Señora Michel Bachelet
Presidenta de la
República de Chile
Respetada señora presidenta:
Estamos en un periodo paradigmático de verdaderos y enormes cambios históricos. Mucho más importante que los cambios que ocurrieron con la caída de los socialismos reales y particularmente con la desaparición de la Unión Soviética a comienzos de década de los años 90 del siglo pasado.
La caída de los socialismos reales produjo un enorme y devastador impacto en la psiquis planetaria. El movimiento socialista mundial cayó en un profundo estupor. Gran parte de sus filósofos e ideólogos denegaron de sus ideas y de sus libros. No pocos adoptaron la única ideología que aún sobrevivía con éxito a nivel planetario es decir, el liberalismo.
Cientistas políticos de gran prestigio anunciaban un nuevo amanecer en la humanidad. Huntington predijo la nueva ola democratizadora y Fukuyama anunció el fin de la historia. Ahora, el liberalismo democrático dominaría todos los sistemas políticos, y el capitalismo anglosajón dominaría todas las economías del planeta.
En Chile, el impacto de este gran fenómeno histórico fue igualmente avasallador. La ideología neo liberal entró como un gigantesco tsunami en todos los rincones de la vida política y económica nacional. La Democracia Cristiana abandonó varios siglos de pensamiento humanista cristiano y su comunitarismo socioeconómico. Los partidos marxistas se avergonzaron de Marx, Engels, Lenin, Mao y Fidel Castro. Casi todos, sin excepción, aceptaron el gigantesco triunfo ideológico del liberalismo. Los libros de Adam Smith, Ricardo, Mills, Buchanan, Freedman y tantos otros dominaron el pensamiento político chileno. Muy pronto nació el consenso de Washington, las privatizaciones, la reducción del tamaño y función del Estado
y naturalmente, toda la teoría y metodología del ajuste estructural.
No obstante Chile, al igual como lo hizo entre 1810 y 1829 y particularmente entre 1891 y 1920 (la primera y segunda ola liberal que ha experimentado el país), ignoró totalmente un importantísimo componente del modelo económico liberal. Este componente fundamental se le denomina el resorte, el espíritu, el alma, la pasión, o los valores culturales y éticos esenciales para el buen funcionamiento de dicha ideología. Cuando la sociedad posee en su subsistema cultural una gran abundancia de los valores éticos que sustentan el modelo capitalista moderno, este modelo enriquece a las naciones y crea en la tierra el paraíso soñado por los autores bíblicos. Pero cuando este espíritu o resorte no existe o existe muy débilmente se crea un infierno que termina por incendiarse en llamas irremediables. Esto ha sido analizado extensivamente por los filósofos liberales modernos empezando con Adam Smith y luego siguiendo con Weber, Parson, Schumpeter, McClelland, Winter, Pye, Almond, Coleman, Powell, Huntington y Landes. En América Latina los pensadores más destacados en este tema han sido Claudio Veliz, Carlos Alberto Montaner y Mario Vargas Llosa.
El capitalismo moderno no funciona adecuadamente con lo que vulgarmente se conoce como “la ética de mercado” es decir, la búsqueda de lucro. El capitalismo moderno funciona sólo con la ética protestante en occidente y con la ética confusionista en el Oriente. Las características más importantes de esta ética en occidente son el trabajo constante y productivo, el ahorro sostenido, la inversión razonable y juiciosa, el mandato divino por expandir los negocios y las empresas a fin de dar trabajo masivo, el respeto a la naturaleza y el medio ambiente, el salario y la jubilación digna para los trabajadores, la filantropía, el rol social de la empresa, la represión del consumo superfluo y finalmente la entrega de la riqueza personal acumulada mediante fundaciones destinadas a ayudar a los pobres y a los menos favorecidos. La salvación, el tema central de los calvinistas (o sea la entrada al paraíso después de la muerte en la tierra), sólo se obtiene si el individuo ha llevado una vida ejemplar, similar a la de los santos de la Biblia. Al acercarse a la vejez, el calvinista debe desprenderse de sus riquezas materiales ya que cree fervientemente en el precepto de que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos”.
Sin este poderoso componente ético fundamental, el modelo capitalista se corrompe hasta sus bases esenciales, muere y se pudre irremediablemente; entonces se produce lo que Montesquieu denominaba “la pérdida de la virtud republicana” o sea, la pérdida del resorte que legitima la forma de gobierno denominada república aristocrática. Marx denominó a este sistema corrupto el infierno en la tierra. Los burgueses representados por los empresarios grandes, medianos y pequeños, se corrompen hasta los huesos, e inventan esquemas fraudulentos a fin de ganar cada vez más dinero con el objetivo de darse la gran vida aquí en la tierra. Ya no hay diferencias entre capitalistas y vulgares piratas, bandoleros o mafiosos. Estos esquemas fraudulentos y corruptos se desploman como un castillo de naipes. Como resultado de esta corrupción ética, primero se produce la inflación desenfrenada, luego la recesión y finalmente la deflación paralizante. Toda esta cadena de causa y efecto termina por crear la miseria de cientos de millones de seres humanos que pierden sus empleos. El planeta entra así en un ciclo económico depresivo que arruina a naciones y civilizaciones. Esta catástrofe económica termina con guerras civiles y finalmente en guerras que involucran a muchos países.
Esta triste anaciclosis (o teoría de los ciclos históricos) ha ocurrido de esta manera en forma regular durante los últimos 500 años. Esta teleología histórica es la que Marx utilizó para explicar las contradicciones dialécticas del capitalismo corrupto. En esencia, este sistema crea dialécticamente las semillas de su propia destrucción. El afán o espíritu de lucro desbordado produce inversiones especulativas. Esto porque los capitalistas corruptos no se conforman con un 5 ó 10% de ganancia anual y aspiran a retornos superiores al 20 ó 30% del capital invertido. Para lograr estas ganancias excesivas los capitalistas deben lograr una mayor plusvalía de sus trabajadores. Esta práctica determina que grandes sectores del planeta se empobrezcan relativamente, al mismo tiempo que insignificantes minorías se enriquecen a niveles jamás experimentados por la historia humana. La extremada concentración de la riqueza en pocas manos lleva al inicio del ciclo económico depresivo. Éste es un círculo vicioso que se inicia con un fundamental desequilibrio sistémico entre oferta y demanda. La oferta de productos y servicios es enorme y esto por la expansión especulativa de las inversiones, pero al mismo tiempo, debido a la plusvalía la demanda real es cada vez menor. La plusvalía impide el crecimiento del poder adquisitivo de las grandes mayorías y estas gradualmente dejan de comprar y consumir. El capitalismo corrupto por un tiempo logra solucionar este desequilibrio con el crédito fácil, pero este instrumento al cabo de algunos años también colapsa y pronto el círculo vicioso se inicia nuevamente. Los escaparates de las grandes tiendas están llenos de productos no vendidos, lo mismo ocurre con las bodegas de los productores. Naturalmente, siguiendo la ley de la oferta y la demanda, los precios gradualmente comienzan a bajar al comienzo del ciclo para luego desplomarse en una deflación generalizada. Por supuesto que con la bajada de los precios de bienes y servicios las utilidades también disminuyen y pronto dejan de existir. Las empresas fracasan y las quiebras se expanden por todos lados. Las quiebras producen un ejército de desempleados que gradualmente se van sumando a la enorme muchedumbre de ciudadanos incapacitados para gastar y consumir. Es así como se desata la depresión donde los precios y las utilidades caen en picada porque son muy pocos (los muy ricos) los que pueden preservar su poder de consumo anterior; la economía se paraliza y termina por colapsar irremediablemente.
En la primera mitad del siglo 20 esto fue lo que ocurrió en Chile entre 1911 y 1914, y luego entre 1918 y 1920 y finalmente, entre 1929 y 1938. El Estado social demócrata o también llamado Estado de bienestar que fue la respuesta a esta crisis, se extendió entre 1940 y 1973. A pesar de sus imperfecciones, el control de la economía por parte del Estado durante este período, impidió la repetición del catastrófico círculo vicioso depresivo.
No obstante, la vuelta al liberalismo a partir de 1973 produjo las crisis de 1974 a 1976, posteriormente las crisis de 1982 a 1984 y finalmente, la crisis de 1997 a 1998.
La crisis actual iniciada en diciembre de 2007, también al igual que las anteriores, se ha producido por un profundo desequilibrio entre oferta y demanda. Una vez más la teoría marxista de la plusvalía sirve para entender este fenómeno. En los países centrales o con capitalismo desarrollado, en los últimos 30 años los ricos se han hecho inmensamente más ricos, mientras las enormes mayorías han perdido los niveles de ingreso propios del Estado de bienestar. Este desequilibrio se solucionó por algunos años con el crédito fácil, particularmente con las tarjetas de crédito. Pero es precisamente este invento genial y maquiavélico el que ahora no funciona.
El despreocupado consumidor armado con docenas de tarjetas de crédito ahora se ha quemado y está gravemente herido. Tiene profundo miedo y está empezando a recordar y entender el gran temor que sufrieron sus abuelos con la gran depresión del año 29. Ante la catástrofe de perder su casa y también perder el empleo, los ciudadanos de aquella época, recurrieron a prácticas tradicionales y ancestrales como la drástica reducción del consumo y el cuidadoso ahorro de todo dinero sobrante. Eso es precisamente lo que está empezando a ocurrir ahora. El Estado podría cubrir todas las pérdidas de los bancos y estos podrían empezar a prestar alocadamente como antes. Pero el ciudadano promedio está herido y con mucho miedo y ninguna de estas medidas resultará tal como lo esperan las autoridades. La única manera en que el mundo se recupere es procurando un trabajo seguro y bien remunerado para las grandes mayorías. Esto sólo lo puede otorgar el Estado. Naturalmente esto es precisamente lo que el presidente electo Obama piensa hacer en los Estados Unidos y los líderes de Europa, Japón y China piensan hacer en sus respectivas regiones. Pero esto es un cambio trascendental de larga y difícil duración. Las empresas estatales necesitan ser creadas y financiadas y el personal necesita ser reclutado y entrenado. Por lo tanto, los resultados de todo este gigantesco cambio sólo podrían tener un efecto significativo después de algunos años de implementación.
Debido a todo esto es que la crisis planetaria no será de una rápida caída seguida de una rápida recuperación. En otras palabras, el mundo no verá un gráfico tipo V así como ocurrió en las crisis de la segunda mitad del siglo 20. Esta vez el problema es muchísimo más profundo y el gráfico que se debe esperar es parecido a una L es decir, una drástica caída en el producto bruto mundial seguida de una muy lenta y duradera recuperación. En esta situación, la recuperación sería después de varios años tal como ocurrió en la gran crisis del año 29, o como la crisis que ha tenido el Japón en los últimos 12 años.
Chile tiene fondos de reserva para sobrevivir una brutal caída de sus exportaciones. Sin embargo, estos fondos con suerte durarán unos tres o cuatro años. Pero si la crisis es en L tal como la actual crisis japonesa después del cuarto año no habrá divisas para importar petróleo, maquinarias, medicinas y comida. En otras palabras, el país se hundirá en un caos económico similar al que Chile vivió en los primeros 30 años del siglo 20. Posteriormente a esta catástrofe económica, surgirá la crisis social y esto se rematará con una enorme crisis política.
Es preciso recordar que la mal llamada “cuestión social” fue la terrible lacra de pobreza extrema que afectó a la inmensa mayoría de los chilenos entre 1900 y 1938. El pueblo empezó a morirse de hambre y en desesperación, se organizaron ollas comunes para dar un plato caliente a los millones de desempleados que invadían el valle central huyendo de la miseria de la minería paralizada en el norte y de los fundos paralizados en el sur. Se llegó a un punto tan extremo en que compañías multinacionales de seguros dejaron de vender pólizas a sectores medios y aún a sectores de la burguesía. El crecimiento demográfico como consecuencia de todo esto cayó brutalmente.
La catástrofe social provocó a su vez un profundo cambio político. La oligarquía antipatriótica que gobernó Chile después de la muerte del presidente Balmaceda fue reemplazada por la clase media en 1920. Fue esta nueva clase dirigente la que en desesperación, dio los primeros pasos para crear el Estado Social Demócrata o también llamado Estado de Bienestar, y el cual se consolidó después de 1939 con la elección de presidentes radicales y la creación y desarrollo de la Corporación de Fomento a la Producción y las decenas de empresas estatales que dependían de ella.
Ahora, a mediados de diciembre de 2008, parece ser evidente que nuevamente tenemos un inmenso cambio paradigmático. El presidente electo Obama acaba de anunciar que revivirá toda la estructura estatal que soportó el Nuevo Trato del presidente Roosevelt. Es decir, sacará al país del abismo al cual lo empujó el presidente Bush, a través de la acción estatal, principalmente de la creación de instituciones y empresas públicas.
De esta misma forma, Chile debería archivar toda la literatura relacionada con la ideología económica y la política liberal. Ella no podrá aplicarse por muchos años pues el mundo definitivamente cambió a mediados del 2008, cuando el Estado se hizo cargo del sistema financiero estadounidense. Este es un cambio mucho más drástico y fundamental que el cambio que provocó la caída del muro de Berlín y posteriormente, la caída de los socialismos reales a partir de los años 90 del siglo 20 y que sepultó al socialismo totalitario.
Es preciso volver al pragmatismo no ideológico y rescatar algunas prácticas social demócratas. Chile no podrá ofrecer tasas de retorno al capital suficientemente atractivas por los próximos 5 a 10 años. Por lo tanto, no podrá contar ni con el capital nacional ni el extranjero para salir del hoyo económico al cual probablemente se caerá en los próximos 2 años.
La solución de emergencia radica en la creación y desarrollo de instituciones estatales y de empresas públicas muy bien equipadas y muy bien administradas para producir los bienes públicos y de consumo que no se podrán importar. Pero más importante a fin de reducir la cesantía a niveles manejables, los bienes públicos tales como el agua, la electricidad, el gas, las telecomunicaciones, el transporte, alcantarillado, industria pesada, salud, educación, obras públicas, vivienda, minería, bancos, etc., deberán ser manejadas por el Estado.
En las crisis agudas de la primera mitad del siglo pasado, el producto nacional de Chile, bajó de entre un 20 y un 30% y la cesantía real subió a un 20 y un 30% de la masa laboral. Esto fue precisamente lo que ocurrió en tres ocasiones en la primera mitad del siglo 20 (crisis 1911 – 1914, 1918 – 1920 y 1929 – 1938). El sector privado internacional abandonó rápidamente el país y el sector privado nacional se desplomó en forma inoperante y vergonzosa. Por lo tanto, la única alternativa posible fue recurrir a la acción estatal y ello evitó una catástrofe social y política de una magnitud muchísimo mayor. Otros países fueron menos afortunados, cayeron en el caos absoluto y luego en dictaduras totalitarias interminables, ya fuera de corte fascista o de corte comunista.
Ahora en cambio, las condiciones internacionales son adecuadas para una solución social demócrata en Chile. Los Estados Unidos, aún cuando quisieran, no podrían intervenir en Chile. El país puede con tranquilidad, re-nacionalizar las minas privadas de cobre y de otros minerales estratégicos. Las tropas del policía mundial están ocupadas en el medio oriente y esa es la zona que será de vital importancia para la super potencia en los próximos 5 a 10 años. Además, los ciudadanos estadounidenses acaban de elegir a un presidente, que además de prometer políticas no intervencionistas ni imperialistas, no tendrá más remedio que aplicar medidas económicas similares a las que aplicó el presidente Roosevelt en la década de los años 30 del siglo pasado. Es decir, un acentuado keynesianismo que se traducirá en revivir una vez más el Nuevo Trato, donde el Estado se hace directamente cargo de crear empleo a millones de ciudadanos mediante la reparación y reconstrucción de gigantescos proyectos de obras públicas. Para ello se fortalecerán empresas públicas tradicionales tales como la Administración del Valle del Tenesee (TVA), la NASA, las Autoridades Portuarias y la Autoridad encargada de la construcción de carreteras, puentes, viaductos y represas.
Europa, China, la India, los tigres asiáticos y Japón, pronto tomarán el mismo camino intervencionista. Gran parte de América Latina ya está adoptando esta nueva política social demócrata. La derecha europea ve con desesperación las nuevas políticas del primer ministro británico Brown y del presidente francés Sarkozy. A ambos los está acusando de ser socialistas encubiertos ya que ambos han declarado que el neoliberalismo es un cadáver y que debe ser enterrado lo antes posible.
Fuera de crear rápidamente empresas públicas de calidad (existe el conocimiento teórico y práctico necesario para alcanzar alta productividad y evitar la corrupción en el funcionamiento de estas organizaciones estatales), Chile debe integrarse y colaborar con los esfuerzos que el continente latinoamericano está haciendo para formar un mercado común en la región. Es sólo cuestión de tiempo para que México, Centro América, Colombia y Perú se integren a este creciente movimiento independentista del sur. Chile no puede ni debe quedar aislado en la región. Ello sería insensatamente peligroso para la seguridad nacional y sobrevivencia del país.
Señora presidenta, acuérdese de sus hermosos sueños de juventud. Ellos naturalmente no pudieron realizarse porque en esos años el mundo era distinto y las fuerzas opuestas al progreso económico y social de las grandes mayorías eran enormemente poderosas y aplastantes. Ahora la situación es totalmente distinta. Por favor levántese y mire hacia las estrellas y deshágase de los Velascos que la rodean. Atrévase a liderar la salida de la obscura caverna donde todo es sombra en blanco y negro. Ya una pequeña y brillante luz se ve al fondo y arriba de esta gruta. Afuera hay un sol radiante que da un brillo especial a los fabulosos colores de un gigantesco arco iris que ya se diseña en el horizonte.
La situación de Chile a comienzos del 2009 será como el dilema que podría tener el capitán de un hermoso y grande barco a vela. Este es un velero de tres palos pero al mismo tiempo esta dotado de poderos y sofisticados motores diesel algo así como la Esmeralda. Debido a una desafortunada colisión se ha averiado su tanque de combustible y como consecuencia de ello se ha quedado sin petróleo. El hermoso barco está a la deriva a la entrada del golfo de México, justo en la trayectoria de un huracán grado 6. Esta es la tormenta perfecta que irremediablemente hundirá a todos los navíos que encuentre a su paso.
Los ingenieros y mecánicos encargados de la sala de máquinas se han vuelto locos e insisten en que el daño se puede reparar y que un buque tanque pronto podrá entregar petróleo. La enorme presión de los acontecimientos ha alterado el juicio y el uso de la razón del personal de la sala de máquinas. Al paso de las horas y de los días, algunos de los maquinistas definitivamente han enloquecido y son incapaces de apreciar la realidad y se afincan a sus creencias dogmáticas. Algunos de los más desquiciados están proponiendo usar el agua de mar como combustible.
Afortunadamente usted es el capitán y naturalmente tiene otras alternativas. Puede usar el viejo pero probado velamen a su disposición para así alejarse de la zona de máximo peligro y así, con relativo éxito, lograr capear a tiempo el temporal. Las técnicas de la navegación a vela, por supuesto, no son el último grito de la moda, pero la tripulación que maneja las velas son viejos expertos en la materia. Las metodologías de la navegación a vela son efectivas y se han practicado con éxito por miles de años. Dentro de su tripulación afortunadamente usted aún tiene expertos conocedores de esta técnica.
Usted, como capitán razonable y visionario, dicide delegar toda la autoridad necesaria en los especialistas de la navegación a vela. Afortunadamente sus decisiones son las correctas y así el barco con su tripulación intacta derrotan los peligros y eventualmente llegan a puerto seguro con daños menores.
Empresas públicas como la ENAP, CODELCO, la CORFO y otras pocas que aún subsisten, son los restos del velamen de Chile. Es preciso expandir exponencialmente esta valiosísima alternativa. Si lo hace, usted pasará a la historia, no como la primera mujer presidenta, sino como el líder legendario (así como Portales lo hizo a comienzos del siglo diecinueve) que salvó a Chile a comienzos del siglo veintiuno. Portales (aún cuando tenía ideas liberales) utilizó al Estado como el principal motor del desarrollo nacional y gracias a ello, el país pudo salir de la crisis económica producto de las guerras de independencia y del subsiguiente período anárquico. Chile tuvo así 50 años de desarrollo acelerado y sostenido (el país creció 8% por año entre 1830 y 1880) y estuvo a punto de alcanzar el estándar de sociedad industrialmente desarrollada.
Desgraciadamente, de nuevo el incongruente dogma liberal (incongruente pues el país ya no tenía los valores y la clase empresarial necesaria), arruinó estas brillantes expectativas y gradualmente, el país inició su largo proceso de subdesarrollo. El primer presidente corrupto fue el liberal José Joaquín Pérez, que en los años 60, inició la catastrófica transición de la republica portaliana al liberalismo. El presidente Balmaceda (otro brillante liberal) trató de revivir el modelo portaliano, pero desafortunadamente fue derrotado por el imperio británico con la humillante colaboración de la corrupta oligarquía criolla.
Después del catastrófico periodo que va de 1891 a 1938, una vez más, un legendario presidente, don Pedro Aguirre Cerda, decidió utilizar la vieja idea portaliana, y con ayuda de otros iluminados y la cooperación de los Estados Unidos, creó la Corporación de Fomento a la Producción. Afortunadamente, el país logró salir de la profunda crisis socioeconómica, producto de la segunda época liberal y así, pudo retomar con éxito la vía del desarrollo sustentable.
Desgraciadamente este proceso fue violentamente interrumpido por Nixon, Kissinger y la dictadura militar de 1973. Una vez más, las incongruentes ideas liberales se adueñaron de Chile (incongruentes porque los valores culturales de Chile, o sea su espíritu o resorte, son de tipo colectivista, estatista y autoritario, y se tienen muy poco de los valores calvinistas o confusionistas). Ya llevamos más de 35 años utilizando este incongruente y fracasado modelo. Este fue impuesto por los ideólogos de Chicago con la cooperación gustosa de la corrupta y antipatriota oligarquía nacional. No obstante, después de todo este tiempo el país sigue subdesarrollado y tercer mundista.
Ahora, a finales del 2008, estamos en un verdadero punto de inflexión histórico. Hay un camino que va directo al precipicio, esa es la ruta liberal. Pero hay otro camino que podría transformarse en el tercer período intervencionista y estatista de Chile. Y como dice el dicho popular, puede que esta vez, la tercera sea la vencida. Esta vez si se hacen las cosas bien, por fin podría convertirse en realidad el sueño de Portales, Balmaceda, Aguirre Cerda y Allende. El destino del país está en sus manos de cirujana, ojala que las pueda usar bien.
Me suscribo de usted con mis mejores deseos para usted y su gobierno, respetuosamente,
Fernando Duque Ph.D.
Profesor titular en Ciencia Política
Universidad de Los Lagos
Campus Chinquihue, Puerto Montt.
Ps. Me permito adjuntarle copia de un artículo que escribí a los pocos meses de su elección como presidenta. Este artículo fue publicado en abril de 2006. También le incluyo una entrevista del diario “El Llanquihue” y realizada hace pocos días atrás donde se discute el artículo en referencia.
La caída de los socialismos reales produjo un enorme y devastador impacto en la psiquis planetaria. El movimiento socialista mundial cayó en un profundo estupor. Gran parte de sus filósofos e ideólogos denegaron de sus ideas y de sus libros. No pocos adoptaron la única ideología que aún sobrevivía con éxito a nivel planetario es decir, el liberalismo.
Cientistas políticos de gran prestigio anunciaban un nuevo amanecer en la humanidad. Huntington predijo la nueva ola democratizadora y Fukuyama anunció el fin de la historia. Ahora, el liberalismo democrático dominaría todos los sistemas políticos, y el capitalismo anglosajón dominaría todas las economías del planeta.
En Chile, el impacto de este gran fenómeno histórico fue igualmente avasallador. La ideología neo liberal entró como un gigantesco tsunami en todos los rincones de la vida política y económica nacional. La Democracia Cristiana abandonó varios siglos de pensamiento humanista cristiano y su comunitarismo socioeconómico. Los partidos marxistas se avergonzaron de Marx, Engels, Lenin, Mao y Fidel Castro. Casi todos, sin excepción, aceptaron el gigantesco triunfo ideológico del liberalismo. Los libros de Adam Smith, Ricardo, Mills, Buchanan, Freedman y tantos otros dominaron el pensamiento político chileno. Muy pronto nació el consenso de Washington, las privatizaciones, la reducción del tamaño y función del Estado
y naturalmente, toda la teoría y metodología del ajuste estructural.
No obstante Chile, al igual como lo hizo entre 1810 y 1829 y particularmente entre 1891 y 1920 (la primera y segunda ola liberal que ha experimentado el país), ignoró totalmente un importantísimo componente del modelo económico liberal. Este componente fundamental se le denomina el resorte, el espíritu, el alma, la pasión, o los valores culturales y éticos esenciales para el buen funcionamiento de dicha ideología. Cuando la sociedad posee en su subsistema cultural una gran abundancia de los valores éticos que sustentan el modelo capitalista moderno, este modelo enriquece a las naciones y crea en la tierra el paraíso soñado por los autores bíblicos. Pero cuando este espíritu o resorte no existe o existe muy débilmente se crea un infierno que termina por incendiarse en llamas irremediables. Esto ha sido analizado extensivamente por los filósofos liberales modernos empezando con Adam Smith y luego siguiendo con Weber, Parson, Schumpeter, McClelland, Winter, Pye, Almond, Coleman, Powell, Huntington y Landes. En América Latina los pensadores más destacados en este tema han sido Claudio Veliz, Carlos Alberto Montaner y Mario Vargas Llosa.
El capitalismo moderno no funciona adecuadamente con lo que vulgarmente se conoce como “la ética de mercado” es decir, la búsqueda de lucro. El capitalismo moderno funciona sólo con la ética protestante en occidente y con la ética confusionista en el Oriente. Las características más importantes de esta ética en occidente son el trabajo constante y productivo, el ahorro sostenido, la inversión razonable y juiciosa, el mandato divino por expandir los negocios y las empresas a fin de dar trabajo masivo, el respeto a la naturaleza y el medio ambiente, el salario y la jubilación digna para los trabajadores, la filantropía, el rol social de la empresa, la represión del consumo superfluo y finalmente la entrega de la riqueza personal acumulada mediante fundaciones destinadas a ayudar a los pobres y a los menos favorecidos. La salvación, el tema central de los calvinistas (o sea la entrada al paraíso después de la muerte en la tierra), sólo se obtiene si el individuo ha llevado una vida ejemplar, similar a la de los santos de la Biblia. Al acercarse a la vejez, el calvinista debe desprenderse de sus riquezas materiales ya que cree fervientemente en el precepto de que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos”.
Sin este poderoso componente ético fundamental, el modelo capitalista se corrompe hasta sus bases esenciales, muere y se pudre irremediablemente; entonces se produce lo que Montesquieu denominaba “la pérdida de la virtud republicana” o sea, la pérdida del resorte que legitima la forma de gobierno denominada república aristocrática. Marx denominó a este sistema corrupto el infierno en la tierra. Los burgueses representados por los empresarios grandes, medianos y pequeños, se corrompen hasta los huesos, e inventan esquemas fraudulentos a fin de ganar cada vez más dinero con el objetivo de darse la gran vida aquí en la tierra. Ya no hay diferencias entre capitalistas y vulgares piratas, bandoleros o mafiosos. Estos esquemas fraudulentos y corruptos se desploman como un castillo de naipes. Como resultado de esta corrupción ética, primero se produce la inflación desenfrenada, luego la recesión y finalmente la deflación paralizante. Toda esta cadena de causa y efecto termina por crear la miseria de cientos de millones de seres humanos que pierden sus empleos. El planeta entra así en un ciclo económico depresivo que arruina a naciones y civilizaciones. Esta catástrofe económica termina con guerras civiles y finalmente en guerras que involucran a muchos países.
Esta triste anaciclosis (o teoría de los ciclos históricos) ha ocurrido de esta manera en forma regular durante los últimos 500 años. Esta teleología histórica es la que Marx utilizó para explicar las contradicciones dialécticas del capitalismo corrupto. En esencia, este sistema crea dialécticamente las semillas de su propia destrucción. El afán o espíritu de lucro desbordado produce inversiones especulativas. Esto porque los capitalistas corruptos no se conforman con un 5 ó 10% de ganancia anual y aspiran a retornos superiores al 20 ó 30% del capital invertido. Para lograr estas ganancias excesivas los capitalistas deben lograr una mayor plusvalía de sus trabajadores. Esta práctica determina que grandes sectores del planeta se empobrezcan relativamente, al mismo tiempo que insignificantes minorías se enriquecen a niveles jamás experimentados por la historia humana. La extremada concentración de la riqueza en pocas manos lleva al inicio del ciclo económico depresivo. Éste es un círculo vicioso que se inicia con un fundamental desequilibrio sistémico entre oferta y demanda. La oferta de productos y servicios es enorme y esto por la expansión especulativa de las inversiones, pero al mismo tiempo, debido a la plusvalía la demanda real es cada vez menor. La plusvalía impide el crecimiento del poder adquisitivo de las grandes mayorías y estas gradualmente dejan de comprar y consumir. El capitalismo corrupto por un tiempo logra solucionar este desequilibrio con el crédito fácil, pero este instrumento al cabo de algunos años también colapsa y pronto el círculo vicioso se inicia nuevamente. Los escaparates de las grandes tiendas están llenos de productos no vendidos, lo mismo ocurre con las bodegas de los productores. Naturalmente, siguiendo la ley de la oferta y la demanda, los precios gradualmente comienzan a bajar al comienzo del ciclo para luego desplomarse en una deflación generalizada. Por supuesto que con la bajada de los precios de bienes y servicios las utilidades también disminuyen y pronto dejan de existir. Las empresas fracasan y las quiebras se expanden por todos lados. Las quiebras producen un ejército de desempleados que gradualmente se van sumando a la enorme muchedumbre de ciudadanos incapacitados para gastar y consumir. Es así como se desata la depresión donde los precios y las utilidades caen en picada porque son muy pocos (los muy ricos) los que pueden preservar su poder de consumo anterior; la economía se paraliza y termina por colapsar irremediablemente.
En la primera mitad del siglo 20 esto fue lo que ocurrió en Chile entre 1911 y 1914, y luego entre 1918 y 1920 y finalmente, entre 1929 y 1938. El Estado social demócrata o también llamado Estado de bienestar que fue la respuesta a esta crisis, se extendió entre 1940 y 1973. A pesar de sus imperfecciones, el control de la economía por parte del Estado durante este período, impidió la repetición del catastrófico círculo vicioso depresivo.
No obstante, la vuelta al liberalismo a partir de 1973 produjo las crisis de 1974 a 1976, posteriormente las crisis de 1982 a 1984 y finalmente, la crisis de 1997 a 1998.
La crisis actual iniciada en diciembre de 2007, también al igual que las anteriores, se ha producido por un profundo desequilibrio entre oferta y demanda. Una vez más la teoría marxista de la plusvalía sirve para entender este fenómeno. En los países centrales o con capitalismo desarrollado, en los últimos 30 años los ricos se han hecho inmensamente más ricos, mientras las enormes mayorías han perdido los niveles de ingreso propios del Estado de bienestar. Este desequilibrio se solucionó por algunos años con el crédito fácil, particularmente con las tarjetas de crédito. Pero es precisamente este invento genial y maquiavélico el que ahora no funciona.
El despreocupado consumidor armado con docenas de tarjetas de crédito ahora se ha quemado y está gravemente herido. Tiene profundo miedo y está empezando a recordar y entender el gran temor que sufrieron sus abuelos con la gran depresión del año 29. Ante la catástrofe de perder su casa y también perder el empleo, los ciudadanos de aquella época, recurrieron a prácticas tradicionales y ancestrales como la drástica reducción del consumo y el cuidadoso ahorro de todo dinero sobrante. Eso es precisamente lo que está empezando a ocurrir ahora. El Estado podría cubrir todas las pérdidas de los bancos y estos podrían empezar a prestar alocadamente como antes. Pero el ciudadano promedio está herido y con mucho miedo y ninguna de estas medidas resultará tal como lo esperan las autoridades. La única manera en que el mundo se recupere es procurando un trabajo seguro y bien remunerado para las grandes mayorías. Esto sólo lo puede otorgar el Estado. Naturalmente esto es precisamente lo que el presidente electo Obama piensa hacer en los Estados Unidos y los líderes de Europa, Japón y China piensan hacer en sus respectivas regiones. Pero esto es un cambio trascendental de larga y difícil duración. Las empresas estatales necesitan ser creadas y financiadas y el personal necesita ser reclutado y entrenado. Por lo tanto, los resultados de todo este gigantesco cambio sólo podrían tener un efecto significativo después de algunos años de implementación.
Debido a todo esto es que la crisis planetaria no será de una rápida caída seguida de una rápida recuperación. En otras palabras, el mundo no verá un gráfico tipo V así como ocurrió en las crisis de la segunda mitad del siglo 20. Esta vez el problema es muchísimo más profundo y el gráfico que se debe esperar es parecido a una L es decir, una drástica caída en el producto bruto mundial seguida de una muy lenta y duradera recuperación. En esta situación, la recuperación sería después de varios años tal como ocurrió en la gran crisis del año 29, o como la crisis que ha tenido el Japón en los últimos 12 años.
Chile tiene fondos de reserva para sobrevivir una brutal caída de sus exportaciones. Sin embargo, estos fondos con suerte durarán unos tres o cuatro años. Pero si la crisis es en L tal como la actual crisis japonesa después del cuarto año no habrá divisas para importar petróleo, maquinarias, medicinas y comida. En otras palabras, el país se hundirá en un caos económico similar al que Chile vivió en los primeros 30 años del siglo 20. Posteriormente a esta catástrofe económica, surgirá la crisis social y esto se rematará con una enorme crisis política.
Es preciso recordar que la mal llamada “cuestión social” fue la terrible lacra de pobreza extrema que afectó a la inmensa mayoría de los chilenos entre 1900 y 1938. El pueblo empezó a morirse de hambre y en desesperación, se organizaron ollas comunes para dar un plato caliente a los millones de desempleados que invadían el valle central huyendo de la miseria de la minería paralizada en el norte y de los fundos paralizados en el sur. Se llegó a un punto tan extremo en que compañías multinacionales de seguros dejaron de vender pólizas a sectores medios y aún a sectores de la burguesía. El crecimiento demográfico como consecuencia de todo esto cayó brutalmente.
La catástrofe social provocó a su vez un profundo cambio político. La oligarquía antipatriótica que gobernó Chile después de la muerte del presidente Balmaceda fue reemplazada por la clase media en 1920. Fue esta nueva clase dirigente la que en desesperación, dio los primeros pasos para crear el Estado Social Demócrata o también llamado Estado de Bienestar, y el cual se consolidó después de 1939 con la elección de presidentes radicales y la creación y desarrollo de la Corporación de Fomento a la Producción y las decenas de empresas estatales que dependían de ella.
Ahora, a mediados de diciembre de 2008, parece ser evidente que nuevamente tenemos un inmenso cambio paradigmático. El presidente electo Obama acaba de anunciar que revivirá toda la estructura estatal que soportó el Nuevo Trato del presidente Roosevelt. Es decir, sacará al país del abismo al cual lo empujó el presidente Bush, a través de la acción estatal, principalmente de la creación de instituciones y empresas públicas.
De esta misma forma, Chile debería archivar toda la literatura relacionada con la ideología económica y la política liberal. Ella no podrá aplicarse por muchos años pues el mundo definitivamente cambió a mediados del 2008, cuando el Estado se hizo cargo del sistema financiero estadounidense. Este es un cambio mucho más drástico y fundamental que el cambio que provocó la caída del muro de Berlín y posteriormente, la caída de los socialismos reales a partir de los años 90 del siglo 20 y que sepultó al socialismo totalitario.
Es preciso volver al pragmatismo no ideológico y rescatar algunas prácticas social demócratas. Chile no podrá ofrecer tasas de retorno al capital suficientemente atractivas por los próximos 5 a 10 años. Por lo tanto, no podrá contar ni con el capital nacional ni el extranjero para salir del hoyo económico al cual probablemente se caerá en los próximos 2 años.
La solución de emergencia radica en la creación y desarrollo de instituciones estatales y de empresas públicas muy bien equipadas y muy bien administradas para producir los bienes públicos y de consumo que no se podrán importar. Pero más importante a fin de reducir la cesantía a niveles manejables, los bienes públicos tales como el agua, la electricidad, el gas, las telecomunicaciones, el transporte, alcantarillado, industria pesada, salud, educación, obras públicas, vivienda, minería, bancos, etc., deberán ser manejadas por el Estado.
En las crisis agudas de la primera mitad del siglo pasado, el producto nacional de Chile, bajó de entre un 20 y un 30% y la cesantía real subió a un 20 y un 30% de la masa laboral. Esto fue precisamente lo que ocurrió en tres ocasiones en la primera mitad del siglo 20 (crisis 1911 – 1914, 1918 – 1920 y 1929 – 1938). El sector privado internacional abandonó rápidamente el país y el sector privado nacional se desplomó en forma inoperante y vergonzosa. Por lo tanto, la única alternativa posible fue recurrir a la acción estatal y ello evitó una catástrofe social y política de una magnitud muchísimo mayor. Otros países fueron menos afortunados, cayeron en el caos absoluto y luego en dictaduras totalitarias interminables, ya fuera de corte fascista o de corte comunista.
Ahora en cambio, las condiciones internacionales son adecuadas para una solución social demócrata en Chile. Los Estados Unidos, aún cuando quisieran, no podrían intervenir en Chile. El país puede con tranquilidad, re-nacionalizar las minas privadas de cobre y de otros minerales estratégicos. Las tropas del policía mundial están ocupadas en el medio oriente y esa es la zona que será de vital importancia para la super potencia en los próximos 5 a 10 años. Además, los ciudadanos estadounidenses acaban de elegir a un presidente, que además de prometer políticas no intervencionistas ni imperialistas, no tendrá más remedio que aplicar medidas económicas similares a las que aplicó el presidente Roosevelt en la década de los años 30 del siglo pasado. Es decir, un acentuado keynesianismo que se traducirá en revivir una vez más el Nuevo Trato, donde el Estado se hace directamente cargo de crear empleo a millones de ciudadanos mediante la reparación y reconstrucción de gigantescos proyectos de obras públicas. Para ello se fortalecerán empresas públicas tradicionales tales como la Administración del Valle del Tenesee (TVA), la NASA, las Autoridades Portuarias y la Autoridad encargada de la construcción de carreteras, puentes, viaductos y represas.
Europa, China, la India, los tigres asiáticos y Japón, pronto tomarán el mismo camino intervencionista. Gran parte de América Latina ya está adoptando esta nueva política social demócrata. La derecha europea ve con desesperación las nuevas políticas del primer ministro británico Brown y del presidente francés Sarkozy. A ambos los está acusando de ser socialistas encubiertos ya que ambos han declarado que el neoliberalismo es un cadáver y que debe ser enterrado lo antes posible.
Fuera de crear rápidamente empresas públicas de calidad (existe el conocimiento teórico y práctico necesario para alcanzar alta productividad y evitar la corrupción en el funcionamiento de estas organizaciones estatales), Chile debe integrarse y colaborar con los esfuerzos que el continente latinoamericano está haciendo para formar un mercado común en la región. Es sólo cuestión de tiempo para que México, Centro América, Colombia y Perú se integren a este creciente movimiento independentista del sur. Chile no puede ni debe quedar aislado en la región. Ello sería insensatamente peligroso para la seguridad nacional y sobrevivencia del país.
Señora presidenta, acuérdese de sus hermosos sueños de juventud. Ellos naturalmente no pudieron realizarse porque en esos años el mundo era distinto y las fuerzas opuestas al progreso económico y social de las grandes mayorías eran enormemente poderosas y aplastantes. Ahora la situación es totalmente distinta. Por favor levántese y mire hacia las estrellas y deshágase de los Velascos que la rodean. Atrévase a liderar la salida de la obscura caverna donde todo es sombra en blanco y negro. Ya una pequeña y brillante luz se ve al fondo y arriba de esta gruta. Afuera hay un sol radiante que da un brillo especial a los fabulosos colores de un gigantesco arco iris que ya se diseña en el horizonte.
La situación de Chile a comienzos del 2009 será como el dilema que podría tener el capitán de un hermoso y grande barco a vela. Este es un velero de tres palos pero al mismo tiempo esta dotado de poderos y sofisticados motores diesel algo así como la Esmeralda. Debido a una desafortunada colisión se ha averiado su tanque de combustible y como consecuencia de ello se ha quedado sin petróleo. El hermoso barco está a la deriva a la entrada del golfo de México, justo en la trayectoria de un huracán grado 6. Esta es la tormenta perfecta que irremediablemente hundirá a todos los navíos que encuentre a su paso.
Los ingenieros y mecánicos encargados de la sala de máquinas se han vuelto locos e insisten en que el daño se puede reparar y que un buque tanque pronto podrá entregar petróleo. La enorme presión de los acontecimientos ha alterado el juicio y el uso de la razón del personal de la sala de máquinas. Al paso de las horas y de los días, algunos de los maquinistas definitivamente han enloquecido y son incapaces de apreciar la realidad y se afincan a sus creencias dogmáticas. Algunos de los más desquiciados están proponiendo usar el agua de mar como combustible.
Afortunadamente usted es el capitán y naturalmente tiene otras alternativas. Puede usar el viejo pero probado velamen a su disposición para así alejarse de la zona de máximo peligro y así, con relativo éxito, lograr capear a tiempo el temporal. Las técnicas de la navegación a vela, por supuesto, no son el último grito de la moda, pero la tripulación que maneja las velas son viejos expertos en la materia. Las metodologías de la navegación a vela son efectivas y se han practicado con éxito por miles de años. Dentro de su tripulación afortunadamente usted aún tiene expertos conocedores de esta técnica.
Usted, como capitán razonable y visionario, dicide delegar toda la autoridad necesaria en los especialistas de la navegación a vela. Afortunadamente sus decisiones son las correctas y así el barco con su tripulación intacta derrotan los peligros y eventualmente llegan a puerto seguro con daños menores.
Empresas públicas como la ENAP, CODELCO, la CORFO y otras pocas que aún subsisten, son los restos del velamen de Chile. Es preciso expandir exponencialmente esta valiosísima alternativa. Si lo hace, usted pasará a la historia, no como la primera mujer presidenta, sino como el líder legendario (así como Portales lo hizo a comienzos del siglo diecinueve) que salvó a Chile a comienzos del siglo veintiuno. Portales (aún cuando tenía ideas liberales) utilizó al Estado como el principal motor del desarrollo nacional y gracias a ello, el país pudo salir de la crisis económica producto de las guerras de independencia y del subsiguiente período anárquico. Chile tuvo así 50 años de desarrollo acelerado y sostenido (el país creció 8% por año entre 1830 y 1880) y estuvo a punto de alcanzar el estándar de sociedad industrialmente desarrollada.
Desgraciadamente, de nuevo el incongruente dogma liberal (incongruente pues el país ya no tenía los valores y la clase empresarial necesaria), arruinó estas brillantes expectativas y gradualmente, el país inició su largo proceso de subdesarrollo. El primer presidente corrupto fue el liberal José Joaquín Pérez, que en los años 60, inició la catastrófica transición de la republica portaliana al liberalismo. El presidente Balmaceda (otro brillante liberal) trató de revivir el modelo portaliano, pero desafortunadamente fue derrotado por el imperio británico con la humillante colaboración de la corrupta oligarquía criolla.
Después del catastrófico periodo que va de 1891 a 1938, una vez más, un legendario presidente, don Pedro Aguirre Cerda, decidió utilizar la vieja idea portaliana, y con ayuda de otros iluminados y la cooperación de los Estados Unidos, creó la Corporación de Fomento a la Producción. Afortunadamente, el país logró salir de la profunda crisis socioeconómica, producto de la segunda época liberal y así, pudo retomar con éxito la vía del desarrollo sustentable.
Desgraciadamente este proceso fue violentamente interrumpido por Nixon, Kissinger y la dictadura militar de 1973. Una vez más, las incongruentes ideas liberales se adueñaron de Chile (incongruentes porque los valores culturales de Chile, o sea su espíritu o resorte, son de tipo colectivista, estatista y autoritario, y se tienen muy poco de los valores calvinistas o confusionistas). Ya llevamos más de 35 años utilizando este incongruente y fracasado modelo. Este fue impuesto por los ideólogos de Chicago con la cooperación gustosa de la corrupta y antipatriota oligarquía nacional. No obstante, después de todo este tiempo el país sigue subdesarrollado y tercer mundista.
Ahora, a finales del 2008, estamos en un verdadero punto de inflexión histórico. Hay un camino que va directo al precipicio, esa es la ruta liberal. Pero hay otro camino que podría transformarse en el tercer período intervencionista y estatista de Chile. Y como dice el dicho popular, puede que esta vez, la tercera sea la vencida. Esta vez si se hacen las cosas bien, por fin podría convertirse en realidad el sueño de Portales, Balmaceda, Aguirre Cerda y Allende. El destino del país está en sus manos de cirujana, ojala que las pueda usar bien.
Me suscribo de usted con mis mejores deseos para usted y su gobierno, respetuosamente,
Fernando Duque Ph.D.
Profesor titular en Ciencia Política
Universidad de Los Lagos
Campus Chinquihue, Puerto Montt.
Ps. Me permito adjuntarle copia de un artículo que escribí a los pocos meses de su elección como presidenta. Este artículo fue publicado en abril de 2006. También le incluyo una entrevista del diario “El Llanquihue” y realizada hace pocos días atrás donde se discute el artículo en referencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario