La mayoría del alumnado percibe que la docencia en la ULA no tiene suficiente calidad y es por ello que la cantidad de alumnos matriculados se ha venido reduciendo sustancialmente en los últimos años. Este fenómeno (reducción de estudiantes) es a la vez una de las causas importantes que explican la crisis financiera de la Universidad.
La calidad insatisfactoria de la docencia tiene a su vez efectos, resultados y consecuencias indeseables. Entre otros se pueden mencionar los siguientes:
• Egreso y titulación de profesionales inadecuadamente preparados
• Titulados que no pueden encontrar trabajos bien remunerados y de adecuado nivel profesional
• Desprestigio y pérdida de credibilidad de la universidad en la X región. La universidad está lejos de cumplir adecuadamente su rol de conciencia social
• Crisis financiera y económica de la Universidad
• Descontento generalizado del personal que sufre un clima organizacional inadecuado.
• Creación de un ambiente populista donde importantes sectores universitarios reclaman mediante actividades de asamblea la renuncia del rector y otras autoridades.
• Juicios civiles contra la Universidad.
• Sumarios administrativos contra las autoridades universitarias.
• Pérdida de prestigio de la Universidad a nivel nacional
• Peligro que la Universidad no logre una nueva acreditación y con ello se produzca un desplome institucional.
• Descontento del estudiantado
• Despido de personal.
Parece ser indudable que la Universidad, si quiere sobrevivir debe reinventarse en forma radical y sustantiva. Es necesario preguntarse cuales son los factores que podrían explicar la insuficiente calidad de la docencia impartida por la ULA. Aparentemente las causas son muchas y variadas y entre ellas se pueden mencionar las siguientes:
• Insuficiente preparación de los estudiantes que ingresan a la Universidad (la mayoría no tiene las competencias suficientes para ser un estudiante eficiente y productivo).
• Programas remediales o de nivelación inadecuados
• Profesores que no preparan sus clases con suficiente dedicación y tiempo (en las Universidades de alto prestigio, las 20 universidades más prestigiosas del mundo, por lo general utilizan 3 horas de preparación por cada hora de clase).
• Poca racionalidad en la escala salarial de los profesores (docentes con talentos y tareas similares reciben sueldos diferentes).
• Profesores no suficientemente motivados y competentes.
• Alumnos desmotivados y pasivos.
• Sistemas de evaluación de la docencia poco apropiados
• Profesores que con serias debilidades en su desempeño, no son sancionados efectivamente.
• Profesores, alumnos y personal administrativo con insuficiente cultura de trabajo
• Inadecuada gobernabilidad. Las distintas estructuras de la Universidad funcionan, pero no se desempeñan con la eficacia y eficiencia adecuada. No existe entre los distintos estratos jerárquicos la adecuada dirección y control de objetivos, actividades, tareas y resultados. Por lo tanto, la relación mando-obediencia funciona defectuosamente.
Se ha elegido la variable “inadecuada gobernabilidad” para un análisis un poco más detallado. A principios de los años 90 se creó ésta universidad inspirada en un profundo ideal liberal y democrático. Casi todas las autoridades universitarias eran elegidas democráticamente por el cuerpo de profesores. En aquellos años se dio un genuino rechazo a las arbitrariedades y brutalidades cometidas en el gobierno universitario por las autoridades nombradas por la dictadura. El modelo de estructura autoritaria fue reemplazado por una estructura de tipo liberal-democrático.
Es así como se decidió que casi todas las autoridades universitarias fueran elegidas por la votación libre y popular de los académicos, es decir, la autoridad y relación mando-obediencia se genera de la base hacia arriba. Entre estas autoridades electas están : a) el consejo superior b) el rector c) los jefes de campus, d) los directores de departamentos e) los jefes de carrera y f) los consejos asesores a las antes mencionadas autoridades . Toda esta estructura de gobernabilidad habría sido naturalmente ideal si los docentes de la universidad hubiesen tenido una cultura congruente con el gobierno liberal-democrático. Lo que en la literatura se denomina como “homus democráticus”, “espíritu de hermes”, “estoicismo democrático” o “ética protestante”.
Estructura de gobernabilidad (de tipo liberal-democrático) como las que hoy tiene la ULA funcionan muy bien en países que tienen cultura democrática tales como son los países escandinavos en el norte de Europa y países anglosajones tales como Canadá , Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, y Nueva Zelanda. Todos estos países han desarrollado a lo largo de varios siglos un consolidado sistema de valores y aptitudes de tipo social-demócrata en los países escandinavos y de tipo liberal democrático en los países anglosajones.
Desgraciadamente este tipo de cultura democrática, es sumamente escasa en Chile y por lo tanto también en nuestra Universidad. Nos guste o no nuestra cultura de trabajo es una variante de la cultura latinoamericana. Ello implica que nuestra responsabilidad individual, nuestra actitud hacia el trabajo, y otros valores asociados, son muy poco congruentes con una estructura de mando-obediencia de tipo democrático, o sea neoliberal en los países anglosajones y de tipo social-demócrata en Europa occidental.
Existe una enorme literatura que analiza la cultura latinoamericana y ella señala hasta la saciedad, que la carga valórica que tipifica a esta cultura o “carácter nacional”, está fuertemente condicionada por lo que se ha denominado tendencias o valores tradicionales. Entre ellos se pueden mencionar el 1) el autoritarismo 2) la adscripción 3) la afectividad 4) el particularismo y 5) la escasa especialización o profesionalismo.
Existe un fuerte y poderoso apego y respeto al liderazgo de tipo autoritario, es decir, se acepta, respeta, y obedece con eficacia y eficiencia a líderes fuertes, marcadamente carismáticos y empoderados con lo que se denomina la autoridad legal. Es decir, estos líderes han sido nombrados por autoridad legítima y conforme al estado de derecho.
Otro valor tradicional importante es la adscripción. Esto quiere decir, que a las personas en el diario vivir se les trata no por sus méritos personales o individuales, sino por sus características adquiridas al nacer. Es decir, sexo, raza, etnia, apellido y condición socio-económica. El logro o mérito personal es un factor secundario y poco importante en las decisiones y conductas de las personas viviendo en la cultura tradicional.
Otro valor detectable en el carácter latinoamericano es la afectividad. Esto quiere decir que las personas bajo fuerte presión externa tienen dificultades para controlar adecuadamente intensas emociones relacionadas con odio y amor externo. Los latinos no son flemáticos o emocionalmente fríos y por lo tanto tienen dificultades para confiar en extraños y tomar decisiones objetivas, racionales e imparciales. En tiempos difíciles y de crisis prefieren rodearse de colaboradores conocidos, familiares y amigos y se desconfía profundamente de lo desconocido y poco familiar. Esta orientación explica la gran tendencia a reclutar y contratar parientes, amigos y/o correligionarios políticos. De aquí nace la fuerte tradición y orientación hacia el amiguismo y el “pituteo” en cargos tanto públicos como privados, práctica tan enraizada tanto en nuestro sistema político como en el económico. La neutralidad afectiva rara vez se da en la cultura latinoamericana y la entrega de poder y responsabilidad a extraños por muy calificados y meritorios que ellos sean, se da con muy poca frecuencia.
Otro valor importante en la cultura latinoamericana es la pasividad política y el poco deseo de participar en la toma de decisiones comunales. Esto en la literatura se conoce como el síndrome del “familismo amoral”. Los ciudadanos sólo se interesan a fondo e intensamente en los asuntos personales y los de su familia. Pero les importa poco la comunidad vecinal, su ciudad, el país, o el mundo. A esta característica se le denomina como “particularismo”. A los ciudadanos les interesa recibir los bienes y servicios que la sociedad les otorga, pero les interesa muy poco participar en el análisis de problemas comunales, en la toma de decisiones y en la ejecución de las acciones para producir dichos bienes y servicios sociales. En otras palabras LA POLÍTICA con MAYÚSCULA es algo que a la inmensa mayoría no motiva ni entusiasma.
Finalmente, los cargos o posiciones de los sistemas social, económico, político y administrativo son poco especializados y por lo general carecen de un riguroso profesionalismo. La sociedad está llena de “maestros chasquilla” que hacen de todo. Se preocupan de muchas tareas y funciones diferentes, pero el resultado de sus actividades es generalmente poco productivo. Los cargos ocupados por verdaderos profesionales que saben a fondo su oficio se destacan precisamente por su escasez y rareza.
En resumen, el latino funciona y funciona muy bien cuando es estrechamente dirigido y controlado por líderes autoritarios que tienen el monopolio del conocimiento, que tienen suficiente carisma y que están respaldados por las leyes. Por el contrario el latino no funciona bien, cuando está bajo la dirección de líderes democráticos que no tienen la suficiente fuerza para demandar productividad, responsabilidad y conductas participativas.
La mayoría de los académicos de la ULA, están condicionados en parte importante por sus valores culturales. Estos principios morales y éticos, en gran medida determinan la conducta académica que ellos tienen. En los últimos 10 años se han elegido como autoridades universitarias a académicos que han dado garantías democráticas. Es decir, que han prometido no interferir con la libertad académica. Si el cuerpo académico sospecha o detecta que el candidato a un puesto de dirección tiene intenciones de aumentar drásticamente la productividad mediante medidas y prácticas draconianas; ese candidato tiene muy pocas posibilidades de ser electo. Si por casualidad el candidato draconiano logra obtener un cargo de dirección y además logra implementar exitosamente sus programas de mejoramiento de la productividad; con toda seguridad esa autoridad no volverá a ser reelecta. Como bien decía Platón, este es el talón de Aquiles de la forma de gobierno democrático. Para funcionar bien, esta estructura de gobierno requiere que los ciudadanos posean elevadísimas dosis de responsabilidad personal y gran cantidad de virtudes cívicas propias de la verdadera cultura democrática. Si ellas no existen el modelo democrático se corrompe irremediablemente.
SOLUCIÓN
Para mejorar la gobernabilidad de la ULA es preciso lograr una mayor congruencia entre la estructura de mando-obediencia y la cultura predominante en su ambiente de trabajo. O se construye y desarrolla una cultura cívica y democrática, para que el gobierno universitario democrático pueda funcionar bien; o se crea una estructura de mando autoritario de tipo eficiente. Es preciso señalar que la primera opción ofrece enormes dificultades prácticas en el corto plazo. Los diez mil años de autoritarismo latinoamericano son demasiado importantes como para permitir que en poco tiempo nos transformemos en “los ingleses de América Latina” . En conclusión: la estructura y la cultura deben ser compatibles y congruentes. La eficiencia y la productividad en las organizaciones humanas dependen en parte de esta relación sistémica. Este fenómeno ha sido analizado y discutido por la ciencia política desde hace casi tres mil años. Entre autores clásicos importantes se pueden mencionar a Sócrates, Platón, Aristóteles, Polibio, Tomas de Aquino, Bodino, Maquiavelo, Vico, Hobbes, Hegel y Montesquieu. Entre los autores modernos más destacados se pueden mencionar a: Weber, Parson, Schumpeter, MacClelland y particularmente a Gabriel Almond, Samuel P. Huntington, y Harry Eckstein.
BIBLIOGRAFÍA
Entre los autores más destacados, que han estudiado la cultura latinoamericana actual, se encuentra Claudio Veliz (The New World of the Gotic Fox. Culture an economy in English and Spanish America. University of California Press. Berkeley, California 1994); David Landes (A Riqueza e a Pobreza das Naçoes. Por que sao algumas tâo ricas e outras tâo pobres. Gravita, Lisboa. 2002); David McClelland (The Achieving Society. The Free Press, New York, 1961); Carlos Alberto Montaner (Las Raíces torcidas de América Latina. Plaza Janes, Barcelona 2001); Mario Grandona (“A Cultural Typology of Economic Development” en L. E. Harrison and S. P. Huntington, Culture Matters. Basic books New York. 2000); Saymour Martin Lipset and Gabriel Salman Lenz (“Corruption, Culture and Markets” en L. Harrison and S. Huntington Culture Matters. Basic books New York. 2000).
Trabajos sobre cultura chilena actual pueden encontrarse en los siguientes autores: Francisco Antonio Encina (Nuestra Inferioridad Económica. Santiago, Editorial Universitaria, 1986); Hernán Godoy (El Carácter Chileno. Santiago, Editorial Universitaria, 1976); José Joaquín Bruner (Cartografías de la Modernidad. Santiago Dolmen, 1994); Nicolás Palacios (La Raza Chilena. Valparaíso, Imprenta Alemana, 1904); Alejandro Venegas (Sinceridad, Chile Íntimo, Imprenta Universitaria, 1910); Luis Emilio Recabarren (Ricos y Pobres. Santiago, Editorial Recabarren, 1965); Benjamín Subercaseaux (El Siútico. Zigzag, Santiago, 1939); Aníbal Pinto (Chile, Un caso de Desarrollo Frustrado. Santiago, Editorial Universitaria, 1962); Jorge Ahumada (En Vez de la Miseria. Santiago, editorial del Pacífico, 1958); Alberto Cabero (Chile y los Chilenos. Editorial Lyceum, 1948); Mario Góngora (Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los Siglos XIX y XX. Santiago, Ediciones la Ciudad, 1981); I. Tellez (Una raza militar. Santiago, imprenta la sud-américa, 1944); Roberto Hernández (El roto chileno. Valparaíso. Imprenta San Rafael, 1929); Benjamín Subercaseaux (“Apunte para una psicología del chileno”. Chile o una contribución a la realidad. Santiago. Zig-Zag, 1939); Gabriel Salazar y Julio Pinto (Historia contemporánea de Chile. Santiago. Lom, 1999); J. Eyzaguirre (Hispanoamérica del dolor. Madrid. Instituto de Estudios Políticos, 1947); O. Lira (Hispanidad y mestizaje. Santiago. Editorial Covadonga, 1985); P. Morandé (Cultura y modernización en América Latina. Cuadernos del instituto de sociología de la Universidad católica. Santiago, 1984); A. Edwards (La fronda Aristocrática en Chile. Santiago. Editorial Universitaria, 1987); C. Parker (Otra lógica en América latina. Santiago. Fondo de cultura económica, 1993); M. Vicuña (La belle époque chilena. Santiago. Editorial Sud-americana, 2001); Benjamín Subercaseaux (Chile o una loca geografía. Santiago. Ediciones Ercilla, 1940); J. Chonchol (¿Hacía donde nos lleva la globalización? Reflexiones para Chile. Santiago. Lom, 1999); Bernardo Subercaseaux (Chile ¿Un País Moderno?. Santiago editorial Zeta, 1996); Tomás Moulian (Chile Actual, Anatomía de un Mito. Santiago, Lom 1997); Alfredo Jocelyn Holt (El Peso de la Noche, Buenos Aires, Ariel 1997); Pablo Huneeus (Nuestra mentalidad económica. Santiago, editorial universitaria, Santiago 2000); Pablo Huneeus (La Cultura Huachaca, Santiago, Salesianos. 2000); Joaquín Edwards Bello (Homo Chilensis, Ediciones Universitarias. Santiago. 1983); Pablo Huneeus ( Aristotelia chilensis. Editorial Nueva generación, Santiago 1990); María Luisa Cordero (Juerel tipo salmón, editorial Grijalbo, Santiago 1998); José Rodríguez Elizondo ( Chile: un caso de subdesarrollo exitoso, Editorial Andrés Bello, Santiago. 2002); Eugenio Tironi (La irrupción de las masas y el malestar de las elites, editorial Grijalbo, Santiago. 1999); Ana María Stuven (La seducción de un orden, ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago. 2000); Pablo Halpern ( Los nuevos chilenos, editorial Planeta, Santiago. 2002); Cecilia García-Huidobro (Tics de los chilenos, Editorial Sudamericana, Santiago 1998); G. T. Romero y X.T. Cautivo( El chileno de maleta, Editorial Aguilar, Santiago. 1998); Armando Uribe (“Caballeros” de Chile. Lom, Santiago. 2003) ;Tomás Moulian (El Consumo me Consume. Santiago, Lom, 1998); L. Barros y X. Vergara (El Modo de ser Aristocrático. El caso de la Ologarquía Chilena hacia 1900. Santiago, editorial Aconcagua, 1978); Jorge Larraín (Identidad Chilena. Santiago, Lom, 2001); Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Desarrollo Humano en Chile. Nosotros los chilenos: Un desafío cultural. Santiago, 2002).
NOTAS
Según Jorge Larraín, los chilenos tiene efectivamente fuertes tendencias autoritarias. Ellas se institucionalizaron durante el periodo colonial y no desparecieron con el periodo republicano. Por el contrario, esta tendencia a modo de pensar y actuar persiste aún hoy día en la acción política, en la Administración de organizaciones públicas y privadas y muy particularmente en la vida familiar. Durante los tres siglos de la Colonia se creó un monopolio religioso y político. A la creación de este monopolio, la iglesia católica ayudó poderosamente con la inquisición. Este instrumento de represión fue muy efectivo para asegurar la homogeneidad religiosa y también para asegurar el control político por parte de las autoridades coloniales. El autoritarismo fue también en el siglo XIX y XX, una orientación valórica fundamental en la continuación de la dominación política de Chile por parte de la clase oligárquica y terrateniente. Esta orientación autoritaria fue también un elemento clave en conseguir la pacificación y la sumisión del pueblo. Esta sumisión es lo que se denomina “el peso de la noche” y ella fue fundamental para la mantención del orden social oligárquico. Aquí Larraín cita a Portales cuando señala que el orden social sobrevive intacto en Chile pues “no existen hombres sutiles, diestros y revoltosos”. La inexistencia de estos hombres revoltosos crea y consolida el peso de la noche, o sea la tendencia de las masas a dormir y a institucionalizar su pasividad política. Según Portales es este sueño el que garantiza la tranquilidad pública en Chile. Para Portales la falta de virtudes republicanas y liberales en el país, eran la razón fundamental por la cual la llegada de la democracia debía postergarse y esperar la creación masiva de ciudadanos virtuosos. En el ínter tanto, lo que debía fortalecerse era la obediencia incondicional a una autoridad fuerte e impersonal. Portales soñaba que con un sistema educacional apropiado las generaciones futuras podrían contar con la cultura democrática. Jorge Larraín.” Identidad Chilena”. Santiago. Lom. 2001, pág. 226-227.
Eduardo Valenzuela señala que los chilenos jamás serán liberales como los liberales estadounidenses. Por lo general los chilenos no entienden el liberalismo norteamericano y lo poco que entienden no les gusta. Los chilenos son estatistas y dependientes porque siempre buscan la protección del Estado. No son responsables individualmente, son blandos, pesimistas, indulgentes, gregarios, colectivistas y con pobre cultura de trabajo. Lo que más se rechaza de la cultura estadounidense es el profundo respeto que esta cultura tiene hacia el logro y el mérito personal. En Chile a la gente se le aprecia y juzga por su apellido y condición social. Maria Olga del Pino. “La unidad ya no es popular”. El mercurio, 21 de Julio del 2002 pág. D 14; para otras opiniones sobre las preferencias marcadas de los latinoamericanos a juzgar y evaluar a las personas no por sus méritos y logros personales sino por su estatus social, sírvase ver Claudio Veliz y Alberto Montaner, autores citados en la bibliografía.
Larraín argumenta que en la actualidad la selección y reclutamiento a cargos tanto públicos como privados en Chile, se hace a través de redes clientelisticas donde obviamente se prefiere a amigos y partidarios. Los concursos públicos son una mera farsa, ya que casi siempre se recluta a las personas preseleccionadas. Los canales regulares de movilidad social en base al mérito no funcionan. La educación superior, la suficiente experiencia, y otros logros personales no son suficiente para garantizar la entrada de ciudadanos comunes y corrientes a cargos importantes. Se requiere de contactos, padrinos y amigos bien ubicados para conseguir acceso a estos buenos puestos de trabajos. El sistema depende y funciona con el patronazgo y paternalismo de individuos que tienen influencia institucional. Ellos consiguen también garantizar los asensos y promociones y con ello controlan y se aseguran la lealtad de los reclutados. Este sistema de reclutamiento y asensos hace posible la inmovilidad institucional. Se crean así verdaderos feudos institucionales que son impenetrables para aquellas personas que no pertenecen a los círculos oligárquicos dominantes. En Chile las organizaciones tanto públicas como privadas han caído en un proceso avanzado de feudalización. J. Larraín, Identidad Chilena op cit, pág. 215-216. La falta de neutralidad efectiva también determina la falta de asociatividad de los chilenos, ellos tienen enormes dificultades para asociarse productivamente con extraños. Eric Hershberg señala que la incapacidad para asociarse efectivamente y agregar intereses es un problema gravísimo en el sector privado chileno. Los empresarios son incapaces de asociarse con otros empresarios de su misma rama de producción, así como también asociarse productivamente con sus propios empleados y obreros a fin de poder luchar unidos contra la competencia. Los empresarios chilenos son incapaces de reconocer las ventajas competitivas que produce para la organización el hacer participar efectivamente a empleados y obreros en las decisiones. Tampoco aprecian la ventaja que da la formación de redes o clusters empresariales o también llamada la integración vertical de sectores productivos. E. Hershberg “Sector privado democracia y desarrollo: reflexiones sobre el papel de los empresarios en la economía política chilena”, en A. Mendez y A. Joignant (eds) La Caja de Pandora. Planeta. Santiago 1999. Esta falta de asociatividad también determina el mal clima laboral que tienen las empresas chilenas. El relativamente buen clima laboral se da en sucursales de empresas multinacionales. Allí sus empresarios han logrado crear un ambiente de confianza y lealtad mutuo, los trabajadores confían en sus jefes y los jefes confían en sus trabajadores. Dentro de las 10 empresas mejor clasificadas por buen clima laboral, 8 eran extranjeras. Estas empresas extranjeras también tenían una mayor productividad y un mucho más alto retorno de la inversión. Ver Capital del 16 al 19 de Noviembre del 2001; Eduardo Valenzuela, director del departamento de sociología de la Universidad Católica señala que “nuestra cultura siempre ha estado marcada por la incapacidad de confiar, de relacionarse con extraños y esto hace que seamos profundamente pesimistas…por el contrario, el estadounidense es un optimista contumaz, un factor clave a la hora de emprender. La incapacidad de confiar impide creer en el futuro y esto explica porque la capacidad emprendedora nunca ha sido nuestro fuerte”, L. Carvallo “Si , estoy bien, pero ya se me ha pasar”. El mercurio 1º de Junio del 2002, pág. D 4. La falta de neutralidad afectiva también afecta negativamente al sector público. Gracias al “sistema del despojo” o “pituteo”, la gobernabilidad en instituciones estatales es deplorable, y esta variable es un poderoso determinante en la escasa productividad y calidad de la función pública. Un artículo de prensa que comenta el desempeño y productividad durante la administración Lagos señala que: El presidente Lagos ha tenido serios problemas administrativos para cumplir con sus promesas. Prometió un crecimiento de la economía del 6 % anual y la creación de al menos 200.000 nuevos empleos por año. Prometió además el financiamiento de la salud y de los estudios universitarios, pero nada de estas metas programáticas se han cumplido. Se indica que hay gravísimos problemas en la capacidad gerencial del gobierno y que por lo tanto no hay una buena administración de las políticas públicas. Los cargos superiores del gobierno se han llenado por cueteo político. Esto naturalmente produce una enorme falta de adecuada dirección y control gerencial en los ministerios y otros organismos del Estado. Esto se agrava aún más, pues tampoco hay un seguimiento del resultado de las actividades realizadas. No hay transparencia alguna. Las tareas no se acotan en el tiempo, se trabaja con cheques a fecha que nunca son protestados. Los cargos apitutados políticamente son demasiados y constituyen un peso enorme para la eficiencia estatal. Existen miles de cargos de confianza y además existe una red de funcionarios que se mueve y obedece a los partidos políticos y no a los jefes formales. Todo esto involucra unas 60.000 personas cuya gestión no se puede controlar. El mercurio 26 de Diciembre 2002, pág C.
Según Larraín Chile es un país políticamente pasivo. Este fenómeno se debe a que la dictadura destruyó la democracia chilena. Cerró el congreso nacional, declaró ilegales a los partidos políticos, eliminó los procesos electorales y violó masiva y brutalmente los derechos humanos. El terror generalizado produjo un agudo proceso de despolitización. En los años 90` la Concertación completó este proceso cuando decidió dejar intacto el sistema económico neoliberal. La economía se independizó del sistema político y se autorreguló por las leyes del mercado. La política dejó de ser una actividad crucial e importante. El activismo político de los años 60´ y principio de los 70´ fue rápidamente reemplazado por la apatía política. La concertación se dio cuenta que para participar tranquilamente en los negocios del sector privado era necesario tener un electorado pasivo y desmovilizado. Toda esta desmovilización se ha comprobado con cientos de encuestas de opinión que una y otra vez repiten que a los chilenos no les interesa ni la política ni los políticos. Un factor importante en este gigantesco cambio fue el hecho que la inmensa mayoría de políticos y cientistas sociales de izquierda renunciaron a la ideología socialista y adoptaron el neoliberalilsmo. Por su parte los partidos de derecha y el empresariado continúan con una fuerte orientación antidemocrática y proclive a la desmovilización popular. Jorge Larraín op. cit pág. 221-226; un estudio sociológico realizado por Naciones Unidas en el año 2002, muestra con claridad la enorme dimensión del problema causado por el fenómeno del “familismo amoral”. Sólo el 10% de los chilenos pertenece a la sub cultura denominada “estilizados”. Estos tienen actitudes y orientaciones de tipo universalistas. Es decir, se preocupan de los problemas que afecta a la comunidad chilena y al mundo. En este sentido son ciudadanos modernos y participativos que han logrado superar los intereses particularistas relacionado solo con sus problemas personales y familiares. Estos chilenos se preocupan por el bienestar del barrio, la ciudad, y el país en su totalidad. Desafortunadamente de este estudio se desprende que el 90% de los chilenos son “familistas amorales”. Ya que no les interesa los problemas de su vecindario, su ciudad o su país. Sólo se concentran en las necesidades o aspiraciones personales o de su familia. No obstante el problema es mucho más grave aún, pues solo el 5% de los chilenos utiliza parte de su tiempo libre en participar en una o más organizaciones pertenecientes a la sociedad civil. Es decir, organizaciones de ciudadanos voluntarios que libremente y participativamente trabajan por la solución de problemas que afectan a la comunidad. PNUD. Desarrollo humano en Chile. Op cit, págs. 245 y 323
Gonzalo Vial en las páginas 44 y 45 de su monumental obra señala que Chile tiene un carácter nacional o una cultural nacional de tipo epicúreo. Es decir, contraria al trabajo productivo. Este epicureismo se traduce en el deseo generalizado de gozar sin trabas de la riqueza y de satisfacer lo antes posible las necesidades y deseos sensuales. Hay una potente tendencia de alejarse al dolor y el trabajo productivo y a buscar el placer, el ocio, la relajación y la felicidad. Los chilenos sueñan con vacaciones y jubilaciones anticipadas. Vial deja muy en claro que este tipo de valores está muy lejos del carácter nacional que caracterizó a Chile entre 1800-1870. En esos años había una cultura de trabajo fuerte y generalizada. En varios capítulos describe como el carácter nacional estoico y puritano fue gradualmente cambiando a epicúreo a partir de los años 70´ del siglo XIX. Primero se corrompió la elite (capítulo 11), luego la clase media (capítulo 12) y finalmente los trabajadores (capitulo 13). Para comienzos del siglo XX Chile entero consolidó un carácter nacional hostil hacia las actividades empresariales, al trabajo productivo y sostenido y la tendencia a la productividad. Por su parte Larraín en su capítulo 7, confirma y corrobora las opiniones de Vial. Gonzalo Vial. “Historia de Chile. La sociedad Chilena en el cambio de siglo (1891-1920) “ Zig-Zag, 1981, pág. 40-45, 635-781; Jorge Larraín “Identidad Chilena” op.city., pág 215-255; el PNUD señala que en la lista de virtudes que tiene el pueblo chileno sólo el 16% indica que el chileno es un trabajador productivo. En la lista de los defectos un 60% indica que el chileno trabaja largas horas, pero no es productivo. PNUD “Desarrollo Humano en Chile”. Santiago 2002; Veliz señala que el subdesarrollo latinoamericano es provocado por la cultura de la región y que Chile no es una excepción. El carácter nacional es proclive a la seguridad y le teme al riesgo. Es así como este carácter es todo lo contrario al carácter Schumpeteriano y también es contrario a la democracia liberal. La mayoría se destaca por tener una fuerte tendencia populista, estatista, oligárquica, absolutista, colectivista y dogmática, ya que todos se creen con el monopolio de la verdad. Caudio Veliz op city. Pág. 190-191; Pablo Obregón hace un estudio comparativo entre la productividad estadounidense y la chilena. Señala que le trabajador del norte produce 38 dólares por hora, y el chileno sólo 12 dólares. El trabajador agrícola en los Estados Unidos produce 53.000 dólares al año y el Chileno sólo 18.000. El trabajador industrial chileno produce 43.000 dólares al año, y el estadounidense 85.000. Señala además que el 80% de los adultos en Chile no tienen suficiente capacidad para entender textos, gráficos, y otras simbologías de uso corriente. Los egresados de la educación media en Chile tienen una comprensión inferior a los alumnos del octavo básico europeo. Pablo Obregón “Trabajador chileno v/ trabajador estadounidense”. El mercurio 24 diciembre 2002, Pág B 5 . Es preciso señalar que ha habido un marcado descenso en la productividad en Chile entre los años 2002-2008. Se puede argumentar que la baja especialización y la escasa profesionalización de los ocupantes en cargos tanto en el sector público como privado, en parte importante determina que las instituciones en Chile funcionen mal y con escasa productividad. La insuficiente especialización es así un factor determinante en el deprimente subdesarrollo político que Chile tiene en la actualidad. Y este subdesarrollo político explica también por que el país sigue subdesarrollado del punto de vista socio-económico.
La teoría de la congruencia entre estructura y cultura es vieja y ampliamente documentada. Como señalaba Montesquieu, lo crucial para la buena gobernabilidad no son las estructuras tales como las constituciones las leyes o los reglamentos. Lo crucial es lo que él llamaba el espíritu, el humor, el resorte, el alma, el carácter o los valores esenciales que un grupo humano tiene y practica. Son estos valores o cultura los que determinan si la sociedad se gobierna con prudencia, justicia, eficiencia y en beneficio del bien común. Similarmente Adam Smith argumentaba que la única forma de hacer funcionar el modelo o estructura liberal- capitalista era si esa sociedad se apegaba fuertemente a principios éticos y morales superiores. Si ellos existían, era posible crear el paraíso en la tierra, es decir, la riqueza de las naciones. Sin estos valores y principios fundamentales, el modelo liberal capitalista se transformaba en un verdadero infierno y en vez de ser una estructura e instrumento de liberación del ser humano, se transformaba en un instrumento de opresión y esclavitud.
Esta misma relación de congruencia sistémica la tomó siglos después Max Weber, cuando señalaba que la ética protestante era el espíritu que hacía funcionar bien el capitalismo creado en el norte de Europa. Sin estos valores éticos fundamentales, este modelo o estructura de producción pronto entraba en contradicciones fatales y se derrumbaba. Por supuesto que Karl Marx, descubrió que a mediados del siglo XIX estos valores éticos fundamentales se estaban peligrosamente perdiendo, y es por ello que vaticinaba el fin de este modelo para finales del siglo XIX. No obstante, los países anglosajones reaccionaron a tiempo y gradualmente (particularmente los Estados Unidos) lograron recrear y fortalecer el resorte ético fundamental siendo el movimiento progresista, el instrumento clave de esta reforma cultural. Rol importante en este salvataje ético tuvieron los presidentes Theodore Roosevelt, Woodrow Willson y particularmente el presidente Franklin Delano Roosevelt. Estados Unidos recuperó su ética perdida y ello le permitió alcanzar la hegemonía mundial durante la primera mitad del siglo XX.
Hoy día, a principios del siglo XXI, el mundo observa perplejo como el modelo o estructura de producción neoliberal se desmorona como un castillo de arena; una vez más, al parecer, la causa fundamental ha sido la corrupción ética y moral que se inició en el mundo anglosajón, con la llegada al poder de Reagan en Estados Unidos y Thatcher en Gran Bretaña. A partir de esa fecha, atrás quedó la afluencia y bienestar del pueblo estadounidense y que produjo la época dorada de los años 50, 60 y 70 del siglo XX. A partir de 1980, la ola neoliberal se abalanza por el mundo y gradualmente inunda a todo el planeta. Los ideólogos liberales anunciaron el fin de la historia y el inicio de una era de bienestar nunca antes conocida en el mundo. Se profetizaba que pronto la democracia neoliberal, gradualmente invadiría todos los rincones del planeta y el capitalismo de corte anglosajón se encargaría de dirigir y controlar las economías del mundo. Al parecer las cosas anduvieron relativamente bien durante los años 80 y 90 del siglo pasado. No obstante, todo cambió bruscamente en el año 2001. La caída de las torres del centro financiero mundial el 11 de septiembre de ese año, al parecer presagiaba la caída, años después, de todo el modelo que estas torres graficaban majestuosamente.
La corrupción ética de los capitalistas de Wall Street (Masters of the Universe) llegó a su punto de no retorno cuando estos con toda desfachatez y sinvergüenzura crearon los famosos bonos tóxicos. Estos papeles bursátiles representaban deudas hipotecarias incobrables que los bancos habían acumulado en años anteriores. Con astucia y maldad digna de los gángsteres de Chicago, estos grandes bancos vendieron estos bonos como papeles de excelente calidad financiera en todas las bolsas del planeta. Ahí comenzó la crisis inmobiliaria que luego se transformó en crisis financiera generalizada y ahora amenaza con transformarse en depresión mundial.
Como lo señalaba Adam Smith y Max Weber, sin ética no hay confianza y sin confianza el capitalismo no puede sobrevivir. El mundo vio con asombro como, respetados e ilustres financistas, estafaron a sus pares y el vaso de la corrupción se llenó cuando los financistas responsables de la crisis se pagaron sueldos multimillonarios con fondos estatales. Los escándalos explotaron por todos lados. Hace algunos días el último escándalo se dio entre los diputados británicos que confesaron el haber recibido subsidios y prebendas inmorales. Está por verse si el presidente Obama repite el milagro logrado por el presidente Roosevelt en los años 30 y 40 del siglo XX. Si Obama logra recrear y fortalecer los valores éticos del pueblo estadounidense, probablemente el capitalismo anglosajón evolucionará hacia una economía social demócrata y a un Estado de Bienestar más justo para todos. Por el contrario, si Obama no logra esta reforma cultural el modelo económico entrará en un proceso de profunda decadencia y es probable que en algunos años más, China pase a transformarse en el nuevo hegemón mundial.