Cientista Político
Puerto Montt, Octubre de 2010
I. La anaciclosis según Maquiavelo.
Para Maquiavelo, las formas de gobierno son seis. Ellas se clasifican de acuerdo a dos variables. La primera tiene que ver con el número de gobernantes y la segunda tiene que ver con los resultados de ese gobierno. Es decir a quien beneficia la gestión estatal. En el diagrama maquiavelico, la columna vertical muestra el número de gobernantes, la columna horizontal señala los resultados de la acción gubernamental. Es decir, si se gobierna para el bien común (para todos) o sólo se gobierna para el beneficio del gobernante de turno.
De esta manera se construye un pequeño y simple cuadro el cual se incluye a continuación:
Nº de para el bien Para el beneficio Gobernantes común del gobernante
UNO monarquia TIRANIA
POCOS ARISTOCRACIA OLIGARQUÍA
MUCHOS DEMOCRACIA OCLOCRACIA
Naturalmente que los buenos gobiernos son los que se ubican en el lado izquierdo del cuadro y los malos son los que se ubican en el lado derecho del mismo. Para Maquiavelo, la historia tiene una teleología pesimista. Es decir, ella avanza de lo bueno a lo malo. En otras palabras, se avanza de la monarquía, (que para Maquiavelo es la mejor forma de gobierno) hacia la tiranía, (que para Maquiavelo es la peor forma de gobierno). Cuando la tiranía se hace insostenible, la sociedad se revela y nace la aristocracia. Cuando esta a su vez se corrompe, la sociedad cae en la oligarquía. Cuando la oligarquía se hace insoportable, se pasa a la democracia; y cuando esta se corrompe, se cae finalmente en la oclocracia.
De ahí para adelante, la evolución histórica puede tomar dos formas diferentes. Una perversa y maligna se produce cuando el Estado oclocrático se transforma en Estado fallido. Aquí el Estado independiente deja de existir y su territorio se transforma en colonia de otro Estado más poderoso. La otra forma es sumamente rara pero es también enormemente benigna. Aquí, del seno de la sociedad corrupta y en aguda crisis, nace un individuo extraordinario que salva a la sociedad. Se convierte en rey y da comienzo a un nuevo ciclo civilizacional. Es decir, se crea una nueva civilización que sigue el mismo proceso evolutivo que sufrió la civilización anterior. De esta forma la historia se repite en ciclos similares por los siglos de los siglos.
Para Maquiavelo, la evolución histórica es pesimista. Es decir, se avanza de lo bueno a lo malo y la nueva civilización siempre tiene una calidad cultural inferior a la anterior. Esta evolución histórica es la que Maquiavelo denomina anaciclosis o teoría de los ciclos políticos. Basándose en profundos y dilatados estudios europeos, realizados por historiadores, griegos, romanos y particularmente autores medievales, el gran y famoso cientista político italiano, llegó a formar su dialéctica teoría.
La sociedad políticamente organizada o Estado, inicia su evolución con el gobierno de un individuo, pero que administra el Estado para el servicio de todos. Es decir, el buen gobierno que beneficia y verdaderamente protege a todos los ciudadanos. A esta forma altamente benigna de gobierno el famoso florentino denominó monarquía. Ella tiene enormes similitudes a la forma de gobierno preferida por los clásicos particularmente Sócrates y Platón. En otras palabras, el buen gobierno de un virtuoso, inteligente y audaz filósofo rey. Con este buen monarca y sus sucesores el país florece, prospera y se desarrolla. Sus habitantes, particularmente los más pobres disfrutan de un largo período de bonanza y bienestar y es por ello que se denomina la mejor forma de gobierno. No obstante, el poder es un fenómeno, fuerza o corriente sumamente peligrosa y que si no se maneja con sumo cuidado, vigilancia, prudencia y virtud; este poderoso fenómenos, fácilmente corrompe éticamente a los individuos que lo practican. Particularmente a aquellos poco preparados para ejercerlo. Esto hace que a lo largo de las décadas y a veces, centenas de años, los monarcas herederos del sabio fundador de la dinastía invariablemente se corrompen.
Este inevitable fenómeno, determina que el poder caiga en manos de una nueva dinastía por lo general, una dinastía extranjera, violenta, depredadora y corrupta. De esta forma el Estado cae en manos de un malvado tirano y así nace la tiranía. Este es el gobierno de una persona pero que sólo beneficia al gobernante y a los miembros de su clase, por lo general, una nueva y corrupta casa real. El pueblo se transforma en víctima y es sometido a muchos años malditos donde reina la injusticia, la desesperación y la esclavitud. Para Maquiavelo, así como para los clásicos, esta es la peor forma de gobierno. Años, décadas y siglos de sufrimiento, determina que lentamente nazca en la sociedad sometida y aplastada el ferviente deseo de liberarse. Este sentimiento, por lo general toma mucha fuerza en aquellos súbditos con mayor educación y riqueza material. Es así como el elemento más pudiente y educado de la sociedad colonizada, desarrolla sentimientos, pasiones y motivaciones que los lleva a buscar fanáticamente la independencia y la libertad. Por lo general la tiranía corrupta, reprime con suma maldad y crueldad extrema estos brotes de rebelión, y ello determina que gradualmente, otras clases sociales se sumen al movimiento emancipador. Fenómenos catastróficos tales como terremotos, grandes epidemias, sequías y guerras sirven de detonador o catalíticos para acelerar el movimiento independentista y así crear las condiciones objetivas para una exitosa revolución.
Cuando todo esto ocurre nace la aristocracia. Esta forma de gobierno se tipifica porque es el gobierno de varios (o unos pocos) que gobiernan a favor y en beneficio de toda la sociedad. ES decir, es un buen gobierno que administra los recursos estatales para el bien común y la felicidad pública de todos sus habitantes. Los pocos (por lo general los ricos) tienen el derecho a gobernar pues lo hacen inspirados en el principio denominado “nobleza obliga”. En otras palabras, los mejores elementos de la sociedad, aquellos más aptos, inteligentes y virtuosos, consolidan y legitimizan su poder al preocuparse del bien común y especialmente los más desvalidos. El pueblo pobre que es la inmensa mayoría permite el gobierno de la minoría, pues esta es virtuosa y sus actos están dirigidos por un profundo contenido ético y ella es capaz de producir bienestar y justicia para toda la sociedad. No obstante, el poder corrompe y por lo tanto, invariablemente, si las cosas no se hacen bien, después de un par de generaciones, la elite comienza su proceso de descomposición y muerte. Gradualmente se produce la transición de aristocracia a oligarquía.
En la Oclocracia , el pueblo elige líderes corruptos y naturalmente, obtiene un gobierno corrupto, y así, todos tratan de acomodarse a las circunstancias y a abusar de los bienes y servicios que produce el Estado. La oclocracia es el gobierno de los corruptos, con los corruptos y sólo para los corruptos. Esta vez no son pocos como en la oligarquía, sino que son la inmensa mayoría de la población, y ella se transforma en una epidemia cancerosa que termina por destruir el cuerpo social. Naturalmente la oclocracia se clasifica como un mal gobierno, aún cuando menos malo que la oligarquía y la tiranía. En la oclocracia son muchos los que roban a la sociedad y se apropian inmoralmente de los bienes y servicios que ella otorga. En la oligarquía son muy pocos los corruptos y en la tiranía el nivel de corrupción se reduce al tirano y su familia. En consecuencia, para Maquiavelo, la oclocracia es un gobierno malo y nefasto pero naturalmente menos malo que la oligarquía y la tiranía. Mal que mal, la corrupción se ha democratizado y se ha expandido por todos los sectores sociales. La oclocracia invariablemente termina con el fin del estado independiente. La corrupción generalizada de la sociedad permite que Estados o imperios mucho mejor organizados invadan al Estado oclocrático y así el Estado, lo convierten en colonia o satélite. Para Maquiavelo, esta es la razón por la cual había imperios con colonias sometidas. Su preocupación principal era que si Italia seguía su curso de devastadora inmoralización seguramente iba a terminar siendo una vulgar colonia. En este caso, una colonia del imperio español.
Al final de su análisis de la sociedad oclocrática Maquiavelo indicaba que había una pequeña luz de esperanza. En la historia de las civilizaciones a veces en casos muy raros se producía un verdadero milagro politológico. Dentro de la mala administración, el vicio y la corrupción generalizada del Estado oclocrático, en forma muy excepcional a veces intervenía una fuerza especial y que salvaba al país. Los casos eran rarísimos, pero existían. Desde el marasmo generalizado, surgía un líder o príncipe nuevo. Este era un nuevo filósofo rey con conocimientos, competencias y virtudes excepcionales que era capaz de conseguir el poder y luego con suma astucia, voluntad y liderazgo empezaba a producir milagros. Este nuevo príncipe debía ser más astuto que el zorro y más valiente que el león. El pueblo era capaz de reconocer estas extraordinarias virtudes y así el príncipe nuevo lograba un masivo apoyo popular. Este enorme poder le permitía al nuevo filósofo rey cambiar profundamente su sociedad y así la salvaba de su colapso y destrucción final. De esta manera Maquiavelo cierra el círculo civilizacional y la sociedad vuelve a la monarquía virtuosa. El príncipe nuevo pasa así a la historia como un héroe legendario y el fundador de una nueva civilización.
Desgraciadamente, esta nueva civilización al paso de los años, décadas y siglos, será inevitablemente sometida al mismo proceso degenerativo que produjo el cambio político en las civilizaciones anteriores. Es así como para Maquiavelo la historia es pesimista y siempre marcha de lo bueno a lo malo y cuando toca fondo en muy raras ocasiones es capaz de auto sanarse y con ello empezar una nueva lucha que de antemano se sabe ya está perdida.
II. La anaciclosis y Chile.
En el caso de nuestro país creo que la teoría maquiavélica puede servir y ayudar a entender la torrentosa historia de esta sufrida tierra. Se puede argumentar que la historia de nuestro Estado nacional, tuvo su inicio cuando formó parte del imperio incásico. Por muchos siglos el territorio que se extiende de Arica al Bio Bio, estuvo bajo la influencia de la civilización andina y cuya última etapa está constituida por el imperio incásico. Por más de cien años antes de la llegada de los españoles, el territorio vivió bajo la beneficiosa influencia del imperio de los incas. Hay abundante literatura especializada que señala que la dinastía inca, estuvo conformada por filósofos reyes que tenían todas las características que Sócrates y Platón pedían de un virtuoso gobernante. Como consecuencia, la civilización inca sirvió de ejemplo para muchos pensadores europeos que soñaban con un Estado mucho mejor que el que ellos tenían. Se argumenta por muchos autores que Tomás Moro escribió su utopía basándose en relatos de asombrados marinos portugueses que visitaron el imperio mucho antes de la llegada de los españoles.
El emperador y su corte tenían la sagrada obligación de velar, cuidar y proteger a su pueblo. A cambio de ello, el pueblo lo respetaba y lo veneraba como un verdadero Dios. Como resultado de este buen gobierno, los habitantes del territorio que va de Arica al Bio Bio disfrutaban de una verdadera época de oro. No había desempleo, el pueblo trabajaba feliz y su vida estaba adecuadamente protegida por el Estado desde su nacimiento hasta su muerte. Muchos historiadores de civilizaciones señalan que el imperio incásico fue en verdad el primer Estado socialista del planeta.
Esta benigna monarquía desapareció con la llegada de los godos a América. Este fue un pueblo germánico obviamente salvaje y que primero destruyó el imperio romano, luego destruyó la avanzada civilización árabe en la Península Ibérica y finalmente destruyó lo imperios azteca e inca en América. Es indudable que los godos eran sumamente valientes, corajudos y tozudos, pero también eran extremadamente ambiciosos, brutales y despiadados. Su propósito principal era hacerse ricos lo más rápidamente posible y luego volver a Europa a gozar de una vida de lujos y placeres. Esto vulgarmente se denominó con el término “hacerse la américa”. Muchos autores señalan también que eran más voluntariosos y salvajes que los vikingos y los hunos. Eran muy hábiles en el uso de sables y lanzas de acero y también en el uso de escopetas y cañones. Su infantería, caballería y artillería constituían talvez, el ejército más formidable de Europa. Sus batallones bien organizados, lograron asombrar y paralizar al formidable ejército del inca. El emperador los creyó dioses centauros y ordenó que no fueran atacados. Los godos, entrenados en el engaño y la duplicidad bélica y con más de mil quinientos años de experiencia bélica a cuestas, ganadas contra los romanos y los moros se conocían el arte de la mentira, mejor que nadie en Europa. Se apoderaron del emperador y con ello se apoderaron del poder imperial y a partir de ese momento ya nadie los pudo derrotar.
Posteriormente los gérmenes, las epidemias y la esclavitud lograron reducir la población del imperio de casi 20 millones de habitantes a una fracción de este número. Este ha sido uno de los genocidios más grandes que la humanidad jamás haya experimentado. Sólo la exterminación de los nativos americanos cometida por los ingleses en América del Norte supera en criminalidad y salvajismo a la conquista española. Naturalmente que con la llegada de Pizarro al Perú se dio inicio a la tiranía en los territorios que hoy ocupan, Colombia, Perú, Bolivia, Paraguay, Argentina y naturalmente Chile. Este fue el gobierno del tirano radicado en España, o sea el gobierno de uno y sólo para beneficio de él y de su corte, ubicada tanto en la península como en América. La tiranía duró 300 años, y para comienzos del siglo XIX ella empezó a desplomarse. Bastó la invasión napoleónica, para que el corrupto imperio español comenzara su desmoronamiento. Habían sido 300 años de increíble sufrimiento para la inmensa mayoría del pueblo. Naturalmente las poblaciones nativas y mestizos que poblaban desde Arica al Bio Bio, sufrieron el peso aplastante de la implacable tiranía española.
Entre 1810 y 1817, una ínfima minoría de criollos blancos se rebeló contra España y logró un triunfo final en 1818. Ahí nace la república aristocrática, o sea el gobierno de los pocos ricos pero para el bien común. En 1830, la elite aristocrática conservadora, inspirada en principios de buen gobiernos y “nobleza obliga” logró consolidar la independencia nacional. La república portaliana iniciada en 1830, mantuvo principios éticos suficientes para hacer un buen gobierno y desarrollar al país, desgraciadamente esta buena época sólo duró hasta 1870.
Con la llegada de los presidentes liberales en 1871 se da inicio al gobierno oligárquico. Es decir, el gobierno de los ricos, con los ricos y sólo para los ricos (es necesario señalar que el período 1886 – 1891 en que gobernó el presidente Balmaceda, fue una brillante excepción a esta época oligárquica). No obstante la oligarquía reinó suprema después del suicidio de este presidente mártir. Después de 1891, la corrupción del sistema político chileno, alcanzó niveles excepcionales y nunca antes conocidos. Entre 1891 y 1919, el país a pesar de la enorme riqueza salitrera se hizo más pobre. El ingreso promedio del 90% de los chilenos declinó drásticamente, mientras la pequeña elite oligárquica se enriquecía a niveles inimaginables. Chile se convirtió en colonia económica del imperio británico. El pago que el imperio le dio a la oligarquía chilena por los servicios de administrar sus bienes y riqueza, fue un fabuloso estándar de vida. Las diferencias socioeconómicas entre la pequeña elite de chilenos europeizados (ya que vivían gran parte de su tiempo en Europa) y la inmensa mayoría de mestizos pobres se hizo abismante y así nació la llamada eufemísticamente: “cuestión social”. El abandono de actividades económicas por parte de la elite (minas, comercio, industria y algunas actividades agrícolas fueron vendidas a los británicos) creó una enorme cesantía y muchos obreros y campesinos empezaron a morir de hambre. Como consecuencias de estas increíbles injusticias, los pobres organizaron huelgas y manifestaciones públicas, las que fueron reprimidas violenta y cruelmente.
Muchas masacres de obreros y campesinos ocurrieron en la primera década del siglo XX. Sólo en una de ellas, la ocurrida en la escuela Santa María de Iquique (1907) murieron más de 3000 hombres mujeres y niños. Aquí los obreros mineros fueron acribillados por ametralladoras y cañones del ejército. La primera guerra mundial de 1914 – 1918, y el descubrimiento del salitre sintético, destruyeron las bases de sustentación de la oligarquía y esta sucumbió en 1919.
A la muerte de la oligarquía le siguió un período anárquico y dictatorial, que se extendió de 1920 a 1931. No obstante a partir de 1932, la democracia se consolidó en Chile, y ella funcionó relativamente bien entre 1939 y 1971. Este fue el gobierno de los muchos y para beneficio de la mayoría. No obstante, los que más se beneficiaron de esta forma de gobierno, fueron la clase media y los obreros industriales. Los campesinos y los obreros no especializados no gozaron con esta bonanza, y ese fue el talón de Aquiles de la democracia chilena. Los gobiernos democráticos de clase media no fueron capaces de dar satisfacción a las demandas de los pobres de las ciudades y de los trabajadores agrícolas. Ambos sectores fueron movilizados a partir de la década de los años 60, y esta movilización acelerada se produjo gracias al programa “Alianza para el Progreso” impuesto y financiado por los Estados Unidos. Con esta movilización social, los pobres de Chile fueron invitados al banquete, pero cuando se sentaron a la mesa, se dieron cuenta que para ellos no había comida ni bebidas. Las demandas insatisfechas de este enorme sector empobrecido, desestabilizaron la democracia chilena.
El gran terremoto de 1960, el más grande del planeta en tiempos modernos, obligó a los gobiernos de Alessandri y Frei a invertir enormes sumas de dinero en la reconstrucción del país, y esto le restó potencia a las inversiones productivas. El esperado desarrollo económico no se produjo y el estándar de vida se estancó para la clase media. El descontento popular aumentó a niveles parecidos a los de la primera década del siglo 20. Este desajuste sistémico, más la bien planeada desestabilización política liderada y financiada por los Estados Unidos, determinó que la democracia chilena se transformara en oclocracia, particularmente entre 1972 y 1973. Los pobres no podían esperar y empezaron a tratar de resolver sus problemas tomando poco en cuenta a las autoridades y al Estado de Derecho. Se inició así el gobierno de los pobres, con los pobres y sólo para los pobres. Todos trataron de arreglar sus vidas aprovechándose de los bienes y servicios que otorgaba el Estado. A pesar de los esfuerzos del presidente Allende, por controlar la corrupción éste no fue exitoso. Así como Gran Bretaña se había coludido con la corrupta oligarquía, para derrocar a Balmaceda, esta vez, los descendientes de esta misma oligarquía apoyados por gran parte de la clase media se coludieron con los Estados Unidos para derrotar a Allende.
Como resultado del colapso de la democracia, los primeros años de la oclocracia tuvieron características dictatoriales. Con el apoyo de los Estados Unidos, la burocracia en uniforme se apoderó del país, y se aprovechó de los bienes y servicios producidos por el Estado. La corrupción alcanzó niveles inimaginables cuando cientos de empresas estatales fueron vendidas a precios de liquidación y comprada por sus propios funcionarios superiores con créditos avaladas por el Estado. El país entero se vendió al mejor postor y naturalmente, los Estados Unidos recuperaron sus perdidas riquezas mineras. Chile se transformó en una colonia económica del imperio estadounidense. No obstante los crímenes y abusos de la dictadura militar, fueron tan grandes que empezaron a surgir signos de insurgencia y rebelión. El imperio se preocupó y decidió iniciar un proceso de transición a la democracia. Altos funcionarios del imperio convocaron a varias reuniones en Washington donde tanto los políticos partidarios de la dictadura como los políticos de la concertación acordaron y se comprometieron a realizar un plebiscito y elecciones libres. El precio que debían pagar los líderes de la concertación democrática era que si ganaban las elecciones, debían dejar intacto el modelo socioeconómico favorable a los Estados Unidos. Las elecciones de finales de los años 80 y principio de los 90, le dieron el triunfo a la concertación y ésta, fiel a su compromiso, pudo gobernar el país por 20 años.
Naturalmente, las tendencias oclocráticas, se intensificaron durante estos 20 años y fue así como los líderes y mandos medios de la concertación, gracias a sus esfuerzos y negociaciones entraron a ser parte de la elite socioeconómica del país. Ahora Chile no sólo es explotado por los Estados Unidos y la vieja oligarquía económica, sino que también por la nueva oligarquía económica creada a la sombra de la concertación.
En el año 2010, parte del pueblo concertacionista decidió castigar la traición de alguno de sus líderes hacia las promesas originales hechas en 1990. Fue así como, gracias a este descontento popular, Sebastián Piñera ganó la presidencia del país. Ahora, a principios de la segunda década del siglo 21, se encuentra frente a una importante encrucijada histórica. Si el gobierno del Presidente Piñera fracasa, el país lamentablemente consolidaría su ciclo oclocrático y ello podría transformar a Chile en un verdadero Estado fallido Esta etapa es la última parte del gobierno oclocrático. Aquí la corrupción se generaliza a todos los niveles y la sociedad queda expuesta a ser conquistada, ya no solo como colonia económica, sino también como colonia política. En América el país que desgraciadamente ha alcanzado este nivel de perdición es desgraciadamente, Haití. En África hay muchos ejemplos de esta situación, siendo de los más importantes, Sierra Leona, Somalia, Congo, Zimbabwe, Mozambique y Guinea Ecuatorial. En el medio oriente, se puede mencionar a Palestina, Irak, y Afganistán. En Asia Central los candidatos a Estados fallidos son Pakistán, Bangladesh y Filipinas. En Europa se pueden mencionar como candidatos a la oclocracia países tales como Irlanda, España, Portugal, Grecia, Italia y los países de la ex Yugoslavia.
Ahora, si por fortuna el gobierno del Presidente Sebastián Piñera es un éxito, entonces las posibilidades para la recuperación y desarrollo chileno mejorarían en forma exponencial. Piñera tiene muchas de las características necesarias como para ser considerado un potencial filósofo rey. En efecto, recibió una educación que solo muy pocos de la elite mundial reciben. Tiene un doctorado en economía de una de las 5 mejores universidades del planeta (Harvard). Aquí para lograr este título, no solo hay que demostrar excelencia académica, sino que además es necesario internalizar adecuadamente los valores estoicos y puritanos de la clase gobernante estadounidense. Estos son los valores WASP (blancos, anglosajones y protestantes). Este fundamental cambio valórico y cultural que debe haber recibido Piñera es algo así como la transformación cultural que experimentó el Presidente Kennedy, quien logró abandonar los valores irlandeses de sus antepasados y adoptar como propios los valores de intensa dedicación al trabajo, sacrificio, coraje, patriotismo y espíritu público de la nueva Inglaterra. Un cambio valórico similar, ha sufrido el presidente Obama. Son estos valores especiales y extraordinarios, socializados por Harvard, los que le han dado la confianza para gobernar a la gran potencia del norte.
Es altamente probable que Piñera también se haya contaminado con esta peculiar cultura elitista y es por ello que pudo ser capaz de transformar mediocres empresas en exitosas multinacionales transformándose así en uno de los pocos multimillonarios de Chile que no han heredado su fortuna. Piñera sabe administrar y tiene la suficiente capacidad y liderazgo como para exigir excelencia de sus colaboradores ya hay observadores, incluyendo extranjeros que piensan que los logros alcanzados hasta hoy día contrastan con la mediocridad e incompetencia de la mayoría de los presidentes que han gobernado al país por los últimos 120 años. Desde el Presidente Balmaceda no se veía un líder tan ambicioso, seguro de si mismo y tan bien preparado desde el punto de vista técnico y administrativo.
¿Será este personaje el príncipe nuevo del que habla Maquiavelo? ¿Podría este ciudadano interrumpir el proceso de declinación y sufrimiento que ha tenido el pueblo de Chile desde que desapareció el último emperador inca? ¿Será el Presidente Piñera el líder que inicie una era en que el país por fin resuelva sus centenarios problemas? ¿Podría este político técnico sacarle un vigoroso trote a la burocracia y con ello crear las condiciones para radicalmente cambiar al país?
Si Maquivelo estuviera vivo y fuera chileno, seguramente tendría la esperanza de que todas estas interrogantes se contestaran afirmativamente.
accded/FD
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