F. Duque Ph.D.
Cientista Político
Puerto Montt, Mayo 2011
A comienzos de los años 70, el presidente Nixon, su asesor principal Henry Kissinger, el Vicepresidente Ford y el resto de la elite derechista estadounidense, siguiendo las ideas de Milton Friedman y de la famosa escuela de Chicago; idearon un brillante y maquiavélico plan para iniciar la reconquista del tercer mundo y de sus recursos naturales. Occidente había perdido (en las dos últimas décadas posteriores a la segunda guerra mundial), gran parte de sus explotadas colonias después del proceso de descolonización que experimentó el mundo en desarrollo. Primero fue China, Pakistán, India y gran parte de Asia del este. Posteriormente fue África y luego la liberación continuó en América Latina con la revolución cubana. Finalmente Indochina también se liberó a mediados de la década de los años 70[1].
El astuto plan de Kissinger consistía en conseguir a través de sobornos, coimas, amenazas y otros mecanismos corruptos que líderes tercermundistas abandonaron sus políticas económicas y sociales. Es decir, políticas nacionalistas, proteccionistas y estatistas. Esta era la orientación ideológica predominante en el tercer mundo y era de corte socialista. Incluía la creación de un Estado de bienestar y un Estado productor de bienes y servicios. Esta ideología de corte izquierdista fue adoptada por la mayoría de las elites tercermundistas después de los movimientos independentistas contra occidente. En la implementación de la brillante estrategia contrarrevolucionaria de Kissinger, los líderes occidentales contaban con la valiosa ayuda de poderosos organismos internacionales creados después de 1945 tales como el Fondo Monetario y el Banco Mundial. Estas dos instituciones sólo otorgaban ayuda financiera si los países en desarrollo adoptaban las “buenas prácticas” elaboradas por los economistas neoliberales. El uso del crédito, el poder político, el poder militar y una nueva evangelización ideológica, se constituyó así en un potentísimo instrumento para recolonizar el planeta.[2]
Para comienzos de los años 80 del siglo 20, muchos países tercermundistas habían perdido una parte considerable de su celo revolucionario, su ética pública y la disciplina ciudadana. este fenómeno de deterioro cultural contribuyó poderosamente al deterioro y corrupción de las instituciones públicas. Se cometieron muchos abusos por parte de la ciudadanía y sus líderes y esto provocó crisis fiscales severas. Muchos países tercermundistas terminaron con un enorme déficit fiscal y presupuestario.[3]
No obstante, las organizaciones encargadas de promover el desarrollo sustentable, tales como las agencias especializadas de Naciones Unidas habían conseguido crear teorías, sistemas, procedimientos y metodologías para reformar y mejorar el Estado y así conseguir elevados niveles de productividad en las instituciones públicas. Gracias a la ONU, la ciencia y el arte de la administración pública habían hecho avances significativos y con este conocimiento acumulado era posible resolver las crisis de gobernabilidad y conseguir desarrollar instituciones públicas, éticas y productivas. En este respecto, la división de Administración Pública del Departamento de Cooperación Técnica para el Desarrollo (DTCD) tuvo un rol fundamental. A pesar de los numerosos problemas, era perfectamente posible, realizar reformas destinadas a construir instituciones éticas y efectivas (Institution Building) y eventualmente construir Estados capaces y productivos (Nation Building). Junto con el departamento de cooperación técnica, otras unidades del sistema de Naciones Unidas tales como UNESCO, FAO, UNICEF, y particularmente las comisiones económicas regionales, se destacaban como líderes de este movimiento reformador.[4]
No obstante todo este progreso en el arte de la ciencia y la administración pública, los economistas del Banco Mundial y del Fondo Monetario ganaron la partida. Estos técnicos contratados, controlados y pagados por las elites neoliberales de occidente (principalmente Reagan y Tatcher) se lanzaron agresivamente a una nueva evangelización del tercer mundo, donde se anunciaba la buena nueva de la llegada del liberalismo redentor. La solución final no era mejorar al Estado, ya que se argumentaba que el Estado debido a su naturaleza era ineficiente, corrupto y derrochador. En otras palabras, no valía la pena seguir gastando recursos en mejorar y reformar lo irreformable y corrupto. La verdadera solución estaba en reducir el tamaño del Estado a su mínima expresión y transformarlo en un Estado subsidiario. Era preciso dejar la economía de la nación en manos de la iniciativa privada y permitir que las fuerzas del mercado, la libre competencia, la liberación del comercio exterior, el libre cambio, los capitales extranjeros y todo el resto de mecanismos y procesos que conforman la ideología económica neoliberal, pudiera hacer su trabajo y así lograr el esperado milagro del desarrollo potente y sustentable. A toda esta alternativa de desarrollo neoliberal, se le resumió y condensó en el llamado “Plan de Ajuste Estructural”.[5]
Pero, ¿en que consistió el Ajuste Estructural? Se argumentaba proféticamente por los líderes occidentales que los países subdesarrollados sólo podían lograr el desarrollo si ellos implementaban políticas económicas neoliberales. Es decir, que gradualmente había que eliminar el Estado de Bienestar, ya que este era una carga demasiado pesada para las economías emergentes. El Estado de Bienestar era el causante de gigantescos déficit fiscales y ello estaba destruyendo la economía. El Estado debía retirarse también de actividades económicas y transformarse solamente en un ente orientador y regulador. Es decir, un Estado subsidiario. El Estado sólo podía entrar en aquellas actividades económicas que el sector privado consideraba poco lucrativo, tales como caminos vecinales, electrificación rural y entrega de salud, educación, vivienda y transporte para los sectores más pobres de la sociedad. Todas las empresas públicas productoras de bienes y servicios lucrativos debían venderse al sector privado. Pero debido a que este sector no existía o era sumamente débil, corrupto e ineficiente en el tercer mundo, en verdad estas actividades iban a ser asumidas por los capitales y multinacionales occidentales.[6]
Naturalmente que con la entrada de occidente en este fabuloso negocio global se iba a poder reactivar vigorosamente la alicaída economía del primer mundo. Es así como el objetivo no era salvar al tercer mundo, sino que mantener y aumentar la riqueza de los países ricos. Así se esperaba que los sectores relacionales con la producción de servicios de electricidad, teléfono, transporte, agua, gas, alcantarillado, carreteras, puertos, aeropuertos, gran minería, petróleo, siderurgia, industria química, empresas agrícolas, bancos, seguros, salud, educación, previsión social, etc.; iban a transformarse en un campo adecuado para la economía de escala y especialización de las grandes multinacionales.[7]
El plan de ajuste estructural se implementó primero en Chile a partir de mediados de los años 70, y el país sirvió de conejillo de indias. La reforma se hizo a sangre y fuego por parte de la brutal dictadura pinochetista que gobernó Chile entre 1973 y 1990. Una política similar se siguió a continuación en el resto de América Latina, Asia y África durante los años 80 y 90. Naturalmente que la aplicación del plan requirió el derrocamiento de gobiernos democráticos y la implementación de brutales dictaduras.[8]
El ajuste estructural produjo resultados mixtos. Descalabro económico para las grandes mayorías del tercer mundo pero al mismo tiempo creó una riqueza gigantesca concentrada en una ínfima minoría de individuos, principalmente dueños y ejecutivos de las multinacionales y algunos pocos individuos locales y servidores del capitalismo internacional. Esta ínfima minoría fue la que recibió los beneficios producidos por el ajuste estructural y su consecuente globalización. Ante un hecho increíble, donde el Estado remató sus propiedades y empresas a precio de liquidación, se dio una orgía de enriquecimiento ilícito, con lo que se desató un enorme proceso de “deprivación relativa”. Eventualmente, esta gigantesca injusticia y corrupción, produjo masivas revoluciones electorales en varios países de América Latina en la primera década del siglo 21. Es así como Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Argentina, eligieron elites antiliberales. Ellos han podido formar un bloque contrario al ajuste estructural y al neoliberalismo. Sólo México, Colombia, Perú y Chile aún se mantienen fieles a los dictados del Fondo Monetario y del Banco Mundial. La rebelión antiliberal también llegó a Asia, donde Rusia y sus aliados han vuelto a políticas nacionalistas y progresistas. Finalmente, la rebelión también llegó a África y es así como vemos revueltas antiliberales en los países africanos y del medio oriente.[9]
Para ilustrar y documentar la debacle producida a largo plazo por el ajuste estructural se utilizará un breve caso de estudio.
El país elegido para este análisis es Egipto. Esta sociedad es un caso emblemático que ilustra lo que ha pasado y probablemente seguirá pasando en las dictaduras pro occidentales en África y el medio oriente. Probablemente un proceso similar sufrirán las monarquías de los países árabes que aún siguen fieles al ajuste estructural. La historia de la actual revolución egipcia es una traducción, resumen y adaptación del trabajo de Dina Shebata que escribió un artículo titulado “The fall of the pharaoh”. Este artículo puede encontrarse en la revista Foreign Affairs May-June 2011 Vol. 90 Nº 3.
El Caso de Egipto
El contrato de Nasser y su destrucción por Mubarak
En los años 50 y 60 del siglo 20, el régimen nacionalista y progresista de Nasser fue a la vez autoritario y populista. Este líder creó un pacto de gobernabilidad con sus partidarios, es decir, las masas populares y la clase media. Todos los partidos políticos fueron prohibidos y casi todas las organizaciones de la sociedad civil, incluyendo los sindicatos obreros, cayeron bajo el control directo del régimen nasserista. A cambio de esta pérdida de poder y participación política de las grandes mayorías, el Estado entregó servicios sociales y de bienestar en la forma de masivo empleo estatal, generosos subsidios para alimentación, energía, habitación, transporte, etc. Todo este Estado de Bienestar se completaba con empleo estatal y con la operación de sistema de salud y educación masiva y gratis para las grandes mayorías.
No obstante para comienzos de los años 90, una profunda crisis económica provocada por la corrupción de las instituciones, bajo la presidencia de Mubarak, creó una enorme deuda externa y ello hizo que el dictador firmara un acuerdo de reforma económica con el Banco Mundial. En las décadas siguientes, el gobierno egipcio realizó una serie de ajustes estructurales a la economía y como consecuencia se redujeron los gastos de los programas sociales que sostenían el contrato social hecho originalmente por Nasser. No sólo se redujo el gasto social, sino que también se liberalizó el comercio, se suprimió el control de precios para los productos de consumo básico y se liberalizaron las tasas de interés. Pero aún más importante, se suspendió la garantía histórica de buenos empleos previamente garantizados para los graduados universitarios. Además se privatizaron las empresas públicas y se suspendieron todos los subsidios para los sectores más pobres de la población. A medida que los gastos estatales disminuían, el gasto en servicios sociales declinó aceleradamente. Esto incluía gastos en la educación, atención médica, seguridad social, transporte y vivienda. Por lo tanto, todo el sistema de bienestar social se paralizó y los servicios sobrevivientes iniciaron un largo proceso de deterioro y decadencia.
Todo el peso del ajuste estructural cayó sobre los obreros industriales, los campesinos sin tierra, empleados públicos y el sector privado que producía bienes y servicios para el consumo interno. Todos estos sectores sociales, la inmensa mayoría de la población, dependían de los servicios y subsidios gubernamentales y de políticas proteccionistas. Esta inmensa masa poblacional, vio con rabia su fortuna evaporarse como resultado del proceso de liberalización económica y por supuesto por la reducción de los empleos provocada por el ajuste estructural. Es necesario enfatizar con fuerza que Egipto no tenía empresarios de verdad que pudieran aprovechar las oportunidades que daba la economía liberal. La ideología liberal es totalmente incongruente con la cultura egipcia; naturalmente las oportunidades creadas con la retirada del Estado de la economía, fue obviamente aprovechada por el capitalismo occidental.
Simultáneamente, con estos enormes cambios sociales, una nueva y pequeñísima elite económica nació y prosperó. Algunos miembros de la vieja elite explotaron las reformas económicas para su propio beneficio y corruptamente usaron sus contactos nepotistas con el régimen de Mubarak. Gracias a estos contactos y sus conexiones internacionales, lograron hacerse enormemente ricos.[10] Se compraron empresas estatales aún no privatizadas a precios de liquidación, esto quiere decir, menos del 10% de su valor real, y lo que es peor, ellas se compraron con créditos subsidiados por el estado. Como resultado de esto, se formaron inmensas fortunas privadas que sólo beneficiaron a una ínfima minoría. Debajo de esta nueva oligarquía de los negocios, una nueva, pero pequeña clase media acomodada, también empezó a desarrollarse. Pronto surgió una nueva sociedad dividida en dos sectores. Primero la inmensa y aplastante mayoría de la sociedad egipcia que había sido empobrecida y marginada y segundo, una pequeñísima nueva oligarquía que gozó de un proceso de enriquecimiento acelerado como nunca antes se había visto en el país. Este sector privilegiado y plutocrático era a su vez secundado por la pequeña clase media. Las reformas económicas y su consecuente proceso de liberalización también produjeron una alianza no santa entre los altos mandos militares y los líderes del partido nacional democrático (partido de gobierno) por un lado y la nueva oligarquía económica por el otro. Como consecuencia de esta alianza, unos pocos seleccionados recibieron privilegios especiales para comprar tierras estatales y empresas públicas. También recibieron ayuda especial y por supuesto corrupta, para obtener licencias de comercio exterior y firmar jugosos contratos con el Estado. Fue así como la pobreza de muchos, combinada con la fabulosa riqueza de unos muy pocos, a través de los años, creó una grave crisis de “deprivación relativa”. El país así se dividió entre un enorme país pobre, gobernado y explotado por una ínfima pero enormemente rica minoría.
En los últimos 5 años, miles de trabajadores (obreros, empleados y profesionales) protestaron con huelgas, marchas y otras demostraciones de descontento para manifestar su rabia y frustración con el injusto deterioro de la economía, la exclusión política y la brutal represión sufrida por años. Estas protestas se desarrollaron fuera del control de los líderes de los sindicatos ya que ellos estaban sometidos a leyes que ponían severos límites y castigos a la libertad de huelga y a la libertad de expresión. En el año 2008, los trabajadores que recolectaban impuestos a los bienes raíces, lograron crear el primer sindicato independiente. Un fenómeno como este no se veía desde 1959, año en que todos los sindicatos cayeron bajo el control del Estado. Sólo en el año 2010, hubo más de 700 huelgas y marchas de protesta organizada por los trabajadores a través del país. No obstante, las demandas de estas manifestaciones se focalizaron exclusivamente en asuntos gremiales y evitaron entrometerse en asuntos políticos. El brutal peso de la represión dictatorial, no permitió ninguna otra alternativa. No obstante, el año 2010, terminó con la relativa paz social y las grandes mayorías por fin se dieron cuenta, que el pacto social con Nasser, había sido finalmente destruido por Mubarak. Naturalmente toda esta política represiva había recibido el sólido apoyo de los Estados Unidos.[11]
Los jóvenes como las principales víctimas que iniciaron la revolución
Egipto, así como todo el oriente medio, está envuelto en un dramático crecimiento de la juventud. Más de la mitad de la población árabe, tiene menos de 30 años. En Egipto, más de un tercio de la población, tiene entre los 15 y 29 años y ellos por lo general sobreviven en estado de desempleo. Este enorme grupo demográfico se enfrenta a una frustrante paradoja. De acuerdo al Banco Mundial, el medio oriente sufre de dos fenómenos simultáneos. Primero el crecimiento acelerado de la escolaridad, incluyendo la educación universitaria y segundo, la existencia de la más alta tasa de desempleo juvenil en el mundo (entre el 25 y 30% comparada con una tasa mundial del 14%). Perversamente, el desempleo juvenil es más alto entre los que tienen mayor educación. En el año 2006, la gente joven egipcia, con educación secundaria o superior, representaba el 95% de los desempleados en ese grupo etario.[12]
Aquellos jóvenes que lograban encontrar empleo, lo hacían con bajísimos salarios y con pésimas condiciones laborales. Esta combinación de altísimo desempleo y bajos salarios ha mantenido a muchos hombres jóvenes egipcios condenados a la soltería. Al menos la mitad de los egipcios varones entre los 25 y 29 años permanecen solteros. En este sentido es necesario recordar, que Freud indicaba hace un siglo atrás, que sociedades con jóvenes insatisfechos sexualmente, eran caldo de cultivo para revoluciones y guerras.
Como consecuencia a las limitaciones a la vida política y a la vida de la sociedad civil, los jóvenes han sido forzosamente privados de participación cívica y política. La mayoría aún no había nacido a la fecha de la dictación de las leyes de emergencia de 1981 que cerraba las puertas a toda participación. Estas leyes permitieron al régimen perseguir libremente a los grupos disidentes y opositores. Como consecuencia de esta desmovilización política, menos del 5% de los jóvenes en Egipto, pertenecen a partidos políticos, y menos del 45% han tenido alguna participación en los procesos electorales. La apatía política de los jóvenes fue así un fenómeno generalizado por casi 30 años. En parte debido a estas extremas limitaciones a la participación, grupos religiosos anti occidentales tales como la “hermandad musulmana” fueron capaces de capitalizar el descontento generalizado logrando grandes éxitos en el proceso de reclutamiento y movilización religiosa de un gran número de jóvenes durante las décadas de los 80 y los 90. Pero debido a que el Estado dictatorial, siguiendo el mandato de los Estados Unidos, persiguió brutalmente a los islamitas durante toda la década de los años 90, estos activistas juveniles empezaron a expresarse en forma radicalmente diferente a comienzos del siglo 21. Así surgió una nueva generación de movimientos de protesta juvenil abiertos a todas las ideologías y también a aquellos que no tenían ninguna.
Uno de estos movimientos “kefaya” atrajo legiones de jóvenes ideológicamente apolíticos. Entre los años 2004 y 2005, “Kefaya” organizó masivas protestas demandando el fin de la dictadura de Mubarak y el fin de las leyes de emergencia. En el año 2008, activistas de “Kefaya” formaron el “Movimiento 5 de abril”. Este movimiento solidarizó estrechamente con obreros textiles que planeaba una huelga general. El movimiento “Kefaya” atrajo a más de 90 mil miembros en su espacio de facebook, transformándose en el movimiento juvenil más grande de Egipto. Este mismo movimiento estuvo detrás de la creación de otro grupo de facebook que apoyaba a El Baradie, ex jefe de la agencia atómica internacional. Este alto funcionario internacional, volvió a Egipto en enero de 2010. En junio de 2010, activistas pro El Baradie, crearon una página de facebook titulada “Todos somos Khalid Said” Este nuevo movimiento se fundó en memoria del joven que fue apaleado hasta la muerte por los policías de Alejandría. Esta página electrónica atrajo a cerca de 2 millones de participantes y fue el centro de comando y control de un gran número de protestas contra la dictadura entre junio y agosto de 2010. Para fines del año pasado, los jóvenes activistas egipcios habían logrado con éxito total, evadir las trabas impuestas por el régimen a la participación cívica y política. Los jóvenes demostraron al mundo que con voluntad y disciplina, era posible derrotar a sistemas políticos poderosos pero corruptos.
Aún cuando los jóvenes no se dieron cuenta en esos meses, todo lo que ellos necesitaban para completar su misión era un evento detonante. Y ese evento se produjo en Túnez, este fue la chispa que desató el fuego incontenible de la pradera.
El edificio del Estado corrupto se rompe
A medida que el descontento juvenil continuaba, otra lucha estaba formándose. Este conflicto era entre la vieja guardia de la elite gobernante (representada por los altos mandos del ejército y la burocracia) y la nueva guardia (representada por la nueva oligarquía de los negocios y la cual era dirigida por el hijo del dictador). A mediados de los años 70, a fin de ganar legitimidad democrática en casa y en el exterior, el presidente Anwar Al-Sadat, trató de liberalizar el sistema político. Permitió a los partidos políticos de oposición ganar algún tipo de representación en el parlamento. Mientras el partido del gobierno mantuviese una mayoría de dos tercios y su control sobre las palancas reales del poder; se permitía a la oposición entrar al proceso electoral y tener presencia decorativa en el parlamento y la sociedad. Cuando Mubarak llegó al poder a principios de los años 80, este continuó con la misma fórmula.
Sin embargo, en los últimos 5 años, la dictadura de Mubarak empezó a violar este acuerdo implícito e impuso nuevas limitaciones a la actividad política y a la participación electoral. Además, la dictadura manipuló grosera y corruptamente las elecciones parlamentarias del año 2010 a favor del partido oficial. Así se le negó a la oposición representación en el parlamento. Mediante manipulaciones, el partido oficial ganó el 97% del parlamento. El partido WAFD y la hermandad musulmana, se dieron finalmente cuenta que no valía la pena participar en las elecciones. La última puerta para el compromiso terminó por cerrarse.
No obstante las tácticas en la elección parlamentaria del año 2010, era parte de un plan más amplio que perseguía asegurar una pacífica transición del poder de parte de Mubarak a su hijo Gamal en las elecciones del 2011. Este plan era producto de un grupo de hombres de negocios tanto egipcios como extranjeros asociados con Gamal y la pandilla de sus más cercanos seguidores. Uno de ellos era A. Ezz, un poderoso empresario del acero y una importantísima figura en el partido gobernante. Este individuo había alcanzado una enorme influencia y poder sobre el partido y el gobierno en años recientes. Su enorme fortuna naturalmente, le permitió comprar grandes dosis de poder político. La oposición a este plan de sucesión no sólo provenía de los jóvenes, sino también de importantes grupos dentro de la burocracia estatal y el ejército.
Las fuerzas juveniles opositoras ya descritas, a su vez crearon y organizaron los grupos que participaron en las protestas masivas de enero y febrero de este año. Aquí los jóvenes estaban al mando de los movimientos juveniles, de los trabajadores y de los partidos políticos excluidos, incluyendo la “hermandad musulmana”. Los activistas juveniles, organizaron protestas contra la brutalidad de la dictadura en el día de la policía que fue el 25 de enero de 2011. Esta demostración fue brutalmente reprimida, y ello hizo que el movimiento de protesta creciera en gran magnitud. Los activistas juveniles crearon la coalición denominada “25 de enero” y presentaron una lista de demandas al régimen. Ella incluía la renuncia del dictador, la eliminación del estado de emergencia, la liberación de todos los presos políticos, la disolución del parlamento y el nombramiento de un nuevo gobierno tecnócrata e independiente. Además se demandaba la redacción de una nueva constitución y el castigo a los responsables por los heridos y muertos caídos en las manifestaciones.
Los jóvenes activistas se rehusaron a negociar con Omar Suleiman, un estrecho asesor del dictador y que fue nombrado vicepresidente el 29 de enero.[13] Todo esto con la idea de apaciguar a los manifestantes. Al comienzo, la oposición al dictador estaba dividida sobre el tema de la participación en las demostraciones. Algunos grupos tales como “Kefaya” la Asociación Nacional por el Cambio, el Partido del Frente Democrático, el Partido de Mañana y el Partido WAFD, apoyaron con toda fuerza las protestas del 25 de enero. Mientras otros grupos tales como la “hermandad musulmana” y el partido izquierdista “Tagammu”, no se plegaron oficialmente a las protestas sino hasta el 28 enero. Aún cuando muchos de sus elementos juveniles participaron activamente en todas las protestas a partir del 25 de enero. Entre los jóvenes no había divisiones. Muchos de los grupos políticos que tomaron parte en el levantamiento popular estaban en desacuerdo con las demandas o sobre los medios de cómo alcanzarlas. Grupos tales como Kefaya, la asociación nacional por el Cambio, el Partido del Frente Democrático y líderes como El Baradei y Ayman Nour, apoyaron sin reserva las demandas de la coalición juvenil y se negaron a negociar hasta que el dictador dejara el poder. Otros sin embargo, como la Hermandad Musulmana, WAFD, Taga, y muchos líderes independientes, apoyaron la idea de negociar con Suleiman. Pero esta división duró poco y las pláticas fueron de muy corta duración. La dictadura se negó a hacer concesiones reales y las protestas en las calles se incrementaron en forma exponencial.
La Hermandad Musulmana finalmente decidió poner todo su peso en apoyo de los jóvenes manifestantes, pero astutamente mantuvo un perfil muy bajo. No obstante, los jóvenes de la Hermandad Musulmana siempre fueron una parte vital de la coalición revolucionaria que organizó las protestas. Los jóvenes de la Hermandad, fueron más de un tercio de la enorme muchedumbre que ocupó la plaza Tahrir. Además es preciso señalar que los jóvenes de la Hermandad Musulmana fueron una mayoría en las manifestaciones de Alejandría, El Mansura y otras ciudades. Es necesario hacer notar que la Hermandad tuvo mucho cuidado en evitar el uso de símbolos religiosos o tratar de opacar a los activistas seculares en la gigantesca lucha revolucionaria. Siempre dejó que el liderazgo se ejerciera por los jóvenes prodemocráticos.
Durante las primeras dos semanas de la revolución, los obreros y profesionales no jugaron un rol visible. Esto, pues la dictadura suspendió las actividades económicas durante esos días. Sin embargo, durante la semana final, cuando se volvió al trabajo, trabajadores y profesionales inmediatamente organizaron huelgas. Finalmente, en los dos últimos días del dictador, Egipto cayó en la desobediencia civil total. Los obreros declararon una huelga general en el transporte, comunicaciones y la industria. Por su parte, jueces, médicos, profesores universitarios, abogados, periodistas, artistas y clérigos se plegaron a la masiva protesta. Cuando la elite cultural se puso al lado de los revolucionarios, los militares se convencieron que había que derrocar a Mubarak y asumir el control del Estado y así lo hicieron.
Los últimos días de Mubarak
Durante las tres semanas de protesta, en enero y febrero del año 2011, grupos que previamente habían sido antagónicos tales como los islamistas, secularistas, liberales e izquierdistas; dejaron sus diferencias de lado y juntaron férreamente sus fuerzas contra la dictadura. Había muchos temores que la oposición se fragmentara y que algunas facciones pidieran llegar a acuerdos separados con el régimen, pero esto nunca se produjo. Esto no se debió tanto a la disciplina y unidad revolucionaria de los jóvenes, sino que fue en gran parte causado por la inflexibilidad y falta de realismo político por parte de la dictadura. Ésta rechazó hacer cualquier tipo de concesiones y abiertamente manifestó su deseo de usar la fuerza bruta contra los jóvenes manifestantes. Al final del día, fue precisamente esta disciplinada unidad de la oposición, la que forzó a los militares a terminar con el dictador. Mubarak y la mafia que lo apoyaba, habían perdido todo sentido y proporción de la verdadera realidad que los rodeaba. Esta gigantesca estupidez de la dictadura fue la causa de la cadena de errores políticos que fatalmente la llevaron a su destrucción.
En el bando opuesto a los jóvenes es preciso señalar que el régimen sí que sufrió devastadoras y múltiples divisiones durante las tres semanas de crisis. En la primera semana, el Estado trató de diluir las protestas deshaciéndose de Gamal Mubarak y se le obligó a renunciar a su importante puesto en el partido gobernante. También la pandilla de hombres de negocios que eran sus más fieles partidarios, fueron expulsados tanto del partido como del gobierno. Esta decapitación política, destruyó las esperanzas de la nueva elite económica y sus aliados extranjeros. La planificada sucesión de Mubarak a su hijo fue efectivamente abortada y los nuevos ricos fueron despojados de sus riquezas y privilegios económicos y también de su posición política. Casi todos ellos asombrados, no podían creer que sus aliados occidentales los habían traicionado vilmente.
El dictador esperaba que al liquidar políticamente a su hijo y a la mafia que lo acompañaba, la protesta perdería fuerza. Es verdad que estas medidas al parecer fueron recibidas con gran satisfacción por la mayoría del pueblo egipcio. Muchos observadores imparciales predijeron que con estos actos de Mubarak, la revolución se paraba y fracasaba. Sin embargo, el día siguiente que el dictador anunció que renunciaría en septiembre, la fuerza de seguridad y los matones a sueldo, reprimieron violentamente a los manifestantes y se produjo una brutal masacre. Muchos murieron en la plaza Tahrir y en otros lugares. Esta masacre donde los jóvenes resistieron estoica y disciplinadamente, selló el destino de la dictadura. Las demandas por la inmediata e incondicional renuncia del dictador se intensificaron exponencialmente. En este crucial punto, muchos nuevos grupos, especialmente trabajadores y profesionales se sumaron al movimiento revolucionario. La marea popular como un imparable tsunami, destruyó los últimos prejuicios del ejército.
Los militares que hasta ese momento habían apoyado al dictador, pero al mismo tiempo evitando usar la fuerza bruta contra los manifestantes, dieron muestras claras de sedición. A través de la crisis, los jóvenes manifestantes habían recibido bien la presencia de los militares en las calles, y abiertamente les pidieron que se unieran a la causa revolucionaria, de la misma forma como estos lo habían hecho en Túnez, pocas semanas antes. Pero hasta los días finales de la crisis, los militares siguieron apoyando a Mubarak y a su plan para permanecer en el poder hasta septiembre. Fue necesario que nuevos grupos se unieran a la revolución y que creciera la posibilidad de confrontación violenta entre los manifestantes y la guardia presidencial, para que los militares rompieran con Mubarak. El 10 de febrero de 2011 un vocero del alto mando de las fuerzas armadas, entregó un comunicado en el que se señaló que el alto mando apoyaba a las legítimas demandas del pueblo. Se esperaba que Mubarak renunciara esa noche, pero él no lo hizo. Tenía la última esperanza de que sus aliados extranjeros intervinieran a su favor. Pero esto no ocurrió y al día siguiente los militares lo depusieron. El alto mando de las fuerzas armadas asumió el control del país. Una semana después, el Consejo Militar, anunció la supresión de la constitución y la disolución de las dos cámaras del parlamento.
Aquí termina el resumen y adaptación del trabajo de Dina Shebata. Esta académica es investigadora jefe en el centro de Estudios Políticos y Estratégicos ubicado en la ciudad de El Cairo. Es preciso reconocer que los eventos narrados por la profesora Shebata, parecen confirmar la teoría de la revolución elaborada por los autores estadounidenses Brinton y Davies en trabajos relacionados con este tema. En efecto, en el caso egipcio, hubo años de vacas gordas que fueron seguidos por años de vacas flacas. Según Brinton y Davies, la crisis económica que provoca las vacas flacas son las causas objetivas de las revoluciones. Durante los buenos años de Nasser y Sadat, el pueblo egipcio vió con confianza como sus expectativas y aspiraciones de una mejor vida eran congruentes con un sostenido desarrollo económico producido por un Estado protector e intervencionista. Había abundantes puestos de trabajo otorgados por una enorme burocracia y miles de empresas estatales.
No obstante, algunos años después que Mubarak asumiera el poder, la plaga de la corrupción invadió gradualmente todos los aspectos de la vida egipcia. El país ejecutó un programa de ajuste estructural, vendió a las multinacionales sus empresas públicas, acabó con su política proteccionista y esto dio inicio a las vacas flacas. Después de años de sufrimiento la población vio con angustia, como sus esperanzas de una vida mejor, se esfumaba como los espejismos del desierto. Y es así como hace 5 años que empezaron las huelgas y marchas. El régimen respondió a estas manifestaciones públicas con brutalidad y represión. Con esto se inician las condiciones subjetivas de la revolución. En enero se produjo la revolución de Túnez, y ese fue el catalítico que destapó la compuerta para la completa realización de estas condiciones subjetivas. Las marchas y protestas se intensificaron y esta vez el estado respondió con brutal y criminal represión. Se producen masacres donde muchos mueren, la elite intelectual y cultural del país, horrorizada con estas brutalidades hacia jóvenes manifestantes pacíficos, abandona el status quo y se pasa al lado de la revolución. El gobierno comete errores garrafales, se divide y en desesperación intensifica la represión. El pueblo se prepara para la lucha frontal y violenta y es ahí donde las fuerzas armadas deciden no actuar contra el pueblo y así el tirano cae.[14] Por supuesto que la revolución no ha terminado. Aún falta que militares de corte nasserista se tomen el poder y luego inicien la reconstrucción del estado de bienestar.
Victoria del ajuste estructural en Asia
No obstante todo lo anterior, el plan de ajuste estructural ha tenido un éxito rotundo en Asia, particularmente en China y en India. Irónicamente, es que gracias a este éxito, el occidente está en graves problemas económicos, sociales y políticos. Occidente ya no puede competir exitosamente con las emergentes economías asiáticas. Gran parte de Europa está con graves problemas y algunos países están al borde de la bancarrota. Entre ellos se puede mencionar a Islandia, Irlanda, Gran Bretaña, Bélgica, España, Portugal, Italia y particularmente Grecia. La ironía histórica es que las enormes dificultades fiscales que estos países ahora tienen; gracias a la intervención del Fondo Monetario, se están tratando de resolver con las teorías, metodologías y procesos del famoso ajuste estructural. Como consecuencia de este fenómeno es probable que todos estos países pierdan su respectivo estado de bienestar. Pero lo que es más grave aún, es que el propio Estados Unidos también está con serios problemas fiscales. Sus gobiernos estatales y municipales están prácticamente quebrados y la deuda pública total ya casi llega al 100% de su producto bruto. Naturalmente que este enorme déficit federal seguirá creciendo ya que hay dos guerras que después de 10 años de lucha aún no se puede ganar. El desempleo sigue muy alto y la economía todavía no logra despegar como se esperaba. El descontento popular ya ha creado movimientos políticos radicales y por ello es posible que el presidente Obama pierda las próximas elecciones presidenciales. Si esto llega a suceder, los republicanos aplicarán el ajuste estructural y ello significará la destrucción del estado de bienestar creado por el presidente Roosevelt en los años 30 del siglo 20.
Si Europa occidental y Estados Unidos implementan el ajuste estructural tal como éste ha sido implementado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, el mundo entero observará con asombro “la cerradura de un círculo paradigmático” Occidente inventó el ajuste estructural para que así sus multinacionales se apoderaran de los lucrativos negocios que tenían las empresas estatales en el tercer mundo. También como beneficio colateral se apoderaron de los recursos naturales de gran parte del planeta. Todo esto efectivamente ocurrió en muchos países tercermundistas. Pero en Asia, el ajuste estructural creó un fenómeno no esperado. Un gigantesco y poderoso genio se salió de su botella y ese genio está en proceso de arruinar a gran parte de occidente. Las razones de este fenómeno son políticas. El ajuste estructural en India, se hizo bajo el control y dirección del poderoso partido del congreso. En china el ajuste estructural se aplicó bajo el control del aún más poderoso partido comunista. [15] La alta institucionalización y desarrollo político y la consecuente eficiencia de estos dos partidos, permitió usar los procesos del ajuste estructural a favor del interés nacional. Las multinacionales fueron usadas y abusadas para desarrollar y enriquecer al país y para ello el capital extranjero fue sometido a estrictos controles. [16]
Desafortunadamente el excepcional fenómeno de China e India, no ocurrió en el resto del tercer mundo. Es necesario agregar que la llamada “personalidad empresarial” en India y China es muchísimo más abundante que en el resto del tercer mundo. En efecto, se ha descubierto que la necesidad de logro “need of achievement” en los dos gigantes asiáticos se da con una frecuencia similar a la altísima frecuencia que tiene Japón. Esto explica porqué los empresarios tanto públicos como privados en China e India, aprovecharon con mucho éxito las oportunidades de negocios que ofrece el libre mercado.[17]
Desafortunadamente en el resto del tercer mundo, la necesidad de logro es muchísimo menor y los hombres de negocios lejos de ser verdaderos empresarios son simplemente millonarios que se aprovechan de las oportunidades de corrupción que ofrecen Estados con baja institucionalidad política y baja gobernabilidad y por ende, subdesarrollados políticamente. El ajuste estructural implementado en estos países sin necesidad de logro y sin adecuada institucionalidad, creó caos económico y luego revoluciones. Revoluciones electorales en América Latina y revoluciones totales en el medio oriente. La caída de los regímenes corruptos, sin capacidad empresarial y sin desarrollo político, probablemente continuará en todos aquellos países donde el ajuste estructural ha fracasado.
Aún faltan extensas áreas del planeta donde el ajuste estructural empobreció a las grandes mayorías y enriqueció groseramente a insignificantes sectores minoritarios. En América Latina, el ajuste de cuentas aún está pendiente en México, Colombia, Perú, Chile y algunos países centroamericanos y del Caribe. En el medio oriente el proceso revolucionario probablemente se extenderá a todo el arco o media luna que va de Marruecos a Bangladesh. Esto significaría que las monarquías árabes estarían en capilla como así también lo está Irak, Afganistán, Pakistán, Asia central, Indonesia y las Filipinas.[18]
No obstante, la más grande ironía sería que los Estados Unidos (el creador de la idea), también se vea obligado a realizar un ajuste estructural y con ello destruir el estado de bienestar creado por el partido demócrata en la primera mitad del siglo 20. Es así como esta peculiar historia se parece a la fábula del hechicero que se envenenó con su propio veneno. Ya estamos en presencia de acontecimientos insólitos. El jefe máximo del Fondo Monetario, el organismo culpable de tanta miseria e injusticia global, ha sido pillado en actos criminales. Ya estaba a punto de partir a Europa, cuando la policía anti delitos sexuales de Nueva York, lo apresó por abuso contra una camarera de un lujoso hotel neoyorkino. Si se quieren pruebas de que un castigo divino existe para los corruptos líderes occidentales que crearon el ajuste estructural, ellas ya se están produciendo en abundancia.
Existe la gran esperanza que la perversa racionalidad del ajuste estructural sea eliminada para siempre por los jóvenes. Ellos iniciaron la revolución en el mundo árabe y ellos también han iniciado los primeros pasos del proceso revolucionario en Europa. Es de esperar que en los dominios neo liberales aún existentes en América Latina, sean los jóvenes los que pacíficamente, así como lo hicieron sus colegas egipcios, se encarguen de enterrar para siempre esta dañina y equivocada ideología.
[1] Ver: Ramiro H. Velasco, Tres años en la pura vida Imprenta Austral, Puerto Montt, Chile 2003 pp. 5 - 22
[2] Idem
[3] El mal gobierno de dictadores tales como el de Mubarak en Egipto, produjo un gran nivel de corrupción y enormes déficit fiscales. Esto fue el resultado de lo que Goldstone denomina: “Regimenes sultanistas”. Textualmente señala que “tales gobiernos surgen cuando el líder nacional expande su poder nacional a costa de las instituciones formales. Los dictadores sultanistas, no tienen ideología y su único propósito es mantenerse en poder (...) En forma encubierta estos dictadores sultanistas, amasan una gran fortuna y ella la usan para comprar la lealtad de sus partidarios y reprimir a sus opositores” Ver: Jack A. Goldstone, “Understanding the revolutions of 2011” en Foreign Affairs, mayo – junio, vol. 90 Nº 3 p. 9
[4] Ramiro H. Velasco, ob cit pp. 214 - 230
[5] Idem, pp. 118 – 127 y 181 - 196
[6] Idem
[7] Idem
[8] Para una detallada descripción del ajuste estructural en Chile, ver: Patricio Meller, Un siglo de economía política chilena. 1890 – 1990 Editorial Andrés Bello, Santiago 1996, pp. 161 - 294
[9] Jack A. Goldstone, ob cit pp. 8 – 16
[10] Mubarak y su familia amasaron una fortuna de alrededor de 70 mil millones de dólares y 40 individuos asociados a Gamal Mubarak, amasaron fortuna sobre los mil millones de dólares cada uno. Los robos y estafas al erario público repitieron la historia de Alibabá y los 40 ladrones, Ver: Jack A. Goldstone, ob cit p 11
[11] Golsdstone señala que Estados Unidos y otras naciones occidentales, tienen poca credibilidad en el medio oriente, dado el fuerte y sostenido apoyo que estas potencias han dado a las dictaduras sultanistas. Goldstone, ob. cit. p. 15; ver también M.S. Doran “The heirs of Nasser” en Foreign Affairs, ob cit. p 19; N.N. Taleb and M. Blyth, “The black swan of Cairo” en Foreign Affairs, ob cit. p. 34
[12] Golsdstone señala que desde 1990 a la fecha, la población joven egipcia de edad entre 15 y 29 años, creció en un 65%. Los jóvenes universitarios se cuadruplicaron en este mismo periodo. Golsdstone, ob cit p. 2
[13] En las dictaduras “sultanistas”, las transferencias de poder a otro líder del régimen, nunca resulta. Ministros y altos ejecutivos, están demasiado identificados con el tirano, cuando éste cae, todos sus secuaces también caen. Ver Golsdstone, ob cit p 10
[14] Para mayores detalles sobre la teoría de la revolución, sírvase ver F. Duque, “Allende, la Unidad Popular y los sucesos entre 1970 y 1973” en http://fernandoduquecipol.blogspot.com Para una brillante descripción de la teoría de la revolución ver a Crane Brinton, “The Anatomy of Revolution” en Harry Eckstein and David Apter Editores, Comparative Politics The Free Press, New York 1963 pp. 556 – 581.
[15] Ver: N. Nilekani Imagining India; The idea of a renewed Nation, New York, Penguin 2009; L. Diamond and M. Platner, The State of India’s Democracy John Hopkins University Press 2007; A. J. Dunaway and E. Prasad, China and India learnig from each other: Reform and Policies for sustained growth International Monetary Fund, Washington 2006; A. Winter and S. Yusuf (eds.) Dancing with Giants: China, India and the Global Economy World Bank, Washington 2007
[16] Idem.
[17] Para un completo y profundo análisis del concepto “necesidad de logro” y el impacto que esta necesidad sicológica tiene sobre la conducta de los empresarios, ver: David McClelland; The Achieving Society New York: van Nostrand Co. New York, 1961; David S. Landes, La Riqueza y Pobreza de las Naciones. Por que Algunas son tan ricas y otras son tan pobres Gradita: Liboa, 2002
[18] Para una extensa discusión sobre la falta de capacidad empresarial en Latinoamérica, ver: Claudio Veliz; The New World of the Gothic Fox. Culture and Economy in English and Spanish America University of California Press, Los Ángeles 1994; L.E. Harrison and S.P. Huntington; Culture Matters. How Values Shape Human Progress Perseous Book Group, New York 2000. Para un profundo análisis de la falta de capacidad empresarial en Chile y su impacto en el subdesarrollo chileno, sírvase ver: Jorge Larrain, Identidad Chilena Lom Ediciones, Santiago, 2001
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