domingo, 2 de diciembre de 2007

EL CHOQUE DE CIVILIZACIÓN ISLÁMICA Y LA CIVILIZACIÓN ANGLOSAJONA: EL COMIENZO DEL FIN.

El choque entre la civilización islámica y la civilización anglosajona:
el comienzo del fin.

Fernando Duque Ph.D.
Profesor titular Ciencia Política
Universidad de Los Lagos
Puerto Montt, julio de 2006

Las estadísticas son desastrosas y horrorizantes. En las primeras dos semanas del conflicto, más de 500 libaneses civiles muertos y miles de heridos. Infraestructura y ciudades destrozadas, casi un millón de refugiados. El mundo ve con asombro y perplejidad cómo un país pequeño toma el derecho internacional en sus manos, viola la carta de Naciones Unidas y castiga sin piedad alguna a un pueblo ya demasiado castigado. Por un soldado secuestrado, ha prácticamente destruido la región de Gaza y por dos soldados secuestrados, están ahora destruyendo el Líbano.
Las Naciones Unidas y el mundo, han lentamente reaccionado. Hace algunos días atrás se presentó una resolución en el Consejo de Seguridad para detener la masacre, pero ella fue vetada por los Estados Unidos. No obstante, diversas voces espantadas se han levantado dentro y fuera de la organización. La jefa del organismo de Derechos Humanos, ha ya acusado a los líderes israelitas de crímenes contra la humanidad; y el jefe de la unidad humanitaria de la ONU ha dicho lo mismo y ha advertido de la gigantesca tragedia que se avecina si no hay un cese inmediato al fuego. La inmensa mayoría de la humanidad no afectada por el conflicto, entiende muy poco el problema del Medio Oriente. No es una guerra entre Estados, es una guerra entre el Estado de Israel y varias organizaciones islámicas terroristas. Los fundamentalistas islámicos, aplicando tácticas y estrategias propias de la guerra de guerrillas, lanzan cohetes relativamente rudimentarios desde poblaciones libanesas hacia Israel, y los israelitas bombardean dichas poblaciones indiscriminadamente, haciéndolas pedazos con la esperanza de matar a algún terrorista. Todo parece de locos y nadie entiende nada, es como si ambos bandos en disputa hubieran perdido todo sentido de prudencia y racionalidad. Pareciera que la conducta observada se asemeja mucho a la conducta de bestias salvajes en pánico y acorraladas.
Este tipo de conducta no es nueva y su alta frecuencia histórica es verdaderamente deprimente. Por lo general ocurre cuando un grupo humano aún dominante (pero en franca decadencia con respecto a los dominados) trata de que los sublevados vuelvan a someterse por el pánico y el terror generalizado. Todos los imperios en su fase decadente, sin ninguna excepción, han adoptado este tipo de conducta hacia sus dominios en rebelión. El mismo fenómeno se da dentro de un país cuando la elite gobernante ve con desesperación como el poder se les escapa de las manos. Invariablemente la reacción es violentísima, feroz y brutal. Esto fue lo que ocurrió en Latinoamérica en la década de los años 70 y 80 del siglo pasado. Ejemplos internacionales de este tipo de conducta se ha visto recientemente en la guerra de Yugoslavia, en las guerras de África y en la actual guerra de Irak y Afganistán y por supuesto, en el conflicto palestino.
¿Que explicación se puede dar para entender la conducta de Israel? Talvez el sufrimiento histórico de la nación Judía tenga algo que ver con todo esto. Si hay un pueblo en la tierra que ha sufrido con mayor rigor las injusticias y desgracias de este mundo, ese pueblo es la nación judía. Casi fue exterminada por los romanos a comienzos de la era cristiana y luego ha sido por 2000 años aplastada, discriminada, segregada y masacrada por la civilización europea. La última masacre la cometieron los alemanes durante el holocausto entre 1939 y 1945. Al parecer, a causa de su sufrimiento histórico, los judíos se sienten con derecho a vengarse de todo esto en sus enemigos presentes. Otra posible causa de la conducta israelita puede ser que los sionistas se contagiaran del etnocentrismo y racismo europeo. Es probable que siglos de sufrimiento y dominación en manos europeas, haya provocado una especie de mutación genética y ahora los descendientes se conducen igual que los torturadores de sus abuelos. El sentido de superioridad, excepcionalismo, y sentido de civilización mesiánica y salvadora del mundo, viene desde las raíces griegas, luego saltó a Roma para expandirse velozmente por toda Europa. Es lo que se llama el “peso del hombre blanco”. Este torpe sentimiento racista ha sido enraizado en la mente europea por filósofos de renombre como Sócrate, Platón, Aristóteles, Polibio, Vico, Bodino, Maquiavelo, Hobbes, Montesquieu, Stuart Mills, Locke, Hegel, y tantos otros sabios de la civilización europea. La tragedia histórica del pueblo judío es así un factor importante en su comportamiento actual.
Esta terrible tragedia ha sido un enorme peso de conciencia en el alma de la civilización anglosajona (formada por Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda). Los enormes esfuerzos de los líderes sionistas por liberarse del yugo europeo fueron bien acogidos por los gobernantes del imperio británico a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Cuando el Estado central de dicha civilización pasó a ser los Estados Unidos, este peso de conciencia se acrecentó considerablemente, particularmente por las simpatías que despertaba este calvario en la mente de los líderes protestantes norteamericanos. Fue así como este país impulsó la creación del Estado de Israel en 1948. Pero no sólo consideraciones humanitarias estaban detrás de estas iniciativas, también estaba el ferviente deseo de los Estados Unidos de defender su fuente de energía. Sin petróleo, la sociedad norteamericana no funciona y se desploma. Fue así como Israel se convirtió en una punta de lanza para controlar a las desorganizadas y primitivas tribus árabes y así, usufructuar de una fuente segura y barata de energía.
Todo esto lo pudo hacer la civilización anglosajona, pues durante la primera mitad del siglo XX era la civilización hegemónica por excelencia. Controlaba más de la mitad del territorio del planeta, poseía el 80% de la producción industrial del mundo, controlaba y manejaba más de la mitad de la población del planeta. Finalmente, tenía más soldados y tecnología militar que todos los otros ejércitos de la tierra juntos. En resumen, la civilización anglosajona era dueña de América, casi toda África y casi toda Asia, incluyendo la India y China. Este gigantesco poder fue lo que permitió a la civilización anglosajona crear un Estado satélite en el corazón de la civilización islámica y por supuesto, pudo aplastar con éxito toda resistencia a tal invasión.
Todo habría andado bien para los líderes sionistas si sus patrocinadores y defensores hubieran mantenido su posición de súper poder, intacto durante la segunda parte del siglo XX. Pero ello no fue así. La Unión Soviética surge como un contrincante formidable después de su victoria sobre los nazis. Poco después nace el gigante chino y luego el gigante hindú. El proceso de descolonización siguió en África, Asia y América Latina. El poder mundial se concentraba en dos grandes polos. La civilización anglosajona capitalista y el imperio soviético, socialista. En el medio estaba el tercer mundo, y que se convirtió en el campo de batalla de ambas hegemonías. Así nace el sistema bipolar. Todo esto significó que gradualmente la civilización anglosajona fue perdiendo poder a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Hoy, a comienzos del siglo XXI, es lo que Niall Ferguson ha denominado un imperio cansado. Hoy día controla sólo una quinta parte del territorio mundial. Tiene una población de 380 millones (6% de la población mundial), controla menos del 20% de la industria del planeta y su ejército no pasa de los dos millones y medio de soldados, de los cuales, sólo puede localizar poco más de medio millón en sus conflictos de ultramar. Simultáneamente, con el fin de la guerra fría como lo señala Samuel P. Huntington, el mundo cambió de un sistema bipolar a un sistema multipolar de civilizaciones. El conflicto ideológico entre capitalismo y marxismo, fue reemplazado por un aún más agudo conflicto religioso-cultural. Las civilizaciones y culturas previamente aplastadas por el peso de la guerra fría, se han liberado de sus ataduras y hoy día proclaman y defienden su identidad étnica. Las civilizaciones china, hindú, ortodoxa, japonesa, budista, latinoamericana, africana, europea e islámica ya no aceptan el dominio cultural valórico y religioso de los anglosajones. Muy por el contrario, están todos en un acelerado proceso de reafirmación de sus particulares identidades. La civilización que ha demostrado mayor acertividad en todo este despertar civilizacional ha sido precisamente la civilización islámica.
El orgullo étnico y religioso islamita ha explotado en forma caótica y descontrolada, las grandes masas islámicas rechazan valientemente el dominio anglosajón, pero sus elites gobernantes aún se mantienen en vasallaje (excepto Irán y Siria). Por lo tanto, el fundamentalismo islámico para consolidarse, necesita derrocar a sus elites aún sometidas al dominio extranjero. Para lograr esto, la estrategia parece ser el provocar a la civilización anglosajona con espectaculares actos terroristas. Esto fue lo que ocurrió el 11 de septiembre del 2001 y luego los ataques a los australianos en Bali, y a los ingleses en Londres. El ataque a Madrid fue un aviso para que la civilización europea se mantuviera al margen. Los islámicos fundamentalistas creen firmemente en la “teoría del toro en la cristalería”. Al toro se le picotea y este hace pedazos la cristalería. Los anglosajones han sido provocados y su reacción ha sido la destrucción de Afganistán, e Irak. Naturalmente que estos ataques desatinados y torpes, gradualmente han alcanzado los objetivos islámicos. Si los líderes musulmanes aliados de los anglosajones hoy día se vieran obligados a celebrar elecciones libres, todos ellos serían barridos del poder y reemplazados por líderes fundamentalistas y esta reacción se daría desde Marruecos a Indonesia.
Con la estrategia del toro en la cristalería los fundamentalistas islámicos han logrado que su enemigo practique el terrorismo de Estado y es esto lo que está ocurriendo en el Líbano. Es indiscutible que Israel fue provocado y cayó en la trampa. Los fundamentalistas en esta oportunidad no pretenden destruir Israel, lo que si les interesa eventualmente es derrocar a los gobernantes en el norte de África (particularmente Egipto), reemplazar a los gobernantes de Arabia Saudita, y Jordania, y particularmente, derrocar al régimen paquistaní. Ellos piensan que una vez que la civilización islámica logre su homogenización fundamentalista, solo entonces se encargará de arreglar cuentas no únicamente con Israel (que es elemento muy secundario) sino que con toda la civilización anglosajona. Desafortunadamente para el resto del planeta que no tiene velas en este entierro, el resultado de este choque de civilizaciones será el tan anunciado Armagedon. Para el año 2025, la civilización islámica tendrá el 20% de la población mundial y los anglosajones solo el 4%. Naturalmente, ambas civilizaciones estarán equipadas con armas nucleares.

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