miércoles, 7 de abril de 2010

Un Cisne Negro Desciende sobre Chile


Un Cisne Negro Desciende sobre Chile:
El Mega Terremoto del 2010 y su impacto sobre el Sistema Político Nacional

Fernando Duque Ph.D.*
Marzo de 2010

Resumen

Se discute el triunfo del método científico en los últimos 500 años. En las ciencias de la naturaleza, el uso de los métodos cuantitativos, las matemáticas y los modelos computacionales han producido enormes avances científicos y el ser humano ha podido resolver problemas descartando el pensamiento mágico y antiguas creencias religiosas. No obstante, cuando el método cuantitativo se utiliza en las ciencias sociales y sus resultados no se meditan con el juicio crítico y la ética, se han producido grandes catástrofes. En ciencia política, el enfoque que utiliza exclusivamente métodos cuantitativos y modelos computacionales pero sin juicio crítico y ética, es el enfoque denominado selección pública. Se predice que si este enfoque es utilizado para solucionar los problemas causados por el terremoto del año 2010, ello podría acarrear graves consecuencias para el frágil sistema político chileno.

Palabras claves: método científico, ciencias sociales, ética, juicio crítico, selección pública.

Abstract

The success of the scientific method in the last 500 years is discussed. In the natural science, the use of mathematics and computer models has produces great advances, and humanity has been able to solve problems successfully. Replacing magic and ancient religious beliefs. Nevertheless, when this methodology is use in social science, without critical judgment and ethics, great catastrophes should be expected. In political science, the approach that uses mathematics and computing models without critical judgments and ethics is the public choice approach. It is predicted that if this approach is used to solve problems created by the earthquake of February 2010, this could create grave consequences for the weak Chilean political system.  

Key Words: scientific method, social sciences, ethics, critical judgment, public choice.


Introducción

En Chile los terremotos, son las catástrofes naturales que más impacto han tenido sobre su desarrollo. Se argumenta que el terremoto del año 2010, tendrá un impacto similar al que tuvieron los terremotos de los años 1906 y 1960. La reacción del sistema político al terremoto del año 1906, fue ineficiente e injusta. Se dejó que las fuerzas del mercado resolvieran el problema. Este no se resolvió y sus efectos agudizaron conflictos sociales.

            Los efectos del terremoto de 1939 por el contrario, fueron enfrentados eficientemente por la intervención del Estado. Un par de meses después del terremoto, se creó la Corporación de Reconstrucción y Auxilio a fin de poner de pié nuevamente al país. Para financiar la reconstrucción se creó la Corporación de Fomento de la Producción.  La crisis se utilizó como una oportunidad para mejorar las condiciones socioeconómicas del país. Efectivamente el desarrollo entre 1939 y 1953, fue sólido y sostenido.

            Para el terremoto de 1960, el liberalismo había levantado nuevamente cabeza y esto determinó que  la reacción estatal fuera mucho menos efectiva que en 1939. Fue así como la derecha primero y luego la democracia cristiana, perdieron el poder y Chile optó por la opción socialista en 1970. No obstante, poco tiempo después fuerzas externas cortaron de cuajo las esperanzas y sueños del pueblo. La noche del neoliberalismo se apoderó del país y ya van casi cuarenta años de sufrimiento.  Tal vez el terremoto de febrero pasado sea la oportunidad para reiniciar la marcha hacia el progreso, drásticamente abortada en 1973.

            Este trabajo discute como el conocimiento científico sin una base ética adecuada, produce destrucción y miseria. Se analiza el triunfo de las ciencias sociales computarizadas y matematizadas y luego cómo estos conocimientos espurios produjeron la mayor catástrofe económica, social y política después de la segunda guerra mundial. Se argumenta como el mal uso de los modelos matemáticos en las finanzas y en la economía estuvieron a punto de arruinar a todo el planeta. Luego se analiza cómo la utilización de estas herramientas transformó a la ciencia política en una disciplina irrelevante.

            Antes del 2007, el ser humano llegó a creer que había conquistado el riesgo y los peligros en las esferas económica, social y política. Con petulancia, algunos llegaron a pensar que sus conocimientos matemáticos, los convertían en semidioses. No obstante, la crisis puso nuevamente al ser humano en su lugar. Hay fenómenos tanto naturales como sociales  que no se pueden describir, explicar ni predecir adecuadamente. Los modelos y fórmulas matemáticas son necesarios y útiles. Pero el juicio crítico y la ética, son disciplinas que si no se toman en cuenta, producen decisiones desastrosas.

            A continuación se discute el terremoto del año 2010 y se comenta su probable impacto en la sociedad y economía chilena y luego se hacen algunas predicciones para el futuro. Se argumenta que es altamente probable que el Gobierno utilice la teoría de la selección pública para resolver la problemática causada por el terremoto. Ésta es la teoría que la elite viene utilizando para formular políticas públicas desde 1980. Se pronostica que  si ello ocurre, la sociedad sufrirá consecuencias parecidas a las que se sufrieron después de 1906 y de 1960.

            Se predice también que es probable que el presidente Piñera fracase en sus intentos por conseguir que Chile sea un país desarrollado para el año 2018. Se señala que hay tres barreras importantes que han determinado el subdesarrollo chileno durante todo el siglo 20 y esas ellas son: primero un carácter nacional y capacidad empresarial inadecuada; segunda, corrupción, ineficiencia y poca productividad de la administración pública y finalmente, la situación de dependencia en que se encuentra el país a partir de 1973. El trabajo continúa con una breve discusión relacionada con la pérdida del sentido de comunidad en Chile y cómo esta falta de cohesión social repercute gravemente en el proceso de desarrollo nacional.

            El trabajo sigue con una descripción de los aspectos más importantes del enfoque de la selección pública y cómo éste ha sido utilizado en Chile y en otros países.

            El trabajo concluye señalando que probablemente el uso de la selección pública producirá un malestar generalizado acompañado de una pérdida de confianza en el futuro. Si ello llega a ocurrir, todo el actual modelo socioeconómico y político chileno podría ser severamente cuestionado.  Para evitar futuras catástrofes sociales se recomienda que el presidente Piñera abandone prejuicios ideológicos y adopte medidas pragmáticas.


El Desafío de los Dioses

           Algunos autores argumentan, que la gran diferencia entre los tiempos modernos y el pasado medieval, es el dominio humano sobre el riesgo y la incertidumbre (Bernstein, 1996). Esto es también la noción de que el futuro es algo muy distinto al mero y simple capricho de los dioses.  Desde el renacimiento en el siglo XV, se empezó a pensar que los seres humanos no son entes pasivos y con resignada conducta fatalista ante las gigantescas fuerzas de la naturaleza. Al contrario, el pensamiento dominante en los últimos cinco siglos, es que la inteligencia y organización humana pueden cambiar la naturaleza y ponerla al servicio del hombre. De aquí nació la idea iluminista del imparable progreso y mejoramiento constante de la condición humana. Se proyecta que en un futuro no muy lejano, los dioses ya no serán necesarios.

            Durante 500 años, la especie humana se ha dedicado a estudiar el  mundo físico. Miles de científicos, han logrado describir, explicar y predecir, gran parte de los fenómenos físicos cotidianos y esto se ha hecho en forma  rigurosa, es decir, utilizando el método científico (Burns, 1957). Se han elaborado cientos de leyes, las cuales han sido debidamente comprobadas por la observación empírica y la experiencia y se ha logrado así,  conformar un sólido cuerpo de conocimiento científico. Estos  conocimientos han sido resumidos en miles de fórmulas matemáticas que han dado  satisfactorias respuestas y una infinidad de problemas. Está claro, que la ciencia moderna ha reemplazado a la magia.

            Pero la revolución científica iniciada hace medio milenio, no se ha detenido con las ciencias de la naturaleza, sino que también ha penetrado las ciencias sociales. De esta forma, la conducta económica, social y política, se ha tratado de estudiar con la misma rigurosidad que los fenómenos de la naturaleza. En este sentido, las esperanzas de Kant, Comte y Mill parecieran estar cerca de su realización. El país que más se ha destacado por este esfuerzo kantiano ha sido los Estados Unidos, y desde sus universidades se ha expandido por todo el planeta el esfuerzo por describir, explicar y predecir los fenómenos sociales, mediante el uso de modelos computacionales y  fórmulas matemáticas (Valencia, 2011).

          En el área de la economía y las finanzas, durante los años 80 y 90 del siglo pasado, al parecer se pensó, que por fin el riesgo había sido reducido a una mínima expresión. Fue así como las finanzas gozaron de un periodo de oro con tasas bajas de interés, escasa volatilidad y altos retornos del capital. Todo este nuevo paradigma se produjo gracias a tres fenómenos importantes. Primero,  el enorme crecimiento de los papeles bursátiles llamados derivativos; segundo, la descomposición y distribución del riesgo crediticio mediante la seguritización; y tercero, la formidable unión de las matemáticas con el nuevo poder computacional (ibídem).  

            Los primeros trabajos destinados a aplicar las matemáticas al estudio del riesgo financiero se iniciaron en algunas prestigiosas universidades estadounidenses a mediados del siglo XX. Luego, esta tendencia creció y se fortaleció enormemente  cuando importantes bancos y firmas financieras de Wall Street, empezaron a utilizar estos modelos en forma masiva y altamente lucrativa. Los bancos ahora podían calcular, con un alto grado de precisión, cuánto dinero podían perder en caso que sus inversiones resultaran desastrosas. De pronto, cualquier riesgo financiero podía ser  medido al detalle al igual que los probables retornos esperados. Ante estos descubrimientos, los bancos empezaron a contratar un enorme número de doctores con especialidades en matemáticas, física e ingeniería y esto con el fin de desarrollar e implementar nuevos modelos matemáticos que pudieran describir, explicar y predecir el riesgo financiero. Batallones completos de graduados más destacados de las mejores universidades del país se instalaron en Nueva York, y esto contribuyó a consolidar a  esta ciudad como la capital del nuevo mundo financiero global (ibídem).   

           Este gigantesco cambio paradigmático en el mundo de las finanzas se transformó en un aparente círculo virtuoso. Mientras mayor fuera el riesgo que se podía calibrar con la nueva ciencia financiera, mayores eran las oportunidades para transformar las deudas en bonos y otros productos transables, los cuales podían ser vendidos en los mercados mundiales. Las agencias públicas encargadas de regular las prácticas y conductas de los  nuevos genios de la economía, aceptaron con gusto estas novedades tecnológicas argumentando que esta era “la gran modernización” que por fin había derrotado para siempre los peligros macroeconómicos.  Las seguritización había así, con éxito, fraccionado los riesgos de empresas individuales y los habían brillantemente transformado en apetecibles bienes transables en todos los mercados del globo. La fe en este nuevo orden científico tecnológico, se reflejó claramente en las nuevas políticas y regulaciones bancarias elaboradas en la reunión llamada Basel Dos. Aquí se decidió respaldar y activamente promover los modelos elaborados por los bancos del hegemón mundial (Ferguson, 2008).


La Venganza de los Dioses

            No obstante, todo este progreso era sólo un espejismo espurio. Este se vino abajo con el derretimiento de todo el sistema  bancario occidental entre los años 2007 y 2009.  Este fue como un mega terremoto grado 10. El sentimiento de seguridad fue totalmente destruido y la fe en los modelos matemáticos se esfumó en forma instantánea. La idea dominante en los 80 y 90 y primeros años del siglo XXI, de que los bancos podrían  autodisciplinarse, terminó siendo el error más caro del planeta. Se necesitaron 15 trillones de dólares (el PIB anual de Chile no alcanza a 1/5 de trillón) en inyecciones de dinero estatal  para salvar y mantener vivo y funcionando al sistema financiero mundial. Si no se hubiera actuado así, una depresión, peor que la de los años 30 del siglo XX, se habría apoderado del planeta (Valencia, 2010; Ferguson, 2008).

            Después de esta catástrofe, banqueros occidentales atemorizados y compungidos reconocieron que sabían poco o nada de la extraordinaria complejidad de los fenómenos que les había tocado enfrentar. También terminaron por aceptar que la administración del riesgo económico es un asunto que en verdad requiere una gran cantidad de sentido común, un juicio balanceado y una enorme experiencia en el manejo de las finanzas. Esto era mucho más importante que la simplista manipulación de los números y el uso de fórmulas matemáticas. Los computadores sólo pueden dar un insumo más, pero hay otras variables y antecedentes mucho más importantes que deben ser sopesados y juzgados con sabiduría y prudencia. Estos banqueros reconocieron además, que tratar de captar la compleja realidad del riesgo económico sólo con formulas matemáticas, era una soberana estupidez (Ibidém).  El mundo vio con asombro como los arrebatos de autosuficiencia de los grandes banqueros occidentales ha sido rápidamente reemplazado por una actitud temerosa. Al mandar este cisne negro a la tierra, los dioses se habían vengado nuevamente, habían puesto al ser humano en su lugar. Una vez más los dioses habían castigado la barbarie de la razón (es decir, poner el método científico y la lógica matemática por sobre los principios éticos). 

            La verdad parece ser que en los mercados financieros, los eventos catastróficos ocurren con mucha mayor frecuencia de la que los modelos probabilísticos habían pensado. Estos eventos son los que Nassim Taleb (2009) ha llamado los cisnes negros.  El mundo actual de la macroeconomía y las finanzas occidentales ha caído en un nivel de fragilidad extremo. Hoy día, las catástrofes financieras son el doble de frecuentes de las que se tenían antes de la primera guerra mundial. Catedráticos eminentes de la universidad de California han señalado que la conducta financiera (particularmente la anglo-sajona), tiene una poderosa tendencia a transformarse en una conducta mucho más ilógica, salvaje, irracional e impredecible de la que se puede observar en los más caóticos fenómenos naturales. Se señala que si los mercados financieros siguieran la curva Gauss que han asumido en sus modelos matemáticos, la crisis de  1987, la crisis de las tasas de interés de 1992 y la crisis del 2007 – 2008; podrían ocurrir sólo una vez en toda la historia del universo. En otras palabras, los modelos matemáticos esperaban que las megacrisis fueran excepcionalmente raras, y que ellas prácticamente no se producían jamás (Valencia, 2010).

Las instituciones financieras pensaban que las posibles causas de una megacrisis (cisne negro), sólo podían venir de factores externos tales como epidemias, ataques terroristas, calamidades naturales o guerras internacionales. Ahora ellos piensan que las principales causas de una megacrisis también pueden ser internas. Los riesgos más importantes están dentro del sistema mismo y ellos se amplifican, multiplican y expanden como un cáncer incontrolable. El sistema financiero global es un sistema de alta complejidad y como todo sistema humano, éste está sujeto a constantes cambios y adaptaciones. El sistema está compuesto por billones de partes y cada una de ellas lucha por adaptarse y sobrevivir, y esta lucha crea una  constante inestabilidad. El sistema es un conjunto en desequilibrio permanente y que siempre camina al borde del abismo, basta un insumo no esperado para que sus efectos devastadores desplomen toda la estructura al fondo del precipicio. Esta es la característica de todos los sistemas sociales, y el sistema financiero global no es una excepción (Soros, 1999; Taleb, 2009; Ferguson, 2010).

            En el área de las ciencias políticas y administrativas, la tendencia a introducir modelos  matemáticos para estudiar la conducta política de los ciudadanos, también ha penetrado con fuerza en las últimas tres décadas del siglo XX. Naturalmente que aquí también esto ha sido una gran pérdida de tiempo, y las razones son las mismas que ya se han dado para los estudios  económicos y financieros. La conducta política/administrativa está determinada por variables, difíciles de medir  y naturalmente, ellas no se pueden reducir a fórmulas matemáticas. (Ibídem).


La Fragilidad de los Sistemas Políticos

            Los sistemas políticos se parecen mucho más a un montículo diseñado por cientos de miles de termitas que al elegante y simple diseño de una pirámide egipcia. Los sistemas políticos funcionan en un área o espacio que está compuesto por zonas de orden y desorden, y  siempre están cerca del borde que lleva al caos. Estos sistemas dan la apariencia de funcionar en forma estable, pero sólo por periodos acotados de tiempo. Muchos de ellos  parecen estar en saludable equilibrio, pero en realidad, dentro de ellos hay una constante lucha entre las partes que componen el sistema ya que todas ellas tratan de adaptarse y sobrevivir, pero muchas no lo logran y decaen hasta desaparecer y así se cumple la predicción del darwinismo social de Spencer. La enfermedad y muerte de muchas partes en forma simultánea pueden provocar la paralización y muerte de todo el sistema (Ferguson, 2010; Trent, 2010). 

Si el sistema político tiene cohesión social y un espíritu de comunidad (es decir, los ciudadanos se tratan con deferencia y respeto  mutuo), entonces el sistema logra resolver los eternos conflictos entre las partes y con ello sobrevivir, y desarrollarse (Eckstein, 1966). El sistema crece y se consolida, las necesidades sociales y demandas de las grandes mayorías son satisfactoriamente resueltas, por lo tanto la mayoría de los ciudadanos otorga un fuerte apoyo a las instituciones del Estado. Los apoyos son siempre mayores que las demandas y ellos permiten al sistema político resolver pacífica y ordenadamente, los inevitables  conflictos sociales. El sistema tiene una retroalimentación positiva y el Estado crece y se consolida. En otras palabras, las distintas instituciones políticas que conforman el Estado, funcionan con eficacia, eficiencia y alta productividad.  Esto es lo que Huntington (1968) ha denominado alta institucionalización o desarrollo político (Duque, 2008ª).

            Si el sistema no  tiene cohesión social y la comunidad nacional no existe o es frágil, entonces el sistema irremediablemente colapsa (Eckstein, 1966).  Las demandas sociales de la inmensa mayoría no son satisfechas y por consecuencia, los apoyos que el sistema necesita en forma gradual se van reduciendo. La retroalimentación es negativa y esta insatisfacción ciudadana es constante y va en creciente aumento. Las instituciones del Estado dejan de funcionar, porque entre muchos otros aspectos negativos, los ciudadanos no pagan  los impuestos y un grupo significativo de estos deja de respetar la ley y el orden. El vandalismo y la criminalidad llegan a límites intolerables. La única manera de que el sistema sobreviva, es con represión violenta y estado de sitio. Esto es lo que Huntington (1968) denomina subdesarrollo político o sociedad pretoriana. Pero entonces el Estado en declinación, comete errores garrafales, se producen masacres,  perecen miles de personas inocentes y así, en una profunda crisis de legitimidad, las  fuerzas del orden policial y militar dejan de obedecer a las autoridades políticas y con ello, el  sistema colapsa. Otra forma de muerte sistémica debido a la falta de cohesión social se produce cuando un evento no esperado tal como una guerra, una epidemia, crisis económica o un mega terremoto, es decir, un inesperado cisne negro, puede iniciar lo que se denomina la fase de transición donde se pasa de un equilibrio relativamente benigno a un desequilibrio crítico. La falta de cohesión social inicia un periodo de guerra de todos contra todos. El sistema ya no puede armonizar intereses, los partidos políticos se transforman en trincheras enemigas, el congreso deja de funcionar y el poder ejecutivo, sin el suficiente apoyo político no es capaz de  dirigir y controlar la administración pública. La burocracia estatal se corrompe y las instituciones públicas dejan de producir outputs. Al paralizarse el corazón del sistema político, y al dejar de producirse resultados que resuelvan las necesidades públicas, la ciudadanía termina por revelarse y la revolución hace que todo el sistema colapse. Entre los muchos especialistas que han estudiado el proceso revolucionario o la anatomía de las revoluciones, deben destacarse los trabajos de Brinton y Davies (Brinton, 1963; Davies, 1962; Duque, 2008ª).

            Después de la mega crisis, se produce el estudio y análisis por parte de historiadores, sociólogos y cientistas políticos. Estos académicos se especializan en el estudio  de los denominados “eventos de cola”, estos son sucesos de bajísima frecuencia, pero son de altísimo impacto, estos eventos siempre se ubican en los extremos de la distribución tipo campana. Aquí están los mega terremotos, las guerras, las revoluciones y las crisis financieras. Aquí también se pueden encontrar la crisis y muerte del Estado nación y sobre todo, la súbita muerte de los imperios (Ferguson, 2010).  La  inmensa mayoría de los académicos que examinan estos eventos excepcionales no dan adecuada atención a la extrema y enmarañada complejidad del fenómeno bajo análisis. La mayoría de ellos están entrenados para explicar la calamidad usando variables o tendencias de larga duración, las cuales tienen sus orígenes en el pasado distante.

            Esto es lo que Nassim Taleb (2009) en su  libro “El Cisne Negro” llama la “falacia narrativa”, Ferguson (2010) utilizando la teoría de Taleb, señala que algunos explican la primera guerra mundial indicando que el problema se inició con el tratado de 1839, que legalizó la neutralidad de Bélgica. También se incluye como antecedente remoto, la disolución  de Imperio Otomano, iniciada en 1870. Otra variable remota usada, es la acelerada expansión de la marina de guerra alemana que empezó en 1897. En verdad, para explicar la primera guerra mundial, los antecedentes remotos son importantes pero no determinantes. Por el contrario, el análisis de las causas inmediatas es más importante para entender la funesta transición de un equilibrio internacional relativamente bueno, al desastroso desequilibrio de las coaliciones en conflicto. Es así como la primera guerra mundial fue causada por una serie de malos cálculos diplomáticos realizados durante el verano de 1914 (ibídem).  

            Otra falacia histórica es pensar que la caída del sistema democrático chileno en  1973, tiene sus causas determinantes en antecedentes remotos tales como la virulenta lucha de clases que se inició con el suicidio del presidente Balmaceda y la  desastrosa administración de la mal llamada “república parlamentaria”. También se argumenta por algunos académicos que la mala administración del llamado “estado de bienestar” social demócrata iniciado en 1939, tuvo mucho que ver con el colapso de dicho sistema en 1973.  No obstante, para muchos observadores, particularmente honestos académicos estadounidenses, las causas inmediatas del fin de la democracia en Chile tienen su origen en los programas y políticas que Estados Unidos implementó con extraordinaria eficiencia entre 1971 y 1973 (Church, 1973; Uribe, 1975; US Senate, 1976; Kornbluh, 2003). 

            Es así como los fenómenos de cola, de bajísima frecuencia, pero de alto impacto, no son el final de una larga línea cronológica, y tampoco son el resultado de un determinismo lineal de la historia. Ellos por lo general representan las perturbaciones y los fracasos súbitos e inesperados de sistemas complejos. Los cientistas de las ciencias exactas o naturales, dan varios ejemplos de sistemas extraordinariamente complejos. Este es el caso de la espontánea organización de varios de cientos de miles de hormigas que construyen un montículo que sirve para dar protección a sus nidos. Otro ejemplo lo constituye la geometría de las moléculas de agua cuando forman copos de nieve. Las ideas de un ser humano es otro ejemplo. Estas ideas son el producto de billones de neuronas ubicadas en el sistema nervioso central. (Ferguson, 2010).

            Las estructuras políticas, sociales y económicas que los seres humanos construyen, comparten muchas de las características que tienen los sistemas complejos de la naturaleza. Todos estos sistemas humanos tienen algunas características comunes, entre ellos está el hecho que un pequeño insumo puede producir colosales cambios no anticipados, esto es lo que se llama el efecto amplificador. Por ejemplo, una vacuna puede prevenir la gripe, pero una sobredosis de la misma vacuna puede producir la muerte. Como relaciones de causa y efecto dentro de los sistemas complejos por lo general no son lineales, esto significa que métodos tradicionales de generalización a través de la observación, tales como el análisis de tendencias o el muestreo, no sirven de mucho para predecir el futuro. Algunos teóricos de la  complejidad llegan a señalar que los sistemas complejos son totalmente no deterministas y por lo general, es imposible hacer predicciones sobre su futura conducta, basándose en la  información histórica existente. Cuando las cosas salen mal en un sistema complejo, la escala de destrucción es prácticamente imposible de prever. No existe un incendio forestal típico o un incendio forestal promedio que sea semejante a otros y que tiene aspectos comunes. Lo mismo puede decirse de los terremotos y de las epidemias. Este tipo de sistemas complejos es muy común en el mundo natural. Algunos cientistas políticos proponen que el conflicto social también es un sistema complejo. Por lo tanto, los resultados del conflicto tampoco son posibles de predecir (ibídem).


Los Terremotos en Chile

            Lo que es central  e importante para todos los sistemas complejos como es el Estado, es el que un relativamente pequeño e inesperado insumo o input puede producir una catástrofe desproporcionada o un impacto verdaderamente fatal. Este caso se dio recientemente con el terremoto en Chile. El gobierno determinó que no había peligro de tsunami, y ello produjo la muerte de cientos de personas. El pequeño insumo que produce un impacto fatal y catastrófico, es la tesis central de Taleb (2009).

            Un cisne negro se posó en Chile hace una semana. Un violentísimo terremoto de grado 8.8 en la escala de Richter  y cientos de réplicas han afectado las regiones más pobladas del país. La devastación se extiende entre Santiago y Temuco. Se acusa a las autoridades chilenas de tener una reacción lenta y equivocada. Por ejemplo, el gobierno, por televisión, señaló a comienzos de la crisis, que el país estaba suficientemente preparado para una catástrofe y por lo tanto, no necesitaba ayuda internacional. Luego se le acusa que ordenó que se le informara a las poblaciones costeras que  no había peligro de tsunami. También se le culpa que no consideró la fragilidad de cohesión social en chile y por lo tanto, no ordenó la inmediata ocupación militar de las áreas conflictivas a fin de prevenir el inevitable vandalismo popular.  Se le critica también la falta de ayuda oportuna, y que aún después de una semana del terremoto, todavía quedaban localidades y ciudadanos sin recibir ayuda del Estado.

            Por supuesto que no es posible conocer cómo se tomaron las decisiones para  enfrentar la catástrofe del 27 de febrero, pero lo que sí es posible hacer es presentar algunas hipótesis preliminares.

            Chile se ha destacado en los últimos 36 años por ser un destacado alumno de las enseñanzas y que imparte Estados Unidos. Los altos cargos de la administración del Estado están ocupados por ingenieros  y algunos de ellos tienen postgrado en las mejores universidades de ese país. El enfoque teórico/administrativo que más se enseña en las mejores universidades chilenas en el área de la gestión es el enfoque llamado “Selección Pública”. Sus defensores y practicantes argumentan que los modelos matemáticos que este enfoque utiliza para tomar decisiones públicas son prácticamente infalibles. Es por lo tanto probable que las decisiones que tuvieron que ver con el manejo de la actual crisis fueron tomadas siguiendo estrechamente modelos matemáticos. Estos modelos necesitan de una inmensa cantidad de información que deben ser procesadas por sofisticados programas computacionales. Es probable que la tarea de recolectar toda la información necesaria retrasara sustancialmente el proceso decisorio, y luego esta tardanza provocó decisiones poco juiciosas.

La elite concertacionista ha cometido aberraciones administrativas anteriores, tales como el transvalparaíso, el transantiago, la renovación de los ferrocarriles, las reformas judiciales, la reforma al sistema de salud y sobre todo, las reformas al sistema educacional. Para tomar estas decisiones se utilizó preferentemente la metodología de la “Selección Pública” y por lo tanto es probable que se haya procedido de la misma forma con respecto al  terremoto. El sistema político chileno es afectado por toda la problemática que normalmente afecta los sistemas sociales. En otras palabras, el sistema está en un permanente estado de adaptación, y esto produce una constante situación de desequilibrio. El sistema camina al borde del abismo y hasta ahora la caída se ha logrado evitar pues la elite concertacionista ha logrado firmar un pacto social con la elite derechista. En parte este pacto se mantuvo exitosamente gracias a los abundantes recursos provenientes del cobre. Estos recursos también permitieron la entrega de apoyos y subsidios a una gran cantidad de chilenos. Todo esto, en gran medida, explica la relativa y precaria paz social que se ha tenido hasta ahora.

            El terremoto cambió drásticamente la situación, en pocos instantes se destruyó  infraestructura pública y privada que probablemente llegará a sobrepasar los 30 mil millones de dólares. A todo esto hay que agregar toda la injusticia y criminalidad que se desató en áreas importantes del país.  Estos son síntomas claros que la cohesión social en Chile no existe (Vial, 1981; Larraín, 2001). Asaltos a supermercados, bodegas mayoristas, comercio minorista, ataque a bomberos y robos en casas particulares, por parte del lumpen popular; fueron acompañados de criminal acaparamiento de alimentos y combustibles, alza injustificada de los precios de artículos de primera necesidad y varios días de vergonzosa indiferencia de la clase media y la elite hacia el sufrimiento de los damnificados. Chile está dividido en un 80% de ciudadanos cuyo ingreso familiar es igual o inferior a 550.000 pesos por mes y por lo tanto, ellos son la mayoría insatisfecha del país. En el lado opuesto está el 20% de los chilenos que tienen ingresos suficientes para tener un estándar de vida parecido a las clases medias de los países desarrollados (Nef, 1995; Fazio, 2001; Ffrench-Davies, 2001; Astorga, 2002; Duque, 2008b). Sólo un odio profundo entre las clases sociales puede explicar la conducta observada en vivo y en directo en todas las pantallas de televisión del mundo.

            El presidente electo que guiará al Estado a partir de la próxima semana, va a ser  confrontado por una crisis de proporciones mayúsculas. Durante todo el siglo XX, los  terremotos alteraron el mapa político de Chile. El terremoto de 1906, empeoró drásticamente el estándar de vida de muchos chilenos y no en poca medida fue responsable por huelgas y masacres. Siendo la más importante de estas brutalidades la matanza de Santa María de Iquique donde murieron más de 3.000 ciudadanos en 1907. Este terremoto fue también una variable importante en la profunda crisis socioeconómica que afectó a Chile en ese periodo (Stevenson, 1942; Finer, 1948; Silvert, 1948; Mamalakis, 1965; Duque, 1978; Meller, 1998; Correa et al, 2001).

            El terremoto de 1939 y la inmensa destrucción que este produjo (30.000 muertos), le permitió al frente popular pasar la legislación necesaria para crear la Corporación de reconstrucción y auxilio y la Corporación de Fomento a la Producción y también poner las bases para el estado de bienestar diseñado para la clase media y el proletariado industrial. La derecha, atemorizada por huelgas y manifestaciones y el destrozo de todos los vidrios del congreso, a pesar de su cerrada oposición, se vio obligada a aceptar las políticas sociales y económicas del nuevo gobierno del presidente Aguirre Cerda (ibídem).

            Por otro lado, el terremoto de 1960 siendo el de mayor magnitud en zonas pobladas de la tierra (9.5 escala de Richter) arruinó las posibilidades de un buen gobierno por parte del presidente Jorge  Alessandri. A pesar de varios miles de millones de dólares en ayuda estadounidense, estos fondos no fueron suficientes para reducir el descontento popular y así evitar el triunfo de la centroizquierda en 1964. Eduardo Frei continúo con la reconstrucción del país, pero una enorme cantidad de los fondos recibidos de los Estados Unidos se perdieron debido a la mala gestión y administración estatal. El descontento popular continúo y fue así como Chile eligió el primer presidente marxista de América (Anónimo, 1971; Church, 1973; Sampson, 1974; Marchetti, 1975; Mamalakis, 1976; Duque, 1978; Kornbluh, 2003).

            Nadie sabe lo que va a pasar en los próximos años. Lo único que se podría argumentar es que es altamente probable que el sistema político chileno entre en un periodo de gravísimas turbulencias parecidas a las que el país sufrió entre 1960 y 1989. Un elemento importantísimo que es necesario considerar es el hecho que Chile no podrá contar con la ayuda estadounidense que en el siglo XX salvó a los gobiernos de Alessandri y Frei, y particularmente a la dictadura de Pinochet. Hoy día, el hegemón esta ocupadísimo en el Medio Oriente y tiene muy pocos recursos para ayudar a su sobrino favorito.

            No obstante toda esta falta de certezas, una cosa queda muy clara. En el área de la ciencia política y la administración pública, Kant, Comte y Mill estaban profundamente equivocados y Carlos Marx y Max Weber tenían toda la razón. Ellos proponen con gran fuerza lógica una metodología científica y dialéctica, y que tome muy en cuenta la complejidad de los sistemas sociales (Pastor, 1989; Trent, 2010).


Un Probable Escenario Futuro

Basándose en algunas ideas y teorías generales de estos dos verdaderos gigantes de las ciencias sociales, es posible diseñar un escenario preliminar que podría tener algunas probabilidades de cumplirse. Es necesario señalar que este pequeño escenario es prácticamente idéntico a uno que este autor ya preparo hace exactamente cuatro años atrás. En efecto en marzo del año 2006, se escribió un corto artículo titulado “La victoria de la presidenta y perspectivas futuras”. En términos generales este trabajo señala que el gobierno de la presidenta Bachelet será incapaz de sacar a Chile del subdesarrollo. A pesar de las calificaciones de ella y su equipo asesor, las variables estructurales que explican el subdesarrollo chileno son demasiado profundas como para ser cambiadas en un corto periodo de tiempo (Duque, 2006).

Chile viene sufriendo desde hace muchos años tres fallas o barreras estructurales que le impiden saltar al nivel de país desarrollado. Estas tres barreras básicas son en primer lugar la poca eficiencia, agresividad, innovación y ética del sector privado nacional. En segundo lugar la corrupción y poca productividad del sector público chileno  y finalmente, es necesario destacar la grave dependencia económica y política que el país padece desde hace ya muchos años (Duque, 1978; Duque, 2006).

La combinación sistémica de estas tres barreras estructurales, en gran parte explica porque Chile, a pesar de enormes riquezas naturales, sigue siendo un país pobre y subdesarrollado en todos sus aspectos. Es decir, en su economía, en su política, en su sociedad y particularmente, en sus valores y orientaciones culturales. Desafortunadamente, el escenario preparado hace cuatro años, se cumplió en parte importante, y esto explica porque la concertación perdió la última elección. En efecto, durante la administración Bachelet, la economía sólo creció en promedio a una tasa del 2.9% anual y en su último año la economía sufrió una recesión donde el crecimiento fue claramente negativo. Todo esto pese a los excelentes precios para las exportaciones chilenas. Es necesario recordar que el precio del cobre alcanzó niveles record durante gran parte de los últimos años.

Es preciso también recordar que en el año 2006 la prensa especializada en asuntos económicos tenía grandes aprensiones sobre el futuro de Chile. Es así como la revista “The Economist” señalaba que uno de los grandes problemas y desafíos importantes de la presidenta Bachelet era precisamente la poca eficiencia y productividad del sector público. Se señalaba que la pregunta clave era si los brillantes e inteligentes tecnócratas, tenían la experiencia  y la paciencia para trabajar con un servicio civil inadecuado (The Economist, 2006).

Al parecer, los líderes no eran ni  brillantes ni  inteligentes, y como prueba de esto existe una gran variedad de programas y políticas públicas que se implementaron con un nivel de eficiencia y eficacia verdaderamente patético. El peor de todos es el programa denominado Transantiago. Los ciudadanos todavía pagan y seguirán pagando por muchos años más la estupidez de aquellos políticos y tecnócratas involucrados en este programa.

El presidente electo, y su equipo (muchos de ellos graduados de Harvard) se enfrentarán a los mismos tres obstáculos estructurales que perjudicaron a la presidenta Bachelet. Si estos obstáculos no son atacados a fondo, el nuevo presidente probablemente tendrá la misma suerte. Es decir, si no se cambian las actitudes, motivaciones y conductas del sector privado nacional y  tampoco se crea un verdadero sistema de mérito de tipo Weberiano en la administración pública nacional,  y finalmente si no se cortan de raíz las cadenas de dependencia; entonces es altamente probable que para el año 2018, Chile seguirá siendo subdesarrollado.

El  fracaso en alcanzar el desarrollo en el año 2010, se debió en gran parte a estos tres factores previamente señalados. En otras palabras, un carácter nacional que siguió siendo poco apropiado para empujar y mantener un proceso de desarrollo acelerado y sostenido. La productividad de la fuerza laboral chilena es baja y ella sigue bajando. Por un lado la inmensa mayoría del empresariado nacional, particularmente la pequeña y mediana empresa, siguen teniendo actitudes, premodernas y su conducta sólo  refleja un capitalismo predatorio y salvaje. Los empresarios en su gran mayoría carecen de las características esenciales identificadas por especialistas y que denominan el síndrome de la “personalidad empresarial”. Entre ellos cabe mencionar a Adam Smith, Max Weber, Schumpeter, McClelland, y particularmente S. P. Huntington. Por su parte, la fuerza laboral compuesta de empleados, obreros y campesinos siguen siendo motivados por una orientación poco favorable hacia el trabajo productivo. El trabajador chileno por lo general trabaja mucho cuando tiene miedo a perder su empleo. Pero este miedo ha venido declinando a partir del inicio del siglo XXI. La masa laboral, debido principalmente a los salarios miserables, tiene tendencias epicúreas y hedonistas. Y estas orientaciones están muy lejos del estoicismo y espíritu de sacrificio tan necesarios para lograr la productividad y eventualmente el desarrollo nacional (Pinto, 1962; Vial, 1981; Veliz, 1994; Meller, 1998; Hershberg, 1999; Fazio, 2000; Larraín, 2001; PNUD, 2002; Valenzuela, 2002; Salazar, 2002; Duque, 2009).

Otro factor crucial que explica parcialmente la escasa velocidad del desarrollo nacional, radica en la corrupción e ineficiencia de la administración pública. En este sentido es necesario recordar, que el sistema de mérito diseñado por Portales en 1830, dejó de existir a partir de la administración del presidente Pérez, a mediados de los años 60 del siglo XIX. Recientemente se han iniciado débiles intentos por crear un sistema de mérito y los primeros pasos se han dado con el programa titulado “Alta Gerencia Pública”. Desafortunadamente, este intento no ha producido los efectos deseados. Los partidos políticos,  tanto de izquierda como de derecha, no están dispuestos a perder los enormes privilegios que produce el sistema del despojo “Spoil system”. Esto es así, pues la inmensa mayoría de los chilenos sólo son motivados por la actividad política, si  son recompensados con cargos públicos. El ciudadano típico nacional, pertenece a la categoría de lo que Banfield (1958) denomina “Familista Amoral”. Es decir, una persona extremadamente individualista, penetrado por valores utilitarios, consumistas, e interesados en sí mismo y su familia. Su vecindario, su ciudad, y su país, poco le importan y sólo participa en actividades políticas si es compensado con pequeñas coimas o subsidios, tales como beneficios sociales, bonos ocasionales y particularmente, el ofrecimiento de cargos, ya sea en la administración local, regional o nacional.   Los partidos políticos están fragmentados y dirigidos por un gran número de caciques que han logrado secuestrar parcelas de poder dentro de las instituciones estatales existentes. Los funcionarios de designación política o también llamados “apitutados” sólo obedecen y son responsables ante los caciques que los han reclutado y nombrado en sus respectivos cargos. (Moulian, 1997; Nef, 1997). Los jefes formales de la burocracia no tienen poder ni autoridad suficiente sobre este tipo de funcionarios y por lo tanto se produce un gravísimo corto circuito en la línea jerárquica o línea de mando. Esta situación determina que los jefes formales no tengan el suficiente poder sobre sus subordinados y este fenómeno produce un alto grado desobediencia, confusión, ambigüedad y corrupción administrativa. La indispensable y necesaria relación mando/obediencia se encuentra cortada y ello explica en gran medida porque cuando las autoridades dan órdenes, ellas se  cumplen tarde, mal o nunca. El aparato público ha dejado de ser un motor del desarrollo, porque no sólo es pequeño, subsidiario y mal financiado sino que además es ineficiente. La administración pública actual es un peso muerto que en gran parte impide el despegue de la economía y sociedad nacional (Galilea, 1993; Lahera, 1993; Aylwin, 1993; Marcel, 1993; Nef, 1995; Neff, 1999; Duque, 2009). 

Finalmente, la situación de dependencia política y económica es la otra barrera que gravemente frena y paraliza la velocidad del desarrollo nacional. Miles de millones de dólares salen todos los años del país, y estos enormes capitales dejan de empujar el desarrollo de  Chile y van a enriquecer a los países y ciudadanos extranjeros con inversiones en el país. Se ha calculado tanto por observadores nacionales como extranjeros, que sólo por  la salida de las ganancias de  las minas de cobre extranjeras, Chile pierde alrededor de 10 a 15 mil millones de dólares al año. A todo esto hay que agregar la sangría de recursos nacionales que producen los costos del comercio invisible, tales como fletes, seguros, servicios bancarios, patentes, permisos, y miles de otros instrumentos que el capitalismo global utiliza para explotar a los países pobres y subdesarrollados. La guinda de la torta explotadora se da por la peculiar estructura del comercio exterior chileno. Chile exporta productos baratos e importa productos carísimos. Hace algunas décadas atrás, se necesitaban unas pocas toneladas de cobre para importar un tractor agrícola. Ahora ese  tractor requiere muchas toneladas más.. La dependencia económica, produce naturalmente dependencia política y esta es la razón por la cual Chile ha sido obligado a utilizar un modelo de desarrollo socioeconómico que sólo es favorable para el capitalismo extranjero y una ínfima minoría de chilenos y altamente perjudicial para la inmensa mayoría de la población. No es extraño por lo tanto, que los chilenos en encuesta tras encuesta, en los últimos años, hayan expresado su oposición mayoritaria al modelo neoliberal (Nef, 1984; Nef, 1995; Fazio, 1998; Nef, 1999; Fazio, 2000; Fazio, 2001; Duque, 2009). 

La combinación sistémica de las tres barreras anteriormente mencionadas, con toda seguridad determinará que para el año 2018, el país seguirá siendo pobre y  subdesarrollado. Pero esta pesimista proyección, fue hecha antes del terremoto. Ahora las cosas han cambiado drásticamente y este cambio es para peor. La catástrofe ha causado daños enormes en la zona más poblada de Chile. Las pérdidas en infraestructura pública y privada son cuantiosas y ellas se deben en gran medida a construcciones defectuosas, construidas por empresarios corruptos y que el Estado dejó de supervisar y regular adecuadamente.

Pero mucho más importante que los daños materiales, son los daños síquicos y espirituales. Desde fines del siglo XIX, Chile perdió su unidad nacional, es decir, su espíritu de comunidad y cohesión social. Es lo que Gonzalo Vial (1981) ha llamado la pérdida de una “Imago Mundi Común”, compartida por todos. Es decir, una visión que ve el mundo bajo un mismo prisma ideológico. Los valores de la elite son ampliamente compartidos por las masas, las masas obedecen y respetan a la elite porque ven en ella un fuerte sentido ético que los impulsa a gobernar para el bien común. En otras palabras, los pocos gobiernan para el beneficio de todos. La elite posee, lo que se denomina “Nobleza Obliga”. Bajo este concepto, ella tiene la obligación de ayudar y promover el mejoramiento y la calidad de vida del pueblo. A cambio de esta actitud, el pueblo respeta y obedece a sus dirigentes, siendo esta la esencia del gobierno aristocrático. Cuando la “Nobleza Obliga” desaparece, el gobierno aristocrático, irremediablemente se transforma en una corrupta oligarquía. Esto es precisamente, lo que según Gonzalo Vial, ocurrió en Chile a partir de las dos últimas décadas del siglo XIX.

La pérdida del “Imago Mundi Común” a su vez, determinó la pérdida del espíritu de comunidad, y provocó la división social de los chilenos. En otras palabras, Chile  no tiene cohesión social adecuada y su espíritu de comunidad es sumamente frágil y precario, y esto ha sido así durante todo el siglo XX. La criminalidad y la falta de respeto por los derechos humanos que se desató a partir de 1973, se ha  transformado en un verdadero cáncer que gradualmente ha invadido y corrompido a todos los sectores sociales. El vandalismo que se observó después del reciente terremoto, es sólo un síntoma más de este cáncer que ha terminado por  destruir la comunidad nacional. La elite concertacionista, desesperadamente trata de crear y producir, mediante el uso de la propaganda televisiva, una imagen espuria  de unidad nacional. Convoca a teletones, convoca a la farándula, hace campañas de solidaridad masiva y usa la bandera nacional. Pero todo esto es un mero espejismo virtual, que no logra ocultar la terrible realidad. Los chilenos ya no se quieren ni se respetan y hace ya mucho tiempo que perdieron la empatía necesaria para mantener sano el tejido social. Este subdesarrollo cultural es muchísimo más grave que el subdesarrollo económico y político. Chile no tiene la cultura y los valores propios de las sociedades culturalmente desarrolladas. Un punto interesante de comparación son los casos de Cuba y Noruega. En esos países las catástrofes nacionales, cuando ellas llegan a ocurrir, se enfrentan con soluciones altamente participativas donde toda la sociedad colabora (Larraín, 2001; PNUD, 2002; Duque, 2008b)

La Teoría de la Selección Pública

Con toda probabilidad el terremoto y el posterior proceso de reconstrucción, será enfrentado utilizando el enfoque o teoría de la organización titulado “Selección Pública”, ya que este enfoque es lo que la elite chilena conoce y practica.

Naturalmente que la base filosófica de este enfoque o teoría administrativa radica en el neoliberalismo. Sus antecedentes epistemológicos se remontan a los trabajos de Burke, Dawns, Buchanan, Tullock, Wagner, Oakes, Hott, Friedman y Berger. Este enfoque se basa en una ideología totalmente opuesta y contraria al marxismo. La “Selección Pública” fue la respuesta que académicos estadounidenses de ultra derecha elaboraron para contrarrestar la influencia que el marxismo había  conquistado en algunas de las mejores universidades de Estados Unidos durante los años 40, 50, 60 y 70 del siglo XX. La “Selección Pública”, es la esencia del pensamiento de la llamada nueva derecha y que combinó ideas neoconservadoras en lo social, con ideas neoliberales en lo económico (Pastor, 1989). Sus bases filosóficas son  particularmente un organicismo reaccionario, combinado con un patológico racionalismo. La “Selección Pública” es un heredero directo de enfoques previos tales como fueron el conductismo, el racionalismo y especialmente la teoría de los juegos. Es preciso recordar que las garrafales estupideces que los Estados Unidos cometieron en Indochina, en gran medida se deben, a estos enfoques. En otras palabras, es un enfoque profundamente conservador y que ha sido diseñado por académicos, con dudosas calificaciones éticas pero muy bien financiados por la elite plutocrática de los Estados Unidos (Nef, 1995).

La “Selección Pública” cree que el hombre es un ser 100% racional, que es egoísta, busca el lucro y está constantemente haciendo cálculos de costo/beneficio. Para que este tipo de ciudadano individualista prospere y se desarrolle, se necesita que el país esté dirigido y controlado por las leyes del mercado y por una elite y utilice la ideología liberal para justificar sus decisiones. La “Selección Pública” está directamente relacionada con la microeconomía clásica, ya que se concentra en el  comportamiento racional de los agentes económicos en una situación de mercado perfecto. El sector público se concibe como un conjunto de individuos privados que se agregan y conforman el público. Por lo tanto, la elección o “Selección Pública” son las decisiones que realiza libremente este conjunto de individuos o  consumidores que conforman el público. Este enfoque ve y entiende al sistema político como un gran mercado. El estado es un conjunto de instituciones que ofrecen sus servicios (políticas, planes y proyectos) a los electores/consumidores y estos consumidores deciden comprar o no comprar dichos servicios. De esta forma la teoría necesita que el sistema político tenga alguna de las características de los llamados sistemas liberal/democráticos (Pastor, 1989).

Pero estas apariencias democráticas, son un simple antifaz que cubre el rostro de una oligarquía que en el hecho posee el monopolio del poder económico y por lo tanto,  también posee el monopolio del poder político. La oligarquía impone a la sociedad la obligación de consumir bienes y servicios producidos por el sector privado y constantemente limita y reduce los bienes y servicios que entrega el sector público. Dogmáticamente se persigue la jibarización del Estado y la privatización de los servicios públicos. En algunos casos se llega al extremo en que el Estado ha sido tan debilitado, que simplemente ya no es capaz de responder a las demandas sociales. Este fenómeno se vio con toda claridad en la deficiente respuesta que el Estado estadounidense dio al huracán Katrina hace algunos años atrás en la región del golfo de México (Trent, 2010). Otro aspecto importante de la “Selección Pública” es que reviven los estudios de hacienda pública que en siglos anteriores habían sido un campo importante de la ciencia política y que se conocieron con el nombre de estudios cameralistas. Parte importante de este énfasis en la hacienda pública es la idea de los presupuestos equilibrados. Para los partidarios de este enfoque los presupuestos desequilibrados no sólo son una catástrofe económica que eventualmente llevan a la ruina de la  sociedad, sino que son también un atentado a la democracia y las libertades públicas. Este enfoque así propone una reforma constitucional que prohíba los presupuestos desequilibrados y por lo tanto, trata de erradicar legalmente el déficit público (Pastor, 1989). Este dogma es en parte responsable de las enormes dificultades que ha  tenido el presidente Obama para poder cumplir con su plan de gobierno. Los fanáticos de la “Selección Pública” enquistados en lo más reaccionario del sistema  político estadounidense, ya están preparando la probable obstrucción y eventual destrucción de la gestión del actual presidente de los Estados Unidos.
La “Selección Pública” también se caracteriza por usar extensivamente modelos  matemáticos que tratan de explicar y predecir el comportamiento de los ciudadanos/consumidores. Igualmente la “Selección Pública” trata de explicar y predecir el comportamiento colectivo, utilizando modelos computacionales. La quinta esencia de este enfoque conservador y reaccionario es la obra de Peter Berger, titulado “La Revolución Capitalista”, donde sostiene que el sistema capitalista es altamente congruente con la naturaleza humana y que esta característica racional del hombre ha sido comprobada por innumerables estudios científicos (Pastor, 1989). En esta ridícula reclamación hecha por Berger, se ignoran toneladas de trabajos científicos que han probado que el ser humano es eminentemente emocional y que su racionalidad es mínima. Toda la psicología y psicoeconomía contemporánea han comprobado hasta la saciedad estas características centrales del ser humano. Y es precisamente esta irracionalidad, la que echa por tierra todos los principios y teorías de la “Selección Pública”. El ser  humano es un ser reflexivo, y al reflexionar sobre sus problemas automáticamente cambia los fenómenos sociales que le rodean (Soros, 1999). Siendo esta la razón por la cual, los fenómenos sociales son sumamente difíciles de predecir. Naturalmente que todos estos avances de la nueva psicoeconomía sólo confirman lo que Carlos Marx argumentó a mediados del siglo XIX. La economía clásica es un conjunto de teorías  y principios irrelevantes, el mercados no es perfecto y las famosas leyes de la economía clásica en la realidad no funcionan. Marx argumentaba, que la economía era una ciencia social y por lo tanto tratar de usar los métodos de las ciencias exactas para entender los fenómenos sociales era naturalmente una gran equivocación (Tucker, 1978). Esta misma idea marxista, fue posteriormente confirmada por la gran cantidad de trabajos y ensayos preparados por Max Weber (Weber, 1961; Pastor, 1989). Toda esta superchería ideológica neoliberal y neoconservadora, se desplomó con la crisis  financiera del 2007 al 2009. Las mejores universidades estadounidenses ya han comenzado a volver a los enfoques sintéticos y sistémicos parecidos a los que propuso Marx y Weber hace ya más de un siglo (Trent, 2010).

Es probable que la elite chilena, enfrente los daños del terremoto (tanto físicos como psíquicos) utilizando el enfoque de la “Selección Pública”. En otras palabras, tratara de dejar al mercado y al sector privado que resuelva los problemas de varios millones de chilenos. Dada la ineficiencia y falta de ética de este sector, esta decisión será probablemente fatal y ello traerá enormes repercusiones para el sistema político chileno en los próximos años. Pinochet fue capaz de utilizar, el enfoque de la “Selección Pública” haciéndolo a sangre y fuego, ya que su gobierno fue una dictadura. Hoy día las condiciones sociopolíticas son totalmente distintas y una opción de esta naturaleza puede ser un nuevo cisne negro que eventualmente empuje a Chile al abismo. El presidente Piñera y sus colaboradores, deberían estar al tanto de los desarrollos de las ciencias sociales en los Estado Unidos. Después del Katrina, y de la actual crisis económica, las universidades de prestigio decidieron tirar al tacho de basura el neoliberalismo y el neoconservadurismo y por supuesto, el enfoque de la “Selección Pública”.  Finalmente los académicos de prestigio de ese país, se están dando cuenta que los fenómenos sociales están compuestos de dos realidades. Una física, real y objetiva y otra psicológica, simbólica y subjetiva. Para el lado físico de la realidad social, los enfoques matemáticos son útiles, y ellos ayudan a precisar y a cuantificar el fenómeno. Pero para el lado subjetivo de los fenómenos sociales, se necesita la interpretación experta, el buen juicio, la sabiduría y la experiencia. Los dos enfoques, como decía Weber (1971), deben combinarse en forma sintética. En otras  palabras, la cuantificación es importante y necesaria, pero ella debe completarse y perfeccionarse con el análisis profundo y la interpretación sabia de los datos y hechos. Es decir, es indispensable la utilización del racionamiento lógico, crítico y ético. El método inductivo positivista, debe combinarse con el método deductivo y lógico (Pastor, 1989; Soros, 1999).

Como ya se ha señalado varias veces, Weber propone que la ciencia social, debe estudiarse con una metodología distinta a las de las ciencias exactas. Por lo tanto, Weber es contrario a Kant, Comte y Mill. La ciencia social debe desechar la mayoría de las teorías que únicamente utilizan modelos computacionales y matemáticos. Ellos no sirven para entender la conducta humana, los hombres no se comportan como átomos de hidrógeno. Ellos aún tienen conciencia y libre albedrío,  son profundamente emocionales y su racionalidad es limitada. Chile está a punto de cometer un nuevo y gigantesco Transantiago, siendo esta vez a escala nacional. Ojala que esta barbarie de la razón, pueda evitarse a tiempo.


El Rechazo Académico al Neoliberalismo en los Estados Unidos

John E. Trent, de la universidad de Ottawa, ha recientemente escrito un brillante artículo titulado “Ciencia Política 2010: ¿Se encuentra ella desubicada con respecto al mundo? La evidencia empírica y comentarios”. Este artículo se discutió en el  21° congreso mundial de ciencia política, realizado en Santiago de Chile en julio del 2009. El artículo señala que la disciplina, está rápidamente cambiando su  paradigma metodológico. El país vanguardia en los estudios politológicos, es decir, los Estados Unidos, ya ha empezado a desempolvar y utilizar enfoques teóricos que en los últimos 30 años han estado olvidados y aplastados por los enfoques cuantitativistas, particularmente el enfoque de la “Selección Pública”. Trent señala que todos estos modelos matemáticos han sido una pérdida de tiempo y ello en parte, explica porque la ciencia política no ha sido capaz de enfrentar adecuadamente los problemas politológicos de la actualidad. El autor señala textualmente: “A pesar de sus aparentes calificaciones, la teoría de la ‘Selección Publica’ es de muy escaso valor. La idea de la racionalidad total, la información total y la maximización de utilidades, son ideas que no reflejan la realidad y son sumamente sobre simplificadas” (Trent, 2010).

Una crítica similar se hace al enfoque titulado la Nueva Gestión Pública (NPM). Este enfoque (con sus teorías gerenciales propias del sector privado, la privatización de funciones y la externalización de tareas), no produjo los resultados esperados y debilitó profundamente la capacidad de Estado para  enfrentar con éxito los desafíos del siglo XXI. El error básico fue privatizar servicios públicos esenciales. Una y otra vez se produjo el fenómeno de que las instituciones públicas perdieron su capacidad para gobernar y esto precisamente durante  periodos críticos. En el campo de la salud, investigaciones sumamente serias, han demostrado hasta la saciedad, que la competencia del mercado no ha bajado los costos, pero sí ha bajado la accesibilidad a los servicios de salud y ha disminuido drásticamente su calidad.  

Otro grave problema, identificado por Trent, es el hecho de la marcada irrelevancia del trabajo de los cientistas políticos en los últimos 30 años. Hay una destacada desconexión entre lo que los académicos han hecho con sus modelos y fórmulas  matemáticas y la realidad que preocupa a la sociedad. Hay serios problemas de visibilidad, reconocimiento, relevancia e identidad. Se señala que los estadounidenses han sido los primeros en reconocer, y en aceptar, las críticas de elitismo académico y cientificismo mal entendido y consecuente desacoplamiento con las verdaderas necesidades de crear conocimiento útil y relevante para la sociedad. Hay un escolasticismo exagerado y un enorme divorcio con los problemas de la política práctica. Las pretensiones pseudocientíficas han sido las responsables de esta grave situación. Particularmente, los estadounidenses están severamente criticando las metodologías cuantitativistas. Este cientificismo mal entendido, se califica como una patraña lógica y conceptual. La politología se ha convertido en una ciencia sólo de nombre. Todo esto ha hecho que los politólogos cuantitativistas no tengan el estatus de intelectuales públicos y que la ciencia política no tenga las necesarias conexiones con la clase política. Consecuentemente, se produce un abismo entre la disciplina y los políticos y el público en general. De este modo la ciencia política ha dejado de ser una disciplina importante y relevante y ha perdido el alto status que históricamente siempre ha tenido.

Trent continúa señalando que los académicos estadounidenses están también trabajando en mejorar el interés de la disciplina, sobre asuntos y problemas públicos verdaderamente importantes. La Asociación de Ciencia Política Americana, en su informe sobre educación de post grado, ha señalado que se está produciendo una verdadera revolución ética que va  mucho más allá de una ciencia tradicional que sólo buscaba el conocimiento. El  estudio de cómo resolver problemas políticos que afectan al ser humano y el análisis de conductas éticas y compromiso normativo (el estudio de lo que debe ser y no sólo de lo que es) son ahora temas centrales en los nuevos estudios  politológicos. Se agrega que los modelos matemáticos y cuantitativos produjeron el divorcio entra la ciencia política y la sociedad, y este gravísimo error debe corregirse a la brevedad posible.

Según Trent, los estadounidenses también se están moviendo fuertemente hacia los estudios multidisciplinarios, de la misma forma como lo sugería Easton (1957) y Parson (1962). Los aspectos sociales, psicológicos económicos y culturales deben integrarse con los aspectos políticos y esto se está haciendo aceleradamente. Una y otra vez el trabajo de Trent vuelve al problema metodológico. Señala que este ha sido como una camisa de fuerza que se le ha puesto a los estudios políticos. Se ha llegado al extremo de preocuparse más por el método, que por el objeto de estudio. Una vez más se repite que toda la disciplina, se ha transformado en un metodologismo pernicioso e irrelevante. Se argumenta que la computarización y cuantificación, no puede abarcar la extremadamente compleja diversidad de la política y la gobernabilidad. Se agrega además, que estas metodologías son extremadamente caras, hechas con mano de obra intensiva, son pocos claras, incapaces de generalizar, no se relacionan con el mundo real y son inductivamente sesgadas. Lo más grave de esto es que son incapaces de distinguir las causas reales de los fenómenos y por supuesto, no pueden predecir nada que sea verdaderamente de  valor e importante. Ante esta catástrofe metodológica, no es sorpresa que los políticos y el público en general, no se interesen en escuchar a los politólogos. El empiricismo y su orientación, de sólo investigar los hechos actuales (facts) siempre  llega a conclusiones conservadoras y reaccionarias que mañosamente protegen y defienden lo que existe o sea el status quo. Se analiza y se discute lo que es y deliberadamente se ignora lo que debe ser. Esta aparente y espuria neutralidad valórica, ha limitado enormemente la investigación sobre la conducta política. Ella no se puede explicar ni predecir sin tomar en cuenta los valores humanos, la ética, la moral, y la filosofía. Todas estas disciplinas no se pueden excluir de los estudios políticos. El enorme riesgo de hacerlo lleva invariablemente a catastróficas decisiones.


Conclusiones

Sería deseable, que el presidente Piñera y la elite que lo acompaña, conozca y se interese en el “State of the Art” en los estudios públicos. Sería bueno que la elite comience a estudiar y revisar la revolución metodológica que se está produciendo en los  Estados Unidos. La “Selección Pública” está siendo  rápidamente remplazada por metodologías más adecuadas y congruentes con la  política y el arte de gobernar. La elite chilena debería entender este fenómeno, pues si no lo hace, es probable que eventualmente pierda su poder político. Si continúa apegada a una ideología en decadencia, es probable que sus días como elite estén contados. La historia es por lo general sumamente severa con aquellos que no logran entender el fin de una época y el comienzo de otra.

El terremoto del 27 de  febrero de 2010, ha sido uno de los más destructivos que ha experimentado el país. La cantidad de obras de infraestructura, lugares de trabajo y viviendas destruidas, es enorme.  500.000 familias tienen sus casas en el suelo, o en necesidad de serias reparaciones. Muchos se verán obligados a vivir  en viviendas de emergencia por meses y tal vez, años. La falta de ética del sector privado nacional y la incapacidad regulatoria del Estado, garantizará que ocurran escándalos, malversaciones, ineficiencias y fatales demoras. Todo esto aumentará exponencialmente el enorme descontento que ya existe contra el actual modelo político, económico y social.

Para una inmensa mayoría de la población nacional, la situación socioeconómica es mala. Es decir, el 80% de las familias chilenas que ganan al mes 550.000 pesos o menos. Esta enorme masa de ciudadanos, son los descontentos de Chile  y un probable cisne negro futuro,  tal vez una nueva crisis económica o un nuevo megaterremoto en el norte, podría transformarlos en una masa de individuos desesperados, movilizados y antisistémicos.

Si el proceso de reconstrucción no puede ser resuelto por el sector privado, esta situación podría desencadenar una serie de eventos desestabilizadores que indudablemente pondrían en peligro la seguridad pública y la paz social. En base a las suposiciones previamente enunciadas, sería importante que el presidente Piñera y la elite administrativa que lo acompaña; abandone sus prejuicios ideológicos y enfrente los enormes problemas del terremoto con criterios utilitarios y pragmáticos. Este tipo de soluciones ya ha sido utilizado anteriormente en Chile. En efecto, como ya se ha mencionado en páginas anteriores, el terremoto de 1939, fue aliviado y eventualmente resuelto con la masiva intervención del Estado.

Bajo el liderazgo de Pedro Aguirre Cerda, el ejecutivo obtuvo de parte del congreso nacional, la aprobación legal de dos instituciones clave. Una vez creadas, ellas trabajaron en forma eficiente y productiva por varios años y lograron resolver los problemas producidos por el gran terremoto. En efecto, en abril de 1939, sólo un par de meses después del terremoto del 29 de enero, el Congreso de la República aprobó la creación de la Corporación de Fomento de la Producción y la Corporación de Reconstrucción y Auxilio. El trabajo se inició aceleradamente y miles de buenos puestos de trabajo fueron creados. La economía se reactivó rápidamente y en forma paralela  y aún más importante, se reactivó la confianza popular en las autoridades del gobierno. El peligro pasó y la crisis se convirtió en una oportunidad que le dio a Chile un proceso de desarrollo acelerado que duró más de 13 años. Existe abundante literatura nacional y extranjera sobre estas dos instituciones vitales. El éxito que ellas tuvieron en resolver la catástrofe, ha sido tema de estudio de muchos académicos extranjeros entre los cuales se pueden mencionar los trabajos de Silvert, Finer, Mamalakis, Reynolds y Stevenson.

La nueva elite política nacional que empezará su trabajo gubernamental en unos pocos días más, haría bien en dedicar parte de su tiempo al estudio de la literatura previamente mencionada.




















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* Doctor en Relaciones Internacionales y doctor en Filosofía de la Universidad de California (UCLA). Trabajó por 20 años como jefe de proyectos de Naciones Unidas en el área de Gobierno y Administración Pública en Países centroamericanos, africanos y asiáticos. En los últimos 15 años, fue profesor de ciencia política. Primero  como profesor visitante en la Universidad de Santiago de Chile, y luego profesor titular en Ciencia Política en la Universidad de Los Lagos. Se jubiló el 1 de marzo de 2010.  E-mail: fduque11@gmail.com;  http://fernandoduquecipol.blogspot.com/