras las ganancias se disparan. Se argumenta que el 1% más rico de la población se está llevando la tajada del león de las ganancias de la globalización. Entre tanto, el resto, y no sólo los obreros, sino también la clase media, sufren amargamente esperando la próxima reducción de puestos de trabajo o reducción en los salarios. Naturalmente ellos no están felices. El segundo articulo titulado “En la sombra de la prosperidad” se discuten las penurias, sacrificios de aquellos millones de estadounidenses que se consideran los perdedores en el proceso de globalización (“The Economist”, January 20, 2007 15-16 y 32-34)

Finalmente un reciente artículo de Foreingn Affairs, confirma las tendencias descritas anteriormente. Kenneth Scheve y Matthew Slaughter, en su artículo titulado “Un nuevo Trato para la globalización”, señala textualmente que: “Los ingresos de los trabajadores estadounidenses aún aquellos con títulos universitarios, han caído sustancialmente. La desigualdad es mayor ahora que en ningún otro periodo en los últimos 70 años. Cualquiera que sean las causas de este fenómeno, el resultado ha sido un enorme y peligroso crecimiento de sentimiento proteccionista”, los autores luego señalan que a fin de salvar la globalización, los políticos deben repartir mucho mejor las ganancias y el mejor camino para hacer esto es la redistribución del ingreso. En forma más detallada se señala que menos del 4% de los trabajadores estaban ubicados en grupos educacionales que gozaron de aumentos en sus ingresos promedios entre el año 2000 y 2006. Este ingreso promedio creció para aquellos trabajadores con doctorados y algunas maestrías profesionalizantes. Pero el ingreso promedio cayó para todo el resto. En contraste con otras épocas, hoy día no sólo están sufriendo los que están en la base de la pirámide salarial, sino que también individuos con título universitario han visto sus ingresos declinar. Se concluye que la desigualdad en Estados Unidos es mayor hoy que en cualquier otro periodo desde los años 20 del siglo pasado. (Foreingn Affairs, July/August 2007, 37; Krugman 2007).

Como conclusión de toda esta literatura previamente mencionada, es necesario enfatizar que los buenos trabajos del proletariado de antaño ahora están en la China, India o México. El empleo de muchos es temporal, mal pagado e inestable, casi cincuenta millones de ciudadanos no tienen seguro medico. Sectores industriales completos han cerrado sus puertas, por lo tanto, barrios y ciudades se han transformado en pueblos fantasmas donde reina el desempleo y la pobreza. Se asume que el libre mercado global es el culpable de todos estos males y la solución de esto es el proteccionismo. Se están desempolvando viejos tratados y ahora se discute a Hamilton, Jefferson y Washington, dejando de lado a Adam Smith, Ricardo, Milton Fridman y el resto de la escuela de Chicago. El obrero americano no puede competir con el semi esclavo asiático que gana unos pocos dólares al día, cuando el estadounidense gana como mínimo 6 dólares la hora (US$75 la hora en el caso de los obreros automotrices). En el costo de un automóvil estadounidense, alrededor de US $1.600 son para pagar el seguro médico de los trabajadores, mientras que para un auto japonés, este costo es sólo de US $100.ºº y en el caso de los obreros chinos, este costo no supera los 10 dólares. El año pasado, los vehículos asiáticos capturaron la mitad del mercado estadounidense. Como consecuencia directa de la caída de la competitividad industrial en los Estados Unidos, las pérdidas en el sector industrial son enormes. La Ford reportó pérdidas de casi US $ 13.000 millones el año pasado. Por razones similares, la General Motors planea despedir a más de 30.000 obreros antes de fin de año (The Economist, septiembre 29, 2007, pp. 67-68)

Así no se puede competir, y así lo han entendido los líderes del partido demócrata. Naturalmente, de esto se habla poco para no asustar demasiado a los sectores ultra conservadores y religiosos fundamentalistas de la sociedad estadounidense. Pero las señales son claras para todos los que las quieran ver. La idea fuerza es reconstruir el Estado de Bienestar y naturalmente esto costara mucho dinero. Estos recursos se lograrán con los impuestos que se cobrarán a aquellos individuos con ingresos superiores a los US $ 150.000 al año (y particularmente aquellos con ingresos superiores a medio millón de dólares al año). Demócratas a la presidencia tienen ideas similares, pero la persona ideológicamente más comprometida con el reemplazo del modelo liberal globalizante por el modelo socialdemócrata proteccionista es la senadora Clinton.

El partido demócrata también esta cansado con la política intervensionista-imperialista, implementada por los republicanos. El trabajo de ser policía del mundo es irracional y los beneficios que esto da sólo favorecen a un pequeñísimo número de dueños del capital, profesionales y ejecutivos de las multinacionales. Con esta política imperialista, el prestigio de Estados Unidos está por los suelos y la mayoría de la población del planeta esta acumulando odios hacia el Estado norteamericano. Se argumenta por muchos académicos que esta tendencia es sumamente peligrosa para la existencia misma de la república.

En un reciente articulo en Foreign Affairs, Charles A. Kupchan y Peter L. Trubowitz con alarma observan las profundas divisiones que existen hoy día en los Estados Unidos sobre la naturaleza y objetivos de la política exterior. Señalan que estas divisiones pueden producir primero, un liderazgo fallido en la arena mundial y luego, una tendencia aislacionista. Se propone que las responsabilidades y compromisos externos deben ser reducidos a un nivel en que ellos puedan ser políticamente sustentables. Sólo así se podrá recobrar liderazgo mundial y restablecer un consenso básico en la política externa nacional. Indican con preocupación que a principios del siglo XX, las profundas divisiones partidistas produjeron cambios peligrosos y no predecibles en la política exterior del país. Estos cambios finalmente llevaron hacia una política aislacionista y a la tendencia a separarse y aislarse del mundo. Se argumenta que una dinámica similar se está produciendo al comienzo del siglo XXI. El unilateralismo de la administración Bush, ya se ha probado que no es sustentable. El partido demócrata tiene ambiciosos planes para dar nueva vida a las organizaciones internacionales y en particular a Naciones Unidas, pero los autores señalan que esta estrategia es también insostenible políticamente. El partido republicano tiene poca paciencia para el multilateralismo cooperativo y no es favorable a las Naciones Unidas, seguramente usará sus senadores para bloquear cualquier intento en esa dirección. Se señala que toda esta enorme brecha programática y la extremadamente ácida disputa domestica, producto de la guerra en Irak, ha reactivado la política sectaria que es enemiga del compromiso. Esto podría una vez más obstruir políticas de Estado consensuadas y con ello, provocar una retirada irregular del mundo exterior. Se indica que el electorado ya tiene esta tendencia de forma acentuada. Se trata de salir de los problemas cueste lo que cueste. Para documentar esta visión, los autores citan un estudio de opinión elaborado en diciembre del 2006 por la Encuesta C.B.S. En ella, la mayoría o más del 52% de los norteamericanos, piensa que el país debe preocuparse de sus propios problemas. Se señala con alarma que durante la apasionada oposición a la guerra de Vietnam, sólo el 36% de los estadounidenses mantuvieron esta posición aislacionista. Actitudes de este tipo son particularmente pronunciadas entre los jóvenes. El 72% de aquellos que tienen entre 18 y 24 años reclaman que Estados Unidos no debe involucrarse en los asuntos de otros países y menos, resolver crisis globales. Se concluye indicando que si Washington continúa con su actual estrategia intervensionista, que naturalmente excede sus medios y recursos políticos, el sentimiento aislacionista entre los estadounidenses con seguridad crecerá a niveles inmanejables (Foreign Affairs, Julio-agosto 2007)

Ahora, es preciso señalar que según los postulados de la Escuela Realista de las Relaciones Internacionales, para ser un policía efectivo del mundo, se necesitan algunos requisitos fundamentales. Primero, poseer al menos la mitad del territorio del planeta, segundo, contar con la lealtad de al menos la mitad de la población mundial, tercero, poseer más de la mitad del producto interno bruto mundial, y finalmente, tener unas fuerzas armadas de no menos de trece millones de soldados (un policía por cada 500 habitantes del planeta). Naturalmente que estas cuatro características no se encuentran en las bases del actual poder estadounidense. Por lo tanto, el imperialismo es una política irracional y potencialmente suicida. Este imperialismo cansado como lo llama Ferguson, (Ferguson, 2005) debería ser rápidamente reemplazado por una retirada estratégica, o también llamada como la política de “Fortress América” o Fortaleza Americana. De acuerdo a ella, los Estados Unidos se retirarían militarmente del mundo, concentrarían sus tropas en el continente americano y allí las harían imbatibles e inexpugnables. De este modo ningún poder hostil o combinación de poderes hostiles podría tener éxito en una agresión hacia los Estados Unidos y Canadá.

Una similar política aislacionista ya fue implementada en épocas anteriores. Ella guió las relaciones internacionales de los primeros años de la Republica y de gran parte del siglo XIX. Ella volvió a ser implementada después de la primera guerra mundial y se mantuvo hasta que los Estados Unidos fueron atacados por Japón en 1941. Naturalmente el partido demócrata no discute ni defiende abiertamente sus intenciones en política exterior, y ello porque despertaría la oposición inmediata de una potente minoría religiosa fundamentalista y retrograda que aún mantiene ideas irracionales, no científicas, mesiánicas e imperialistas tales como por ejemplo, la defensa a ultranza del Estado de Israel.

De todos modos, el aislacionismo y la “Fortaleza Americana”, probablemente será el corazón de la política exterior estadounidense si la actual elite demócrata obtiene el poder el próximo año.

Probable Impacto de la Victoria Demócrata sobre la Globalización Actual Las políticas en defensa del interés nacional de Teodoro Roosevelt, Wilson, y otros presidentes progresistas de comienzo del siglo XX, fueron sin duda una de las causas importantes del fin de la globalización que duró entre 1870-1914. Posteriormente el golpe de gracia a los restos de esta globalización la dio el presidente Franklin Delano Roosevelt después de 1929. Con los demócratas en la Casa Blanca y en el congreso en el 2009, probablemente se incentivará el proceso de creación de grandes bloques comerciales que podrían terminar con la globalización actual iniciada en los años 70 del siglo XX. La lucha comercial entre estos bloques sería casi inevitable. El desarrollo económico del planeta se basará entonces en poderosos bloques autárquicos. Esto es lo que Huntington ha llamado “El conflicto de las civilizaciones” (Huntington, 1996)

El mercado común Europeo; Rusia y sus aliados del este; los Estados Unidos y Canadá en América del Norte; Latinoamérica, los musulmanes y África, cada uno por su lado, y el gigante asiático compuesto por los tigres asiáticos; Japón, China e India, competiendo furiosamente contra todos los otros bloques juntos.

Los países pequeños y exportadores de materias primas no integrados a uno de estos grandes bloques en guerra comercial, probablemente entraran en un proceso de aguda decadencia económica política y social. Para los aislados, los mercados se cerrarán tal como ocurrió después de 1929. Los pequeños países exportadores tendrán la opción de integrarse con países con cultura y religión afín y de su misma civilización o quedar aislados sufriendo las consecuencias.

Desafíos para Chile: Si todo esto se desarrolla de acuerdo al escenario esbozado más arriba, nuestro país estaría en serios problemas. Las manzanas, los kiwis, arandanos, uvas, vinos y tantos otros productos agroindustriales de exportación, encontrarán formidables barreras aduaneras, donde hoy día entran con tasas razonables. Lo mismo ocurrirá con los productos de celulosa y madera, cosa igual pasaría con las exportaciones de productos pesqueros y mineros. Si todo esto ocurre se producirá una sustancial caída en nuestras exportaciones. Esta crisis económica creará a su vez, desempleo masivo e impedirá que podamos adquirir suficientes divisas para comprar petróleo, medicamentos, maquinarias sofisticadas y un sin número de productos de consumo. Es probable que la enorme crisis social (cuestión social), que arrasó con Chile a partir de las crisis económicas de principios del siglo XX se vuelva a repetir con efectos altamente negativos devastadores para nuestra sociedad.

Para evitar esta negativa situación socioeconómica y política, es preciso integrarse a proyectos de cooperación comercial del continente latinoamericano. El Mercosur, el Mercado Andino y la nueva iniciativa de integración chavista (Alba), deberían ser exploradas con sumo cuidado, objetividad y patriotismo continental. El enorme mercado que va desde el Rió Grande en México a la patagonia, debe ser la tabla salvadora para los países latinoamericanos.

Es altamente probable que Latinoamérica se vea obligada a reinventar el Estado de Bienestar que se creó a partir de la gran crisis de los años 20 y que gracias a la estupidez de las políticas neoliberales y de las dictaduras de derecha se perdió a principios de los años 80 del siglo pasado. En los años 30 la tarea fue facilitada por la política del “buen vecino”, del Presidente Roosevelt. Es probable que esta vez el nuevo estado de bienestar latinoamericano, deba ser creado independientemente de lo que haga o no haga Estados Unidos.

CONCLUSIONES

La posibilidad que el sistema económico mundial cambie de la actual globalización liberal a un sistema de bloques o mercados comunes autárquicos pareciera ser probable. Estos grandes bloques económicos naturalmente serian antagonistas entre sí, conformando lo que se ha denominado “El Choque Económico de las Civilizaciones”. Naturalmente si este choque se produce, ello traería consecuencias negativas para Chile.

Nuestro país ha puesto todos sus huevos en la canasta de la globalización neoliberal y por lo tanto, se encuentra desnudo de defensas alternativas para enfrentar una crisis producida por el fin de la actual globalización, ya sea en caso que esta globalización se hunda por conflictos bélicos (como sucedió con la globalización decimonónica que colapsó en 1914) o ya sea por el prolongado conflicto económico, donde el proteccionismo exacerbado produce el colapso del comercio entre distintas regiones del planeta.

Ante estas posibles, futuras perspectivas, el país debería prepararse. Debería empezar esta tarea con la preparación de un estudio objetivo y desapasionado de la situación internacional. Esta tarea la tienen que hacer las Universidades en sus centros de investigación especializada. Esperar que la actual elite política, inicie y concluya con éxito un estudio de este tipo es utópico. Las preocupaciones de la política doméstica contingente son demasiado absorbentes. Además, es poco probable que la presidenta se preocupe de formar una comisión para estudiar el problema que se nos vendría encima si la actual globalización colapsa. Está claro que este problema es muchísimo más grave que la seguridad pública, la salud, educación, seguridad social, o los salarios. Lo que está en juego aquí es todo el modelo neoliberal chileno y la falta de respuesta que éste tendría para el caso que la globalización se hunda.

Las universidades pueden hacer mucho mejor este trabajo, ya que ellas tienen especialistas en relaciones internacionales, mucho más objetividad y mucho menos intereses creados. Afortunadamente Chile tiene una valiosa experiencia acumulada en los diagnósticos que se hicieron cuando el modelo liberal dejó de funcionar adecuadamente para Chile en los años del siglo pasado. Hay abundante literatura sobre este tema y escrita en la década de los años 30. Particularmente significativos fueron acuciosos estudios realizados por diferentes colegios profesionales entre los cuales se puede destacar el Colegio de Ingenieros de Chile, la Academia Chilena de la Historia, y particularmente, Departamentos especializados de la Universidad de Chile. Rol destacado entre estos esfuerzos intelectuales y académicos tienen los libros escritos por el Presidente Pedro Aguirre Cerda.

También es preciso mencionar algunas tesis doctorales escritas por académicos estadounidenses, donde se escudriña, estudia y analiza a profundidad los antecedentes que llevaron a la creación del Estado de Bienestar en Chile y la Corporación de Fomento a la Producción en la década de los años 40 del siglo 20[2]. También hay importantes trabajos donde se detallan todas las circunstancias que permitieron reemplazar el modelo exportador de materias primas por el modelo de sustitución de importaciones y la industrialización. Los archivos de la CEPAL, así como los archivos de la CORFO, serian una fuente valiosísima de material bibliográfico que puede ser de mucha utilidad para analizar y diseñar las futuras estrategias y el modelo que nuestro país debería adoptar si es que el cambio paradigmático de sistema global predicho aquí, llegara a producirse.

En conclusión, se necesita un “nuevo ladrillo”, es decir, un documento parecido al que prepararon académicos de la Universidad Católica y que fue luego utilizado por la dictadura militar para implementar a sangre y fuego el neoliberalismo en Chile. El nuevo ladrillo debería preocuparse de tres temas importantes. Primero, como crear un nuevo Estado de Bienestar que sea mucho más eficaz y eficiente que el Estado de Bienestar que se creó en Chile después de la crisis de 1929. Segundo, elaborar una estrategia de desarrollo de economía mixta, donde el Estado se haga cargo de la industrialización acelerada del país, mediante el uso de empresas estatales. Naturalmente, pilar fundamental de esta nueva política, deberá ser la renacionalización del cobre. Igualmente se debería pensar en como empresas estatales pueden entregar servicios públicos baratos y de buena calidad, tales como agua, alcantarillado, obras públicas, carreteras, puertos, electricidad, telecomunicaciones, transporte público, salud, educación, vivienda, seguridad social, etc. Esta estrategia de desarrollo estatista e intervensionista naturalmente que debe ser complementada con una estrategia de fomento y desarrollo del sector privado, particularmente el sector dedicado al consumo interno, a la sustitución de importaciones y prioritariamente, a aquel sector dedicado a las exportaciones. La actual estrategia exportadora en manos privadas debe seguir y fortalecerse pero esta vez, preferentemente orientada hacia Latinoamérica. Tercero, el nuevo ladrillo debe también incluir ideas, proyectos y políticas, relacionadas sobre como participar y colaborar activamente con otros países latinoamericanos en la formación de un gran mercado común que se extienda desde el Río Grande en México hasta la Patagonia; las iniciativas del MERCOSUR y el Mercado Común propuesto por el Presidente Chávez deben estudiarse con particular cuidado.

Bibliografí

a:

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* Fernando Duque Ph.D. Ciencia Política, Universidad de California; experto de Naciones Unidas por 20 años y actual profesor titular en Ciencia Política, Universidad de los Lagos campus Chinquihue, Puerto Montt.

[1] En la página 129, Phillips incluye una tabla que muestra la creciente disparidad del ingreso en Estados Unidos.

Tabla 3.9 b. Creciente Disparidad del Ingreso. Fuente: Congressional Budget office. Reprintes in New York Times September 5.1999.


Participación en el Ingreso

Ingreso Promedio después de Impuesto



1977 %

1999 %

1977 US

1999 US$

Cambio %

Quintil más pobre

5.7

5.2

10.000

8.000

-12

Quintil pobre

11.5

9.7

22.100

20.000

-9.5

Quintil medio

16.4

14.7

32.400

31.400

-3.1

Quintil medio alto

22.8

21.3

46.600

45.100

-5.9

Quintil alto

44.2

50.4

74.000

102.300

38.3

Uno % mas alto

7.3

12.9

234.700

515.600

119.7

[2] Entre las tesis doctorales que analizan la creación del Estado de bienestar en Chile, se pueden mencionar las siguientes:

Fleet, M. “Ideological Tendencies within Chilean Christian Democracy”, Unpublished Ph.D. Dissertation University of California. Los Angeles. 1971; Johnson, D. “Industry and Industrialist In Chile” Unpublished Ph.D. Dissertation Stanford University Press, 1967; Neff, J. “The Politics of Stalemate: And Interpretation Essay on Contemporary Chilean Politics”, Unpublished Ph.D Dissertation. University California, Santa Barbara, 1973; Parrish, Ch. “The Politics of Economic Development: Bolivia and Chile” Unpublished Ph. D. Dissertation University of North Carolina, 1965; Silvert, K. “The Chilean Development Corporation” Unpublished Ph.D Dissertation University of Pennsylvania, Philadelphia 1948; Snow, T. “The Radical Parties of Chilean and Argentina”, Unpublished Ph.D. Dissertation University of Virginia 1962; Duque F. “The Chilean National Electric Enterprice (ENDESA)”. Unpublished Ph.D Dissertation University of California, Los Angeles 1978.