F.Duque Ph. D.
Los Ángeles, Ca. USA
Enero, 2011
Aprovecho esta oportunidad para hacer unos breves comentarios sobre la discusión que se ha producido en el club de La Patagonia y relacionado con el caso del intendente Montes. En estas últimas semanas he leído en el correo electrónico comentarios de lo que pasó durante la presidencia del Dr. Salvador Allende. Creo que todos estos comentarios de uno u otro bando, ignoran algunas importantes leyes de la historia. En mi opinión las causas del fracaso de la UP a comienzos del año 70 del siglo 20, tiene que ver con el hecho de que sus líderes eran políticos brillantes, pero idealistas y tradicionales y al
parecer, no conocían a fondo aspectos importantísimos de la teoría moderna de la revolución. Los autores más distinguidos en la vertiente anglosajona de la ciencia política son Marx, Weber, Bansfield, Konhauser y muchos otros. Estas ideas teóricas han sido magistralmente comprobadas por profundos trabajos históricos y empíricos hechos por autores tales como: Almond, Pye, Powell, Verba, Easton, Huntington, Eckstein, y particularmente Brinton y Davies.
La moderna teoría de la revolución se engancha con un mito bíblico es decir, los siete años de las vacas gordas y los siete años de las vacas flacas. Según Brinton y Davies, para que una revolución sobreviva con éxito, se necesitan condiciones objetivas y condiciones subjetivas. Ambas condiciones son variables suficientes y necesarias para que se produzca una exitosa revolución.
Las condiciones objetivas siguen muy de cerca los trabajos de Marx y de Freud. Se debe necesariamente dar un periodo entre cinco y diez años de crecimiento acelerado de la economía, donde el ingreso per cápita aumenta rápidamente en un promedio de no menos de un 5% por año. Esto produce un sentimiento generalizado de confianza, optimismo y bienestar en la comunidad afectada por el rápido crecimiento. Los autores proponen un gráfico donde en su línea vertical se señala el ingreso per cápita y en la línea horizontal se señalan los años que dura este proceso de crecimiento. En los años de las vacas gordas se dibujan dos líneas paralelas y ascendentes. La línea superior refleja el crecimiento de las expectativas sicológicas de la población, es decir, sus esperanzas por una vida mejor. La línea inferior, refleja la tasa de crecimiento per cápita real y empírica. Es así como la línea de las expectativas sicológicas van siempre a la izquierda y arriba del ingreso real. En otras palabras, hay una distancia controlada entre estas dos líneas paralelas. Las esperanzas son siempre mayores que la realidad. Naturalmente que hay una brecha entre estas dos líneas, pero ella se mantiene bajo control. Por lo tanto, esta situación no produce problemas sociales, económicos y políticos, ya que el crecimiento económico es real y sostenido.
No obstante, cuando se produce una recesión económica o peor aún, una depresión, las dos líneas pierden su paralelismo. La línea superior, o sea la línea de las expectativas sicológicas sigue creciendo, pero la línea inferior, que señala el crecimiento real, se desploma. Se produce así un punto de quiebre, donde la economía real en vez de seguir creciendo, se empieza a achicar año tras año, y con ello, el ingreso per cápita se desploma. La brecha entre la línea de las expectativas sicológicas y la línea de la economía real se expande constantemente, hasta que al cabo de unos 7 a 10 años, esta brecha se hace insostenible, y la situación explota catastróficamente. La inmensa mayoría de la población empobrecida, ya no tiene nada que perder, sólo puede perder las cadenas de su explotación. El caos económico, político y social se inicia con virulencia.
Ahora nacen las condiciones subjetivas de la revolución y ellas son ocho:
1) los ciudadanos empobrecidos, salen en masa a las calles; se realizan marchas, protestas y reuniones pacíficas para pedir a las autoridades que cambien de rumbo;
2) la elite política se ha corrompido y prohíbe todo acto de protesta;
3) el público no obedece y las manifestaciones aumentan, la policía y el ejército, por orden de la elite trata de reprimir el descontento generalizado con métodos no brutales, pero ellos fracasan y las marchas continúan;
4) la elite da órdenes de tirar a matar si los manifestantes no se dispersan, como resultado, mueren varios cientos de manifestantes, particularmente mujeres y niños. Se producen así gigantescas masacres;
5) las elites culturales o “inteligencia” de la sociedad (profesores, estudiantes, profesionales, clérigos, artistas y otros sectores altamente educados), que hasta el momento eran leales al sistema, ante el horror de las masacres, deciden abandonar a la elite y algunos de ellos se incorporan a la elite revolucionaria;
6) la elite gobernante, en desesperación, no sólo reprime brutalmente, sino que comete garrafales errores económicos y financieros que empeoran mucho más las cosas (tales como el “corralito” en Argentina en los años 90’ );
7) la nueva elite revolucionaria, con el apoyo de la inteligencia, se radicaliza violentamente y comienza la lucha armada;
8) las fuerzas armadas se dividen y el ejército rebelde, más las masas en armas, derrotan a la vieja elite, la cual es físicamente eliminada y/u obligada a abandonar el país.
Con esto se produce el inicio del triunfo revolucionario. Todos los cargos importantes del sistema político, particularmente los de las fuerzas armadas, son ocupados por fervientes partidarios de la revolución.
Los eventos anteriormente descritos no son producto de la imaginación de Brinton y Davies. Ellos son pasos debidamente analizados y que se dieron en todas las revoluciones exitosas modernas, particularmente la revolución inglesa, la estadounidense, la francesa, la rusa, la china y la cubana. Un mismo patrón se observa en otras revoluciones de menor importancia, que se dieron entre el siglo 15 y el siglo 20. El último caso que magistralmente comprueba la teoría, son los recientes eventos que se han producido y se siguen produciendo en Túnez. Probablemente hechos similares se producirán en algunas de las más aberrantes dictaduras derechistas y pro occidentales que aún sobreviven en el mundo islámico
Al parecer, los líderes de la UP, se dieron cuenta que en el país se dio un periodo de “vacas gordas”, y que este se debió en gran parte al precio del cobre y al apoyo técnico y abundantes créditos que los Estados Unidos le dio al Frente Popular entre 1939 y 1952. Cuando las “vacas flacas” comenzaron con la crisis del cobre, producto del fin de la guerra de Corea, los Estados Unidos apoyaron nuevamente a Chile para salir de esta crisis. Desgraciadamente, este apoyo no sirvió de mucho, ya que el gobierno de Ibáñez estaba fuertemente penetrado por la corrupción y enormes sumas de dinero se perdieron en el barril sin fondo del amiguismo y el nepotismo. El fracaso de Ibáñez, aparentemente, asustó al imperio y este decidió apoyar al candidato Jorge Alesandri en 1958, medidas que resultaron exitosas, e inmediatamente se le otorgó a Chile toda la asistencia técnica y créditos necesarios. No obstante, el terremoto de 1960, cambió el rumbo de la historia y los planes de desarrollo elaborados para sacar a Chile de su estagnación volvieron a fracasar. Estados Unidos se alarmó aún más, pues el candidato marxista, Salvador Allende en la campaña de 1964, propuso expropiar y nacionalizar las grandes minas del cobre, y este mineral era vital y estratégico para los estados Unidos en su lucha contra la Unión Soviética.
Estados Unidos, elaboró cuidadosos programas de desarrollo político y económico y financió generosamente la campaña de Eduardo Frei en 1964. Naturalmente que con estos gigantescos recursos, el candidato favorecido por los estados Unidos, ganó la elección presidencial. Una vez más el país fue inundado por técnicos y expertos estadounidenses acompañados con miles de millones de dólares, para financiar con éxito la “revolución en libertad”. Se inició un enorme programa de viviendas y obras públicas, y también se profundizó la reforma agraria. Sobre todo, se movilizó políticamente a millones de obreros y campesinos pobres. Desafortunadamente, una vez más, la enorme corrupción del país, echó por tierra todas estas buenas intenciones. El mínimo de ética pública que se había logrado reconstruir por los primeros gobiernos del Frente Popular, terminó por diluirse con los gobiernos relativamente corruptos de Ibáñez, Alesandri y Frei.
Para 1969, la mayoría de los chilenos estaban sufriendo un profundo proceso de corrupción. Aquí, se entiende por corrupción, el que sabiendo hacer las cosas bien y para beneficio del bien común, éstas se hacen mal o no se hacen bien por flojera, desidia, deseo de lucro y falta de patriotismo.
Allende ganó la presidencia en 1970, pero a mi juicio, ni él ni sus asesores, identificaron adecuadamente el gigantesco peligro inminente para su gobierno. Este peligro tenía dos fuentes. Una externa, la más importante, y una interna, sumamente difícil de controlar. El factor externo era naturalmente, el patológico miedo que los estados Unidos tenía de “perder” a Chile y su riqueza y que ella fuera a engrosar el poder de su rival la Unión Soviética. Al parecer, ni Allende ni sus asesores, entendieron bien la triste realidad y la dificilísima situación estratégica en la que Chile se encontraba. Estados Unidos, después de su fracaso en cuba, estaba decidido a cortar de cuajo, todos los intentos progresistas en su patio trasero y jamás iba permitir que un marxista desarmado se atreviera a desafiarlo. Por su parte, Allende y sus asesores al parecer, jamás entendieron que la Unión Soviética no entraría en alianzas militares con una elite social demócrata, y que no creía que el verdadero cambio revolucionario sólo se hacía con las armas en la mano. Esto lo dijo Sun Tzu, hace más de dos mil quinientos años antes que Mao.
Examinando el caso chileno, se puede argumentar que este no tenía las condiciones objetivas ni subjetivas para lograr una exitosa revolución izquierdista. Es cierto que se habían vivido unos 11 años de crecimiento económico entre 1939 y 1950. También es cierto que hubo un periodo de estagnación económica que se inició en 1953 y ella se extendió por casi 20 años. No obstante, Chile se diferencia de los casos de revoluciones exitosas, en que en su periodo de “vacas gordas”, estas vacas comieron mejor que antes, pero estaban lejos de ser gordas. El aumento del ingreso per cápita no fue superior al 3% por año entre 1939 y 1952. En cuanto al periodo de las “vacas flacas”, este no fue un periodo ni de recesión ni de depresión, sólo fue un periodo de triste estagnación. Pero el sufrimiento de la población, fue atenuado exitosamente por la enorme ayuda económica y técnica que el imperio le dio a su sobrino favorito en América del Sur. Además la suerte le jugó una mala pasada a las fuerzas de izquierda en Chile. La gran crisis del petróleo, no las sufrieron los gobiernos de derecha o de clase media, sino que la sufrió el gobierno popular entre 1972 y 1973. Fue así como las variables subjetivas para una exitosa revolución, fueron favorables para la derecha. Ella, con el poderoso y fundamental apoyo de los Estados Unidos, logró que se dieran casi todas las variables subjetivas necesarias para realizar una exitosa revolución reaccionaria.
Tan pronto como Allende subió al poder, el gobierno de Nixon, inició su programa de asfixia económica hacia Chile y, en dos años y medio, consiguió crear las suficientes condiciones negativas que normalmente se producen en un periodo de “vacas flacas” y que toma de entre siete y diez años de duración. Además de esto, la poderosa máquina propagandística estadounidense, creó todas las condiciones subjetivas necesarias:
1) organizó y financió exitosamente numerosas marchas pro derechistas y otros actos políticos de protesta;
2) como Allende prohibió la represión masiva, Nixon, Kissinger y la derecha chilena, contrataron agentes provocadores que, disfrazados de izquierdistas, agredieron a los manifestantes anti allendistas, creando un clima de violencia e intranquilidad generalizada;
3) la propaganda derechista exitosamente dio la imagen de que el país estaba en caos. Se señaló que los campos y las fábricas eran ilegalmente tomadas por turbas salvajes y que la policía y el ejército se mantenían al margen sin hacer nada;
4) este aparente desorden asustó a la inteligencia chilena y fue así como muchos estudiantes, profesores, clérigos, artistas, profesionales e intelectuales de clase media, se pasaron al campo reaccionario y oligárquico;
5) se cometieron errores financieros y el desabastecimiento y la inflación llegaron a niveles intolerables;
6) la burguesía se organizó militarmente, pero Allende prohibió la organización militar del pueblo;
7) el 22 de agosto de 1973, con asesoría de Kissinger, se desarrolló un plan maquiavélico (un verdadero golpe civil) donde la cámara de diputados declaró, sediciosa e inconstitucionalmente, que el presidente Allende se había salido del Estado de derecho y que por lo tanto, se justificaba un golpe militar. Agentes extranjeros, en colusión con la derecha y la democracia cristiana, diseñaron un astuto plan, para simular un juicio político y constitucional contra el presidente Allende. Como el verdadero juicio político contemplado en la constitución vigente, no podía exitosamente realizarse, (ya que la derecha y la democracia cristiana no poseían los 2/3 del senado); la cámara de diputados, el 22 de agosto, declaró que el régimen se había salido de la ley y que era la obligación de las fuerzas armadas derrocarlo. Esta declaración espúrea, era obviamente inconstitucional, ya que se saltaron todos los trámites de un proceso político en forma. La cámara cometió el delito de sedición, es decir, abrogarse poderes y funciones que no le correspondían. Como esta sedición se hizo con el apoyo extranjero, ella cayó inmediatamente en el delito de traición a la patria, delito castigado con la pena de muerte. Los militares posteriormente utilizaron esta traicionera declaración, como justificación legal del golpe militar que se realizó pocos días después. El golpe del 11 de septiembre, se produjo con todo el apoyo estratégico del imperio, ya que habían numerosos barcos de guerra estadounidenses que se encontraban a pocas millas de Valparaíso. A día siguiente del golpe, milagrosamente, desapareció el desabastecimiento y Chile fue inundado con productos, mercaderías y todo tipo de servicios, lo que prueba que había manos siniestras y poderosas detrás de los problemas económicos que afectaban a la inmensa mayoría de la población;
8) la inmensa mayoría del pueblo allendista se mantuvo pasivo y decidió no luchar. Es probable que el largo periodo de corrupción nacional iniciada 100 años antes, tuvo mucho que ver con la tremenda apatía popular. Algo similar le sucedió al presidente Balmaceda en 1891. De esa fecha en adelante, el “familismo amoral” se entronizó en la sociedad chilena y a muy pocos les preocupó e interesó de verdad la política seria y la activa participación ciudadana. El “peso de la noche” síndrome anticipado por Diego Portales a comienzos del siglo 19, se terminó por entronizar y consolidar en el siglo 20.
En resumen, el caso chileno de 1970 a 1973, es un caso que a mi juicio ejemplifica magistralmente el como hacer una revolución fallida. Esta triste historia es ya un tema de estudio obligado para todos aquellos que efectivamente, desean cambiar un subdesarrollado sistema capitalista fracasado, por un nuevo modelo verdaderamente exitoso y revolucionario. Sin duda, el fracaso de la revolución izquierdista en Chile, ha servido enormemente a los nuevos revolucionarios latinoamericanos (socialistas del siglo 21) y que verdaderamente han decidido hacer las cosas en serio, y reemplazar a un seudo sistema liberal capitalista que definitivamente en Latinoamérica no ha funcionado por 200 años. Los profundos cambios que se están desarrollando, en El Salvador, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina; en no poca medida se deben a las lecciones aprendidas con la fracasada revolución izquierdista en Chile.
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